El Vito, Venezuela y los toros
Lo terrible de las luchas largas es que poco a poco se van llevando a los mejores y más experimentados luchadores, precisamente porque son los más viejos y curtidos, y que pueden indicar cuál es el mejor camino. Esta lucha por el rescate de nuestras libertades es amarga, porque quienes las disfrutamos en mayor o menor medida durante 40 años somos los más viejos; y en nuestro afán por recuperarlas, en nuestra mayoría, nos toca hacerlo al final de nuestras vidas, y en eso la naturaleza no perdona a nadie.
Si los viejos no logramos a tiempo traspasar esa conciencia de historia viva de lucha libertaria a los más jóvenes, en esa misma medida se aleja la posibilidad de obtenerla, y ellos tendrán que repetir los errores que los más viejos cometimos para recuperarla, cayendo irremediablemente en un círculo vicioso que alarga el sufrimiento de las generaciones.
Digo todo esto porque en el pasar de los años he visto irse a un significativo número de venezolanos, quienes por su edad y experiencia, cada uno en su campo, aporto su grano de arena a la Venezuela que intentamos ahora recuperar. Ese fue el caso de Víctor José López, mejor conocido por sus amigos y colegas del periodismo como “El Vito”, quien nos dejó solos para seguir con esta lucha que se hace interminable.
Conocí a El Vito, en el Gran Café de Sabana Grande al inicio de nuestro proyecto Constituyente. Es curioso que haya sido allí, un Café donde se han sentado en el pasado otros soñadores a pensar las grandes ideas que han ocurrido en este país. Él aportó lo que todo proyecto de esta naturaleza necesitaba, una experiencia única en comunicación social necesaria para su presentación en sociedad. El Vito cofundó con nosotros la Alianza Nacional Constituyente Originaria, ANCO, siendo al final de sus días Directivo honorario de nuestra organización.
Fueron incontables las reuniones donde El Vito participó con nosotros para buscar la mejor manera de comunicarle este proyecto a Venezuela inicialmente. Siendo la autoridad que era y maestro consumado en el periodismo, El Vito nunca presumió de su condición, lo que lo enaltecía en su condición humana y don de gentes, cosa reconocida por todos quienes le conocieron y trataron.
Además de sus inquietudes políticas, El Vito fue reconocido internacionalmente por su condición de periodista especializado en tauromaquia, siendo imposible conocer al personaje sin explorar su faceta pasional por la fiesta taurina, tanto que lo llevó a ser, a mi juicio, el autor más importante del país en ese tema, con sólidas obras publicadas como “Memoria de Arena”, “El Toreo en Venezuela”, “Solera brava, el toro de lidia venezolano”, sin contar con una biografía del más grande torero venezolano, César Girón. El Vito fue justamente reconocido con el Premio Nacional de Periodismo, el Premio Monseñor Pellín de Cultura, y el Premio Municipal de Literatura.
Siempre me pregunté –y le pregunté- la razón del porqué un personaje con un perfil pacífico y de soñador político como el de El Vito le agradara tanto la actividad taurina. De allí que me obsequiara una de sus obras para comprender mejor esa fiesta y en particular su desarrollo en nuestro país, “El toreo en Venezuela”. A mí siempre me pareció una cosa violenta, pero al leerlo en su obra e indagar un poco más en la confrontación existente entre aquellos que buscan su desaparición y aquellos que como él la defendían, encontré algo que tal vez me pudo descifrar un poco más este personaje excepcional, que pudo conectar su pasión por los toros con la lucha con un régimen criminal salvaje.
La fiesta del toro es el escenario que enfrenta al hombre con la bestia y el triunfo inevitable del hombre sobre ella. Va más allá de una diversión, y algunos como El Vito hasta la consideran un arte. Al retomar con la desaparición de El Vito las notas que leí e indague en su oportunidad acerca de ese tema, me “cae la locha”, con el perdón póstumo que me pueda dispensar mi querido amigo El Vito, que eso es precisamente lo que tenemos en Venezuela. Una gran plaza de toros donde todos somos los toreros enfrentados a una bestia única que no hemos podido descifrar por ser malos toreros, al punto de confundir un toro con un Nú, como decía Oscar Yanes (ver Estado Mayor de Oposición “Oscar Yanes”, en https://ticsddhh.blogspot.com/
La tauromaquia en España nace en el Siglo XII y “fue el nombre dado a las obras o libros que tratan y recopilan las diferentes técnicas de torear, donde se desarrollan además las reglas del toreo en forma de manual para ser leído por los toreros”… “La primera Tauromaquia conocida fue la conocida como la Cartilla de Osuna (Cartilla, en que se proponen las reglas, para torear a caballo, y practicar este valeroso, noble exercicio, con toda destreza) publicada en 1726” (ver Tauromaquia, en https://es.wikipedia.org/wiki/
Es muy interesante lo que al comienzo de esos tiempos definían los primeros de esta disciplina, lo que debía saber un torero para enfrentarse con la bestia: “En esta Cartilla de Osuna se define lo que es el toreo de alguna manera. El toreo es un acto varonil, dice. Varonil porque tiene una serie de cualidades que entonces los ilustrados achacaban evidentemente al sexo masculino, como pudiera ser el valor, el arrojo, la agilidad, el desenfado. Es un espectáculo público también, nos cuenta la Cartilla de Osuna, es decir, sirve para distraer al público en general, dice, la melancolía natural, añade esta cartilla de Osuna. El acto se basa en el valor, pero no solo en ello, sino también en la técnica, basada en unos conocimientos previos absolutamente imprescindibles que el autor plasma a reglón seguido en forma de reglas…” (ver Las primeras Tauromaquias a pie/XX Aula de Tauromaquia, en https://www.youtube.com/watch?
En otras palabras, visto desde esa perspectiva, el toreo es el arte de enfrentarse con una bestia y salir vivo del intento. Sin conocer las reglas y sin valor no se le puede enfrentar, y menos aún sin arrojo, agilidad y desenfado, atributos que no acabamos de reunir juntos, a pesar de ser el ABC de un arte que data del Siglo XII.
Pero la cosa es más compleja todavía. El tema ha sido abordado por los intelectuales más importantes de habla hispana, y es un tema sobre el que aún debaten en el mundo, más allá del superficial y obvio trato que se debe tener con los animales. Don Juan Lamarca López, Presidente del Círculo Taurino Amigos de la Dinastía Bienvenida, publica un artículo en la Academia de Mérida donde destaca el peso específico de la tauromaquia en la cultura hispánica:
“Como es sabido la tauromaquia siempre ha generado un auténtico problema intelectual y Ortega y Gasset trata de armonizar corrientes haciendo una interpretación analítica y filosófica sobre la importancia de lo taurómaco en España y los efectos que han tenido los toros sobre la cultura y la vida cotidiana española: “en efecto, es un hecho de evidencia arrolladora que durante generaciones y generaciones fue, tal vez, esa fiesta la cosa que ha hecho más felices a mayor número de españoles….“Las corridas de toros no solo son una realidad de primer orden en la historia de España, sino que, cuando se le presta atención y se hace actuar sobre ella la razón histórica, lleva a descubrir un hecho, hasta ahora arcano, de importancia tal que no se puede hacer la historia de España sin la comprensión de ese espectáculo..” Dicha llana y lisamente: Que el que quiera saber cómo está España que vaya a ver una corrida de toros” (ver La intelectualidad y los Toros, por Don Juan Lamarca López, en https://blogacademiademerida.
Y no se puede hacer historia de España sin incluir a sus colonias, de las que nacimos todos, herederos de esa cultura. Esto es, a nosotros mismos. Intentar comprender la pérdida de El Vito en la Venezuela actual, pasa por entender que se fue alguien capaz de comprender esta búsqueda intelectual, única en su tipo. Esa es la calidad de quienes se nos están yendo en este profundo enfrentamiento donde la bestia nos está ganando.
Lamento decirte mi querido amigo El Vito, donde quiera que estés, que tardíamente por fin comprendí tu amor por los toros, aunque todavía me debata en ese futuro, que deja las tradiciones más profundas en el pasado, pero que intenta dibujar algo mejor para todos, sin todavía conseguirlo. Con este ínfimo homenaje a tus dos pasiones de vida, Venezuela y los toros, te devuelvo, porque te las mereces más que yo, las palabras que me obsequiaste en la dedicatoria al regalarme tu libro: “Infatigable como luchador, brillante en tu condición de Maestro en las doctrinas…”. Hasta siempre tú, Maestro…