Elecciones de Colombia, lecciones para Venezuela

Opinión | junio 5, 2022 | 6:24 am.

Es increíble que todavía la gente se asombre por el fenómeno electoral que está sucediendo en Colombia. Pero más increíble aún es que el mundo político todavía crea que alguien pueda ganar elecciones sin entender el fenómeno tecnológico, social y humano que ya existe detrás de las comunicaciones instantáneas producidas por las redes sociales.

Todavía la gente se pregunta porque un “viejito” a través de la aplicación Tik-Tok le llegó a más gente en Colombia que en mil giras montado en una tarima, gritando las mismas consignas huecas del pasado. Le llegó a muchos a través de los nuevos medios, en un país, que como otros latinoamericanos, tiene la clase política más que vencida y en dirección a la extinción. Suena exagerado, pero es así. Ya en Venezuela estamos viviendo el fenómeno, solo que sin sistema democrático y sin líderes opositores que le digan algo al país. Cuando se abra la compuerta de la libertad, esa realidad se hará más que patente en Venezuela.

¿Quién iba a pensar que un empresario, ubicado en tercer lugar en las encuestas, le estuviera disputando -ahora en el primer lugar- la Presidencia de Colombia, a un político profesional respaldado al mil por ciento por la izquierda internacional? Y en especial un candidato que no se molestó en recorrer al país, haciendo su campaña y enviando su mensaje de triunfo desde un teléfono celular en la cocina su casa.

En el pasado he tocado este tema con alguna profundidad acerca del fenómeno tecnológico en el campo político.. Sin embargo, deseo recalcar lo que ya demostró Colombia: cualquier candidato del viejo estatus político puede ser derrotado por quien sea, en tanto y en cuanto exista un sistema electoral en el que la población pueda confiar.

Pero para eso eran necesarias unas condiciones preexistentes para que este fenómeno se pudiera dar. Una segunda vuelta en Colombia era necesaria para garantizar que el candidato chavista colombiano no se alzara con el triunfo de una vez. Y eso se lo deben los colombianos a la Constitución política producto de la Asamblea Constituyente de 1991: “Si ningún candidato obtiene dicha mayoría, se celebrará una nueva votación que tendrá lugar tres semanas más tarde, en la que sólo participarán los dos candidatos que hubieren obtenido las más altas votaciones. Será declarado presidente quien obtenga el mayor número de voto”, de acuerdo al Artículo 190 de la Constitución de 1991.

En otras palabras, no solo el fenómeno tecnológico tuvo que ver con lo que sucede en el hermano país, sino que la mayoría de ciudadanos, que sumados todos de las distintas tendencias resultaban más que la preferencia de la minoría mayor, debía imponerse al final. Eso es democracia por la calle del medio. Sin el sistema constitucional adecuado, Colombia no estuviera al borde sino ya cayendo al despeñadero socialista venezolano.

De acuerdo una medición actualizada, publicada por el portal colombiano La República, con corte al 31 de mayo de 2022, ya el candidato Rodolfo Hernández se ubica en el primer lugar en la intención de voto, con el 52, 3%, con Gustavo Petro al segundo lugar con 45,1%. Esto nos da a los latinoamericanos un respiro de que un pueblo puede ser consciente, en su mayoría, de la desgracia que puede ocurrirle si elige mal a sus gobernantes.

La clase política tradicional colombiana, toda reunida en la candidatura de Federico Gutiérrez, languideció con un 23,91% en el resultado final de la primera vuelta. Esos resultados nos dicen muchísimo acerca de la necesidad de un cambio urgente en el discurso y las actuaciones de los políticos tradicionales latinoamericanos y sus maneras de abordar los problemas de la población. La sinceridad y comprobada honestidad de aquellos que pretenden ejercer el poder está siendo severamente cuestionada por parte de los pueblos. Esto no es un fenómeno que sucede solo en Colombia. De allí que a Rodolfo Hernández lo estén llamando el “Trump colombiano”, o alguien que rompe los paradigmas de una clase política en decadencia.

Un individuo proveniente de la sociedad civil, empresario exitoso, hace incursión en la política, entre otras razones, por haber sido víctima de los males que deben corregir los políticos como su responsabilidad primaria, haciendo de la corrupción política el eje principal de su campaña electoral. Esto no es nada extraño en todos los países, por lo que seguiremos viendo este fenómeno, que pronto se convertirá en costumbre en nuestro continente.

Venezuela y sus políticos tienen algunas lecciones que aprender de este proceso de Colombia. Lo primero es que no era posible que Colombia tenga una posibilidad cierta de rescate ante el embate comunista del exterior y sus asociados de la guerrilla del interior, sin que existiera una institucionalidad fuerte. Esa institucionalidad fuerte se la dieron los colombianos en una Asamblea Nacional Constituyente en 1991. Sin una segunda vuelta, los colombianos tuvieran ahora mismo a un terrorista como Presidente, y a una región profundizando su desestabilización de manera irremediable.

En segundo lugar, la ausencia de una oposición oficial creíble, demostrada en la reciente encuesta de Meganálisis, que indica que el 77,3% de los venezolanos “cree que los partidos políticos de oposición y sus líderes están vendidos al gobierno, y trabajan para el chavismo”, hace que de no existir el régimen que usurpa el poder en Venezuela, debería imponerse de largo electoralmente un candidato no alineado con la claque partidista como Rodolfo Hernández.

Sin embargo, todavía el usurpador está en Miraflores, pero eso no elimina de ninguna manera el fenómeno, lo profundiza. Es por eso que el caso del “Trump colombiano” igualmente se repetirá en Venezuela, cuando existan las condiciones para eso, y con más intensidad, en virtud de que aquí esa clase política venezolana si colaboró, y todavía colabora, activamente con el régimen como lo cree la población. En Colombia, al menos, salvo quizás contadas, pero muy pesadas excepciones, la clase política no ha colaborado para que la izquierda comunista llegue al poder, y aun así Hernández pasa a la segunda vuelta con altísimas probabilidades de alcanzar la Presidencia de Colombia.

Y finalmente, en tercer lugar, los políticos tradicionales deben aprender de este proceso colombiano que ya no se puede seguir engañando más a una población informada. Ya no se valen los discursos en tarima para saber quien grita mejor o más duro en contra de la tragedia de la cual fueron autores o catalizadores de excepción. Pretender seguir engañando a los venezolanos con unas elecciones con el régimen, ya dejo de ser una estupidez para convertirse en un crimen. Los pueblos buscan y encuentran su camino. En Venezuela encontraremos el nuestro para sacarnos de encima a esta tiranía, y en el camino también caerán quienes la sostuvieron desde la oposición. Y en ese momento saldrá quien mejor encarne, como en Colombia, la mejor solución para un mañana incierto, después que hayamos resuelto la Refundación del país. Hacia allá nos dirigimos…

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