Opciones de una casa llamada Venezuela
Aún veo con asombro la insistencia periodística en tratar el tema constituyente como una manera de “salir del régimen”. Ese enfoque equivocado nos pone en la triste situación de explicar que si bien esa es una consecuencia de una posible decisión de una Asamblea Constituyente compuesta por la legítima representación del pueblo venezolano, no es la razón por la cual estamos pidiéndola en las actuales circunstancias de la vida del país.
Y así como usted no remodela una casa entera porque hay una pared que está mal puesta, un país no entra a un proceso constituyente porque hay un mal gobernante. Uno remodela la casa porque se está cayendo, porque las tuberías están rotas y el agua sale por las paredes por todos lados y hay que reemplazarlas, porque es necesario cambiar el sistema eléctrico y sus tuberías, porque si no lo hace ocurrirá un incendio en cualquier momento, porque hay que modificar los baños porque dejaron de ser prácticos y requieren una modernización urgente acorde con el crecimiento de la familia. Es claro que para que todo eso se pueda hacer, es muy posible que sea necesario derribar algunas paredes y hacer otras. La remodelación sucede porque ya la casa deja de ser habitable o porque no cumple con los requerimientos que una casa debe tener para adaptarse a las necesidades de quienes viven en ella.
La casa donde vivimos, Venezuela, es inhabitable. Quienes administran lo que es de todos se ocuparon de romper los baños, atravesar paredes en el medio de la sala, destruir los espacios y las habitaciones, romper las tuberías de agua y arruinar el alumbrado eléctrico. Convirtieron nuestra casa, que ya estaba en mal estado cuando llegaron, en un basurero donde es imposible vivir. No es sustituyendo por otro al administrador que viviremos mejor después en una casa destruida. ¡Tenemos que reconstruirla!
Y esa es nuestra propuesta. Reconstruir la casa primero para que entre todos decidamos al administrador después. Tenemos un proyecto para esa nueva casa y se llama El Gran Cambio. A muchos puede gustarle o no, pero es nuestro proyecto, una maqueta de lo que sería esa nueva casa para las próximas generaciones.
Esa es la discusión que queremos dar, no la de un guion para administrar una casa que se está cayendo (programa de gobierno). Aquí nadie se está promocionando como un nuevo administrador (Presidente de la República). Estamos tratando que sea eso lo que esté en la discusión del país, no quien resultará candidato para la elección de un nuevo administrador del desastre.
De allí que nos preguntemos: ¿por qué en lugar de elecciones la “oposición” no negocia en México o en cualquier otro sitio la convocatoria al Constituyente? Porque es esa, a nuestro parecer, la discusión que el país debe estar dando. ¿A quién se le ocurre pensar en un nuevo administrador de algo que se está cayendo? Y solo se me ocurre una respuesta: para seguir viviendo de los negocios que trae la contratación de paños calientes para una vivienda donde ya no se puede vivir. Y los venezolanos estamos hartos de eso, como se demuestra en las encuestas.
Si todo el mundo en Venezuela pidiera lo mismo, la Refundación de la Nación, como ya lo dijo la Iglesia Católica y lo respaldó ANCO, a través de un proceso Constituyente de carácter Originario, la Comunidad Internacional igualmente le exigiría eso al régimen, no unas elecciones inútiles. ¿Y por qué inútiles? Porque a los únicos que se benefician de unas elecciones para continuar administrando una casa destruida, son los que siempre han hecho negocios con los gobiernos. Y en este caso la mesa estaría servida para eso.
¿Y cómo paramos una matriz de opinión que empuja a unas elecciones con un régimen que controla todos los poderes, incluidos el electoral, y en especial el judicial con otros 12 años de dominación roja?
Una forma básica sería darles la espalda a quienes insisten en seguir el cuento electoral. Y eso ya lo está manifestando el venezolano ahora mismo en el 2022, como lo refleja la Encuesta de Meganálisis de Abril 2022, donde en una pregunta abierta el 70,5% de los venezolanos no confían en que ejerciendo el derecho del voto, se pueden producir los cambios que necesita Venezuela.
Sin embargo, la misma encuesta indica en pregunta cerrada que el 47,4% cree que los cambios políticos se pueden producir a través de un evento inesperado. Si se entiende eso bien, se están refiriendo a un golpe de Estado o una intervención. En otras palabras, casi la mitad de la población espera “un evento inesperado” para que cambien las cosas en el país, y casi la mitad de eso, un 23,1%, piensa aún en diálogos, acuerdos y elecciones.
¿Y a quién creen ustedes que se le puede responsabilizar de eso? ¿A los venezolanos? La única culpa de eso la tienen quienes todavía insisten en elecciones con el régimen en el poder. Eso se correlaciona con la pregunta abierta realizada en esa encuesta, donde el 71,1% de los venezolanos no opina que las últimas tres elecciones fueron libres y respetaron la voluntad y el deseo de la mayoría, y de ese 71,1%, el 83,4% piensa que no se podrán conseguir condiciones para que en Venezuela se realicen elecciones libres.
Mucho más de las tres cuartas partes de los venezolanos –mayoría super calificada- ya no cree en elecciones, por lo que muy mal pueden esperar los sectores políticos que esa estrategia de ponerle paños calientes a una casa destruida será de utilidad para lograr la libertad de Venezuela.
Entonces, de acuerdo a esa encuesta, los venezolanos se están, hasta ahora, debatiendo por dos caminos claros: esperar “un evento inesperado” o ir a unas elecciones arregladas para el 2024. Y a nuestro juicio, ese no es el debate que debemos dar en Venezuela.
El planteamiento de ANCO a los venezolanos ante lo que proponen los sectores políticos de ofrecer lo mismo y esperar resultados diferentes (propuesta que ya dejo de ser locura einsteniana para convertirse pura y simple corrupción colaboracionista) es la de negociar, con el apoyo de la Comunidad Internacional, una Refundación de la Nación (reconstrucción de la casa) a través de una Asamblea Nacional Constituyente Originaria convocada este mismo año, con un Tribunal Electoral ad-hoc (establecido por las partes para solo para ese propósito), con garantías de cumplimiento internacionalmente establecidas, e independiente de los Poderes Públicos secuestrados por la tiranía. Esa es la discusión verdadera. Una Constituyente ya con las garantías electorales de un Tribunal Electoral independiente, sin la intervención de los poderes públicos del régimen, o unas elecciones en el 2024 con el CNE del régimen. Que las encuestadoras le pregunten a la gente cuál de las dos preferirían.
Sin embargo, esa opción no está citada en la encuesta de Meganálisis porque no es lo que están impulsando los sectores políticos, y ANCO es una organización de la sociedad civil. Pero esto no debería ser un obstáculo para que no se discuta abiertamente un planteamiento político de semejante naturaleza, donde está involucrado el futuro de la Nación. Y esa situación debe acabar en este momento, si aún pensamos en una solución negociada, no violenta, que no es lo que casi la mitad de la población está esperando, de acuerdo a la encuesta antes citada.
Si todas las variables permanecen igual, “ceteris paribus”, como dicen los economistas, el régimen ganará cómodamente las elecciones de 2024, no solo porque los sátrapas colaboracionistas de la oposición se asegurarán de que exista un candidato que acepte que “perdió” (como ya tristemente ocurrió en el 2006, 2012 y 2013) incluso sin haber terminado de contar los votos (Rosales 2006 y posiblemente Rosales 2024), sino que nadie podrá decir que el régimen es ilegítimo en ese momento, porque esa oposición les entregaría la legitimidad en bandeja de plata.
Seguir el camino actual es un acto suicida. Todos los venezolanos debemos impulsar una opción que ponga en manos del pueblo venezolano de la manera más inmediata posible, la decisión de qué hacer con el régimen de Nicolás Maduro Moros. Y esa opción tiene un nombre y un único propósito: ¡Que el pueblo decida!
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