Transparencia electoral
El hecho de que la ciudadanía haya otorgado su apoyo a un candidato o partido, en un momento determinado, no garantiza que después de cierto tiempo tal soporte se mantenga. Ello dependerá de la gestión del gobernante o del partido. Muchos políticos no logran superar la prueba del ejercicio del poder, o bien después de un tiempo, caen en diversos vicios, conductas extremistas o abusos, lo que, los deslegitima ante sus electores. De ahí la necesidad e importancia de que, a fecha cierta, sean celebradas elecciones periódicas, libres y transparentes.
Es un hecho aceptado que, para que una democracia funcione, adecuadamente, cada vez que se van a renovar los poderes, nacionales o locales, es indispensable la participación electoral de la ciudadanía. Es a través del sufragio como los electores pueden influir sobre el proceso político y lo más importante, permite brindar legitimidad a las autoridades electas.
Si la mayoría de ciudadanos renunciara, por el motivo que fuera, a ejercer este derecho, muy probablemente la democracia se volvería trizas, o al menos se desvirtuaría su funcionamiento básico. Sin embargo, el bajo nivel de politización, detectado en casi todo el mundo, plantea la incógnita de cómo reconquistar el favor de los electores para que se manifiesten a través del voto.
Hasta los albores del siglo XIX, la mayoría de los países de Europa y Estados Unidos solo reconocían el derecho al sufragio a quienes eran miembros prominentes de la comunidad. Esta membresía estaba asociada con el linaje, la clerecía o la vinculación con quienes detentaban el poder. Con el devenir de ese siglo, se extendió el acceso civil a la participación política, y el sufragio se reconoció a los hombres que acreditaban requisitos de propiedad o ingreso. Con todo, el sufragio seguía estando limitado a una minoría de la población, a la élite. A finales del siglo, la mayoría de los criterios sociales y económicos para el derecho al sufragio fueron abolidos, en la medida en que los movimientos revolucionarios y la industrialización apoyaron la organización y movilización de los trabajadores. Como resultado, la mayoría de los varones adultos obtuvieron el derecho al sufragio en Europa y Estados Unidos.
A partir de la generalización del derecho al voto, el financiamiento de las campañas electorales se convirtió en uno de los principales mecanismos para manipular elecciones. Algunos candidatos emplearon el soborno para asegurar su victoria comprando votos y haciendo regalos. Desde entonces, el uso intensivo de la televisión ha incrementado drásticamente los fondos necesarios para realizar campañas y las contribuciones de individuos y corporaciones pasaron a ser mecanismos cotidianos para influir sobre las propuestas y decisiones de los candidatos.
Cuanto mayor importancia adquieren las elecciones, más refinadas y diversas se vuelven las prácticas fraudulentas. Una de las formas de manipular los comicios consiste en que, el partido dominante o el gobierno administre elecciones inequitativas para preservar sus ventajas. Entre ellas, los factores dominantes pueden adelantar los eventos electorales para complicar la participación de sus opositores.
La persecución e inhabilitación de candidatos, así como, la intimidación de sus simpatizantes, también ha sido una práctica utilizada para restringir la competencia e influir de manera injusta en el resultado. La intimidación y el hostigamiento incluyen amenazas, violencia física o psicológica; confiscación de propiedades, encarcelamiento o destierro.
En Venezuela nos encontramos a las puertas de otro proceso electoral. A diferencia de otros, no me preocupa el creciente número de candidatos por estar seguro de que, la población sabrá aplicar el principio de la economía del voto. Mi mayor inquietud se concentra en obtener unas óptimas condiciones electorales, que incluyan, entre otros temas: Observación Internacional; Registro Electoral confiable: actualizado, con voto de la diáspora y sin migración de electores; cese de inhabilitaciones: de personas y partidos; desjudicialización de partidos; campaña electoral sin ventajismo; subordinación del plan república a las autoridades civiles; auditorías confiables y eliminación de los puntos rojos. Sin olvidar la tragedia de los presos políticos.
Algunos me dirán, eso es imposible de obtener, nadie en su sano juicio puede pensar que será fácil, pero, para lograrlo, se debe desplegar toda la artillería política de que dispongan quienes se consideran opositores al régimen gobernante, a fin de llevarlo a entender, aunque sea a regañadientes, que repetir el guion de la historia que se escribió en 2018, sería fatal para Venezuela, pero también para una organización política que pretenda permanecer como tal, a través del tiempo.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE