Yerma

Opinión | junio 28, 2022 | 6:28 am.

Federico García Lorca es uno de los escritores españoles más conocidos. A sus 38 años ya era un autor renombrado, pero durante la locura de la guerra civil vino a ser asesinado por los nacionalistas de Francisco Franco.

Posiblemente su relación con un reconocido dirigente de PSOE, Fernando de los Ríos, suegro de su hermano, y la conducta homosexual con la que lo criticaban los beatos de su tiempo, fueron suficientes para que algunos imbéciles vinieran a acabar con la vida de uno de los grandes de las letras españolas.

Federico, entre otras muchas, escribió tres obras de teatro que han venido a llamarse la “trilogía lorquiana”. Dos de ellas muy conocidas “Bodas de sangre” en 1933, “La casa de Bernarda Alba” en 1936 y una menos nombrada y escrita entre esas dos en 1934 de nombre “Yerma”.

Yerma es una mujer a la que su padre decide con quien se casará y ella lo hace sin amor, pero con la ilusión principal de tener hijos. Pues quiere el diablo que eso no suceda y Juan, que así se llama el marido, no consigue embarazarla y por allí enreda Lorca todo el drama de la obra. Yerma hasta tiene opciones para tener un hijo con otro, pero las descarta por las severas normas impuestas por la sociedad donde manda que solo se le debe al esposo.

Al final en una pelea entre Juan y Yerma esta logra dominarlo y lo ahorca con sus propias manos. Yerma se da cuenta que ha matado a su única posibilidad de tener hijos y exclama, derrotada, que ha matado a su hijo.

Valga el drama de Yerma para comentar dos casos parecidos que se desarrollan en estos momentos en Venezuela que, aunque con otros nombres y escenarios vienen a representar lo mismo.

El primer caso se refiere al régimen de Chávez y Maduro. Cuando finalmente llegan al poder se casan con sus ideas socialistas (y bastante comunistas) para tener un hijo extraordinario representado por una sociedad de iguales y de repartición de la riqueza para el bien común. Allí estaba representada, en estos dos truhanes, la Yerma roja esperando que el socialismo macho les engendrara una sociedad distinta y feliz.

Hicieron todo lo que mandaba el librito: control de precios, control cambiario, expropiaciones de empresas, centralización de todo, eliminación de la separación de poderes, misiones y centenares de cosas más. Pero la Yerma roja no pudo parir al hijo feliz, por el contrario, todo vino a peor y millones debieron marcharse para no morirse de hambre y a los que se quedaron ganas no les falta.

Un fracaso total del socialismo estéril. La economía alemana durante la II guerra mundial se hundió en 45% del PIB y en Venezuela, estos buenos para nada, la hicieron caer en 80% del PIB sin siquiera una guerra.

De manera que la Yerma roja, furiosa de no parir, decide ahora matar a su marido el socialismo y le aprieta el cuello hasta ahogarlo y lo hace liberando el control de precios, el control de cambio, revierte expropiaciones, acepta al dólar como moneda corriente y cualquier otra usanza claramente capitalista. Cierra el telón.

El segundo caso de paralelismo con la novela de Lorca se refiere a la oposición al régimen que tenemos en Venezuela. Aquí los ciudadanos representan a Yerma. Ellos se han casado con los partidos políticos para que les den un hijo llamado libertad y democracia. Pero han pasado los años y nada. Los ciudadanos se sienten frustrados y, como Yerma, llegan a rechazarlos. Las encuestas los muestran como partidos débiles y casi ahorcados por sus mismos compatriotas. No han podido dar el hijo de libertad que prometieron y entonces, hay que eliminarlos.

El primer caso representado por Maduro matando al socialismo es irreversible no solo por su inesperado viraje, sino además por su incursión en delitos de todo tipo. La presencia de grupos terroristas, narcotraficantes, los presos políticos, los crímenes de muchachos en las manifestaciones y decenas de locuras más crean un pasticho mortífero y asqueroso de donde nunca podrán salir ilesos.

Cosa diferente es el caso de los ciudadanos y sus partidos democráticos de oposición en donde el actual descontento puede y debe revertirse en esperanza. Aunque aún nos cueste aceptarlo estamos frente a una real oportunidad de cambiar de gobierno en una forma civilizada y allí nuestros partidos políticos tienen un rol fundamental.

En 2023 elegiremos un candidato único para presidente y todo esto tiene que ser conducido por los que saben del oficio y que son los partidos políticos y en 2024 iremos a unas elecciones en donde, nuevamente, los partidos políticos deben estar en primera línea.

De manera que tenemos que agarrar a nuestros casi ahogados consortes partidistas, ponerles mucho oxígeno y apoyarlos sin restricción alguna para la durísima batalla que les viene. Aún podemos parir la democracia y la libertad, pero necesitamos al Juan que representan los partidos políticos para hacerlo. No los estrangulemos. Protejámoslos. Hagámoslos crecer. Apoyémoslos

Es el tiempo del entusiasmo.  Sí vamos a ganar esta vez.

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