El liderazgo político no se escoge en elecciones
Quisiera hacer una precisión importante relativa a una nota anterior (ver Hacia una nueva representación opositora). De hecho, titulé la nota haciendo énfasis en el término “representación” y no en el término “liderazgo”. Específicamente resalté: “A pesar que los liderazgos no se decretan ni se eligen, porque la situación misma los genera, los venezolanos debemos encontrarle nuevos cauces y alcances a la lucha opositora por encima de lo que nos ha sucedido a través de una representación actualizada y legitima”.
Los líderes son el resultado de un proceso complejo. Tanto en política como en otros campos no se selecciona por votación a un líder, se escoge a una persona para que ejerza una posición de representación. Por ejemplo, en el pasado, las grandes corporaciones, estilaban “construirle” una carrera a las personas buscando un perfil ejecutivo alineado con los planes del negocio y que en el futuro pudiera llevar las riendas de la empresa.
De esa manera, en el transcurso del tiempo, se decantaban los mejores prospectos hasta llevar a la cima corporativa a quienes iban a liderar el negocio. Cualquiera que haya trabajado en la industria petrolera venezolana sabe de lo que estoy hablando. En ese contexto, por ejemplo, la Junta Directiva de Exxon no somete a votación entre sus empleados quienes asumirán las gerencias o los principales puestos de mando. Esos puestos le corresponden a los más capaces, formados dentro de sus propias filas, que tras años de preparación, son evaluados de manera constante por la pirámide empresarial para ser seleccionados para las importantes responsabilidades que conllevan conducir esos emporios. Lamentablemente eso no es así en el mundo político.
En política, y más aun en la política venezolana, se confunde el término líder con jefe. La gente común tiene todavía la percepción errónea de que ambas cosas son lo mismo y no es así. Un liderazgo político se cultiva en el tiempo. Las personas que tienen la responsabilidad de conducir grupos, además de responder a las tres preguntas a las que hice referencia en el año 2015, deben saber diferenciar liderazgo de autoridad. Veámoslo en las palabras de Simon Sinek:
«Así que liderazgo y autoridad no son lo mismo. El título te da autoridad. Te da un rango, ¿verdad? Pero no te convierte en líder. Conozco a muchas personas que se sientan en los altos niveles de las organizaciones que no son líderes. Hacemos lo que nos dicen, porque tienen autoridad sobre nosotros, pero no confiamos en ellos y no los seguiríamos a ninguna parte. Y conozco a muchas personas en niveles bajos de las organizaciones que no tienen ningún rango formal, ninguna autoridad formal, pero que han tomado la decisión de cuidar a la persona que está a su izquierda y de cuidar a la persona que está a su derecha. Y nosotros confiamos en ellos y les seguimos a todas partes…” (ver Simón Sinek, Tener autoridad puede darte un titulo, pero es la confianza lo que te convierte en un líder).
Los jefes políticos de los partidos en Venezuela se creen líderes. Esperan que la gente siga creyendo en ellos cuando han perdido completamente la autoridad moral, debido a las acciones de las que han sido protagonistas. Al decir del mismo Sinek, “La gente no compra lo que uno hace; compra el porqué uno lo hace” . ¿Y por que creen los venezolanos que los lideres políticos hacen lo que hacen? ¿Podrían creer que el bienestar del pueblo venezolano motiva sus acciones? No lo creo, así como tampoco lo creyó más del 75% u 80% de los electores que no fueron a votar el 21N.
Entonces, en este punto, al haber establecido que no podemos “escoger” a través de elecciones, o de cualquier otro proceso semejante, un liderazgo político, el esfuerzo entonces se debe centrar en escoger representantes de entre las diferentes opciones desde las filas de la sociedad civil, o de los mismos partidos cuyos dirigentes aun mantengan cierta credibilidad. Las personas con capacidad de empatía y confianza, comunicación clara y sobre todo honesta, deberán sobresalir de los representantes escogidos. Ellos serían los que finalmente conformarán ese liderazgo esperado de la sociedad. Pero, ¿cuál deberá ser el planteamiento a los venezolanos para que de allí surja la confianza necesaria para seguirlos y apoyarlos?
Creo que esos representantes no deberían vender su carisma como en el pasado, sino expresar claramente cuáles soluciones propone aplicar a los problemas de los venezolanos más allá de un simple cambio de personas en los puestos de poder. Esos aspirantes a una nueva representación política deberán venderles a los venezolanos cómo ellos conciben el cambio y cuáles son sus propuestas para realizarlo. En otras palabras, “porque está haciendo lo que está haciendo” para que la gente siga su liderazgo, como indicaba Sinek. De esa manera, si luego de ser electo es consistente con sus propuestas y se gana la confianza de las mayorías, entonces podrá ser considerado un liderazgo político consistente y serio.
En toda Venezuela, la Alianza Nacional Constituyente Originaria, ANCO, ha expuesto a través de sus voceros autorizados en los Estados, un proyecto de cambio político de mucha envergadura y profundidad, que ha sido discutido en el seno de muchos sectores representativos de esas comunidades regionales. El Gran Cambio (ver El Gran Cambio, Propuesta para la Refundación de Venezuela) es la expresión ideal de las aspiraciones de muchos posibles representantes. De hecho son líderes naturales de sus gremios en sus regiones, pero que al no existir la institución política legítima por excelencia en el país, un Parlamento electo sin las trampas del régimen, la voz de esos posibles representantes seguirá silenciada, no pudiendo expresar esa voz autorizada ante los venezolanos.
Esta representación debería ser la cantera natural de un nuevo liderazgo político que abogue por una nueva institucionalidad a través de dos caminos: a) como parte de un Congreso Ciudadano que sea una expresión fiel de la sociedad civil, producto de una elección legítima a través de mecanismos ad hoc que la misma ciudadanía establezca; o b) como una representación electa de constituyentes en el marco de una convocatoria a una posible Asamblea Nacional Constituyente Originaria que establezca una nueva institucionalidad en Venezuela.
El camino constituyente es mucho más expedito que el primero, y en ambos casos sería muy saludable la elección de representantes cuyo liderazgo la ciudadanía estaría en posición de evaluar de acuerdo a lo que propongan para resolver los problemas del país, más allá de ellos como producto electoral. Ojalá que a partir de ahora esa sea la medida que diferencie un representante de un verdadero líder para el bien de este país atropellado.
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