Jesús, el judío
Valga la ocasión de que estamos en Semana Santa para hacer algunos comentarios sobre Jesús de Nazaret y sus circunstancias.
Una de las curiosidades de la historia ha sido el empeño, principalmente del mundo cristiano, en alejar la figura de Jesús de los judíos. Seguramente porque los judíos nunca lo reconocieron como el Mesías y también por que se les achaca la responsabilidad y culpa del calvario y muerte de Jesús.
Pero lo cierto es que Jesús era cien por ciento judío y además practicante de sus antiguas costumbres religiosas. La última cena de Jesús estaba enmarcada en la celebración anual que hacen los judíos para recordar su salida de Egipto guiados por Moisés.
El ritual judío promueve sacrificar un cordero para la pascua y con su sangre pintar el dintel de las puertas en recuerdo de lo que los judíos hicieron en Egipto como contraseña para que las maldiciones de Dios contra los faraones no les afectaran a ellos. Esa misma idea la toma la figura de Jesús y pasa a ser el cordero de Dios que también se sacrifica en esa ocasión.
La misma fecha de la Semana Santa tiene una conexión con los judíos pues se hace coincidir con la primera luna llena de primavera tal como se cree sucedió durante en el éxodo de Egipto, en una noche brillante de luz para escapar del faraón. Y, por eso, como la luna llena de primavera no tiene día fijo para salir la Semana Santa tampoco lo tiene.
A pesar de todo esto, los cristianos en general y los católicos en particular, se empeñaron en desconectar a Jesús de los judíos y hasta los maltrataron durante siglos. Famosa es, por ejemplo, la idiota decisión de Isabel de Castilla de obligar a los judíos españoles a convertirse en católicos o serían expulsados de España. Y así se produjo una diáspora por toda Europa de judíos de extraordinario talento que no quisieron abandonar su religión y pasaron a llamarse sefarditas. Como curiosidad hace poco, y después de casi 600 años, los españoles, tal vez para reparar el absurdo mandato de aquellos Reyes, otorgaron la nacionalidad española a los descendientes de los sefarditas.
La permanente descalificación de los judíos masificó las diferencias entre las religiones. Muchos analistas creen que ese rechazo pudo haber influido en que se produjera el holocausto en la segunda guerra mundial y que muchos mirasen para otro lado y, en definitiva, con su silencio, tolerar esa monstruosidad.
Jesús, el judío, partió en dos la historia y contra la antigua moral que promovía el poder y el placer presentó unas nuevas banderas basadas en el amor y el perdón entre los seres humanos y la ayuda mutua. Una religión que fue poco a poco ganando adeptos y pudo influir en casi todos los aspectos de la vida. Pero ciertamente no es fácil mantenerlo y con frecuencia nos olvidamos de perdonar y volvemos a los horrores del pasado. La actual guerra en Ucrania es un ejemplo vivo de lo difícil que es ponernos de acuerdo, tolerarnos y querernos.
¿Qué haría Jesús si viniera a Venezuela? Si se enterara de los 7 millones de ciudadanos que han tenido que abandonar su patria ante la mirada indiferente de un régimen mandón y autoritario. Si viera a los millones de venezolanos que comen mal, que no tienen trabajo, que no son atendidos en su salud, que les racionan los servicios básicos de agua y electricidad y todo esto mientras una pandilla usurpadora del gobierno desaparece los dineros públicos o usa su poder para hacer lo que en gana les viene, lejos de cualquier estado de derecho. No es muy difícil adivinar lo que haría Jesús. Tal vez los sacaría correazos como ya lo hizo con los mercaderes en el Templo.
Más lo cierto es que los que tenemos que salir de estos malandros somos nosotros. En las fábulas de Esopo se dice “Dios ayuda al que se ayuda” y tiene toda la razón. Podemos rezar y pedir un milagro, pero hay que hacer lo necesario para que ocurra.
Para sacar a los bichos tenemos que hacerlo juntos y coordinados y allí está nuestro primer problema. No nos queremos. La dirección política opositora es una buena muestra de las diferencias entre los partidos llegando algunos hasta el odio. Pues no hay forma de trabajar juntos si no hacemos lo que Jesús manda: Perdónense, que lo demás viene solo.
Valga de cierre esta buena frase de Mark Twain: “El perdón es la fragancia que derrama la violeta en el talón que la aplastó”. No hay mejor ocasión para empezar a hacerlo.