El socialismo como enemigo
Es sin duda formidable. Su capacidad de mutar y adaptarse al entorno es única entre las ideologías conocidas, lo que explica su pervivencia en el tiempo, considerando sobremanera el daño irreparable que ha causado a la humanidad desde sus inicios.
Mucha de esa resistencia en tiempo y espacio se debe a la ética socialista. Ésta a diferencia de la ética cristiana tiene como desiderátum el ascenso y permanencia en el poder. Ante ello toda tratativa previa o ulterior le está subordinada.
Lo anterior viene a cuento en razón del reciente triunfo de Gustavo Petro en su aspiración a la Presidencia de la República de Colombia. Se trata de un socialista modelo para los tiempos que corren. El ahora Presidente electo en espera de juramentación durante su campaña jamás se confesó socialista, ello a pesar de una vida política públicamente fundida en esa doctrina. Tal omisión no es casual. El candidato entendió la inconveniencia de tales definiciones. Sin embargo tampoco llegó a negar ni una coma de ese pasado, mucho menos alcanzó a repudiar la tan mentada doctrina.
Porque de eso trata el socialismo aplicado en el siglo XXI. A diferencia del pasado cuando sus seguidores enarbolaban orgullosos la bandera de su identificación, hoy basta conectar solo con su ideario más seductor de igualdad económica, dictadura del proletariado y Estado justiciero distribuidor de riquezas, y quedará así sembrada la semilla del exterminio y la esclavitud. El discurso adicional sobra, incluso aquella confesión socialista, hasta tanto juren como presidentes.
¡Prohibido Olvidar! Oración y trabajo.