Esa trinchera de lucha llamada Venezuela
Desde el 11 de abril de 2002 nos atrevemos a afirmar que el presente constituye el peor de los momentos políticos en medio de esta guerra no convencional por restablecer la Constitución de la República de Venezuela del año 1961.
Con esta economía diezmada, nuevamente al borde de la hiperinflación, que se traduce en la población famélica que a diario tropezamos, en paralelo de una salud pública depauperada en tal grado que es solo comparable a la vigente en países del África sub sahariana, sin dejar de mencionar el hampa desbordada que ejecuta su labor delictiva con aparente patente de corso, en medio de la más absoluta carencia de liderazgo político de resistencia, fenómeno inédito en la historia de Venezuela, cuna de libertadores; ese panorama tan desolador como verosímil es sin duda la mejor justificación para la emigración descontrolada que día tras día engrosa las fronteras de países vecinos, en franca huida ante lo que perciben como la muerte más segura.
Sin embargo más allá de esa realidad trágica, característica de la Venezuela de hoy esclavizada como está por el socialismo, se impone una concepción muy superior a nuestra particular desgracia: La perpetuación del régimen de facto socialista y genocida dominante en el país significa una rendición de la doctrina democrática regida por normas jurídicas ante la barbarie socialista abanderada por la violencia homicida.
Así entonces la Resistencia a la Opresión como legítima defensa colectiva ante un Estado forajido pasó a ser más que nuestro particular derecho, una obligación como integrantes de la civilización judeo-cristiana en medio de la gran confrontación mundial de las democracias contra las tiranías.
El pueblo democrático venezolano debe continuar defendiendo esa trinchera de lucha por la libertad en terreno del todo adverso, entendiendo que el valor histórico de nuestra gesta supera en mucho la simple mortalidad de esta generación. Oración y trabajo.