De Peñalver a Almagro, todavía no somos suizos
El Secretario General de la OEA, Luis Almagro, explicó en un reciente artículo, con mucho más detalle, su propuesta de cohabitación con contrapesos para Venezuela.
Se puede resumir toda la explicación del Secretario General de la OEA, en el siguiente párrafo: “Sí, nunca he conocido un país en el que tanta gente quiere ser presidente. Por eso es más que necesario un sistema colegiado de gobierno como el suizo, como la Constitución uruguaya de 1952”.
De acuerdo a su planteamiento, como en Venezuela se ha resumido la política en un “todo o un nada”, por parte del régimen y su oposición, debemos encontrar la manera de lograr espacios intermedios que permitan que el juego político fluya a favor de los más débiles. A eso es lo que Almagro llama de “cohabitación, cogobierno y contrapesos” planteando que “El “todo o nada” en el que trabaja hoy la política venezolana se basa en la ausencia de esos contrapesos. En un país sin contrapesos a nivel político, a nivel social, y a nivel económico, el que gana el brazo ejecutivo del Estado se queda con todo”. Y efectivamente eso es lo que ocurre en Venezuela.
Pero, ¿es posible en Venezuela ese planteamiento? Cuando mencionó al sistema suizo, no pude menos que recordar la famosa frase del “no somos suizos” de aquel célebre sindicalista adeco, Manuel Peñalver, quien hizo historia en su tiempo en Venezuela y que imagino que el Dr. Almagro difícilmente tendría en consideración, porque sintetiza nuestra cultura política.
Peñalver es parte de la historia retardataria de la Venezuela que siempre se negó a ceder espacios y menos aun a los cambios políticos que implicaran ceder el poder: “Fue recordado por una frase que generó titulares en su época: «No somos suizos», con la que (su partido Acción Democrática) negó el respaldo de la bancada mayoritaria a las propuestas de reforma tributaria que la Comisión para la Reforma del Estado (Copre), había presentado entre un amplio paquete de medidas que perseguían la modernización administrativa”.
Existe una máxima política no escrita en Venezuela: El poder, como las mujeres, no se comparte. Así, con toda la carga machista que la expresión pudiera tener. O lo tienes o no lo tienes. No hay tonos de grises e intermedios. De allí el “todo o nada” que la exposición de Luis Almagro nos atribuye. Es un rasgo profundamente cultural.
En un foro con dirigentes de ANCO del Estado Anzoátegui, en los primeros días de la convocatoria inconstitucional del constituyente en mayo de 2017 lo referí, específicamente para el caso de los Estados del país, de una manera directa: “… Ningún gobernante, y en especial El Libertador, en toda la historia republicana de Venezuela cedió el control a los Estados, ni aun después de la Guerra Federal, donde triunfó la Federación, y a partir de la cual, con la Constitución de 1864, nos llamamos Estados Unidos de Venezuela. Luego, con la riqueza petrolera, menos aún se ha cedido ni compartido el poder político ni económico con los Estados. Los presupuestos, las políticas, la infraestructura, la salud, la educación, la seguridad, el ambiente, etc., todo lo que tiene que ver con la calidad de vida del ciudadano en cada municipio, de cada región de Venezuela, la deciden quienes llegan al Poder en Caracas. De allí que nadie quiera ceder eso. Quien le pone las manos al coroto decide por todos nosotros…”.
Me encantaría que fuéramos como los suizos, pero lamentablemente todavía no lo somos, como lo refirió Peñalver en su famosa frase. No tenemos esa idiosincrasia que nos permita aceptar una propuesta de gobierno colegiado, y de allí el rechazo frontal que se tuvo a la interpretación de cohabitación o cogobierno con contrapesos expuesta inicialmente por Almagro.
Tal vez si el Secretario General de la OEA leyera el editorial del vespertino venezolano Tal Cual del 9 de junio de 2016, titulado con la misma expresión “No somos suizos”, escrito magistralmente por Laureano Márquez, podría entender el significado de esa frase en nuestro país.
Entonces la solución de Venezuela no puede pasar ni por suiza ni por Uruguay, sino por nuestra propia experiencia histórica, o como dice nuestra Constitución en su Artículo 350, esto es, por nuestra “tradición republicana, a su lucha por la independencia, por la paz y la libertad”.
Los venezolanos hemos estado enfrentados en muchas ocasiones en nuestra historia para cambiar los gobiernos y siempre las cosas se resolvieron, en unos casos con la violencia de la guerra civil, y en otros por intervención de las Fuerzas Armadas. Un caso interesante se dio a comienzos del siglo pasado, cuando Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez tomaron el poder por la vía de la insurrección armada. En ningún caso se dio que los bandos enfrentados decidieran “compartir” el poder.
En el presente siglo de diálogos y soluciones pacíficas entre los pueblos, ANCO ha propuesto que si uno y otro bando quieren jugar el juego de suma cero del “todo o nada” que plantea Almagro, sea el pueblo el que decida. ¿Es muy difícil comprender eso?
Entonces el problema no se reduce a elucubrar cual es la solución, sino el cómo se implementa en estas circunstancias a pesar de los bandos en pugna, y que ambos bandos acepten el dictamen que el soberano pueblo de Venezuela indique, no solo por aquello del principio de Autodeterminación de los Pueblos –que por cierto también está establecido en nuestra Constitución- sino porque los dos bandos no tienen la atribución ni la representación para decidir por nosotros nuestro destino, cuando podemos ejercer constitucionalmente nuestra soberanía de manera directa. Y esa manera está escrita en los últimos 4 artículos de nuestra Constitución, con la convocatoria al Soberano Pueblo de Venezuela a una Asamblea Nacional Constituyente de carácter Originario. El trabajo entonces es pensar cómo lo hacemos entre todos, incluida la OEA. Y lo mejor de todo es que no hay que ser suizo para entenderlo ni para hacerlo…
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