El Estatuto no es el problema

Opinión | diciembre 29, 2021 | 6:26 am.

“La política es una empresa humana infinita para encontrar las respuestas de todos los pesares que causa el Todopoderoso…” Anónimo

Cualquiera que entienda la política como algo sublime, muy lejos de la ambición personal y las formas de enriquecimiento con lo que es de todos, no puede más que coincidir con esas palabras anónimas. Los que hicieron los mayores sacrificios en esa actividad son perfectamente identificables solo con ver cómo pasaron los días finales de sus vidas.

Sin embargo, tampoco podemos aspirar que los políticos sean santos que renuncien a todo a favor del bien de la humanidad así como tampoco no podemos esperar que no exista una dosis clara de ambición de poder en la conducción política. De hecho es sanamente necesaria para poder producir los cambios que toda sociedad necesita. Es por eso que el balance en la mezcla de los atributos es indispensable así como una fuerte dosis de propensión a servir a los demás.

Lo lamentable de toda esta historia es que los ciudadanos no disponemos de un medidor para conocer esa mezcla previo a escoger a quienes ocuparán las posiciones de responsabilidad y conducción política, dejándonos llevar por lo que nos empaquetan los constructores de imagen como candidatos.

Un ejemplo reciente de eso es el Presidente Electo de Chile, Gabriel Boric, que pasó en vuelta de semanas de un radical incendiario mal vestido, corresponsable de la explosión terrorista de 2019 financiada por el régimen de Maduro, a un fresco y joven candidato Presidencial de una “izquierda moderada”. Ese cambio lo convirtió en Presidente de Chile. Solo Dios sabe lo que les espera a los chilenos en los próximos meses. ¿Se dan cuenta ustedes de la importancia de esto sobre el bienestar de los ciudadanos?

Y así podríamos citar más ejemplos de mezclas impuras con mas componente de ambición de poder y dominación, de agendas ocultas, que de verdaderos deseos de servir a los ciudadanos. Sin ir muy lejos, el ejemplo de la insistencia no resuelta del siguiente episodio de la serie de terror que bien podríamos titular “Estatuto de la Transición y Presidencia Interina”, que ha polarizado –de nuevo- a Venezuela entre quienes creen –con razón o sin ella- que no saldremos del régimen sin un Presidente Interino y una Asamblea Nacional de Diputados vencidos, y aquellos que creemos que Venezuela es mucho más que eso.

Al margen de toda esa discusión jurídica de lo inconstitucional –otra vez- del nuevo Estatuto, al que bauticé como reencauchado, los venezolanos tenemos que centrar nuestra discusión en otra pregunta: ¿son esos mismos políticos, dirigentes, o como los quieran llamar, los que resolverán el problema que nos ocasiona el régimen de Maduro, si no lo han podido resolver desde cuando fueron electos diputados aquel 6 de diciembre de 2015? ¿De verdad lo creen? ¿Les seguiremos dando otro año más de chance cuando la situación económica de todos nosotros se agrava cada día y cada minuto que pasa? ¿No sería más adecuado pensar en una mezcla diferente?

No pasaré el resto de esta nota discutiendo si ese Estatuto para la Transición es inconstitucional o no, cosa que por cierto ya hice en notas pasadas, porque ese definitivamente no es el problema. Tal vez pueda ser la justificación de un argumento a favor o en contra de continuar arando con los mismos bueyes. ¡Pero es que ya los bueyes no sirven! ¡Se están muriendo o ya están muertos! Que es preferible que tomemos el azadón nosotros mismos y aremos la tierra porque alimentar a unos bueyes inservibles retrasa la siembra e impide avanzar para conseguir el alimento. ¡Ya es una cuestión de vida o muerte para todos!

Y aquí no me detengo a darle o no el apoyo a las propuestas que van en la dirección de la renovación del liderazgo político, que por cierto ya mencioné hace algunos días. Es una verdad incontestable que debemos cambiar el liderazgo político –los bueyes- pero eso no puede ser el fin en sí mismo de esta lucha. Claro que deben existir conductores con la mezcla adecuada de atributos para servir a los ciudadanos, eso no se puede discutir. Pero la discusión objetiva debe ser como nos ponemos de acuerdo para lograrlo. Sin embargo, ¿cómo podremos llegar allí si ni siquiera estamos de acuerdo en que los bueyes que retrasan nuestra siembra no sirven? ¡Ese es el problema fundamental!

Es por eso que no es de ninguna manera hueca la expresión ¡Que el pueblo decida! de ANCO. Como los bandos en pugna política nunca se pondrán de acuerdo, entonces ¡Que el pueblo decida! Dejen que el pueblo decida el destino de Venezuela, como se lo escribió el Libertador a Santander en la carta de 1826 que reproducimos al final de cada comunicado de ANCO. Y no solo que decida representantes o liderazgos, sino que decida también en cual dirección esos líderes y representantes desarrollarán el país. Para eso es la previsión Constitucional de una Asamblea Nacional Constituyente Originaria. Nada puede ser más democrático que eso, y la respuesta ha estado allí todo el tiempo.

Si quienes estamos de alguna manera metidos en política, no alcanzamos a entender que esta “es una empresa humana infinita para encontrar las respuestas”, entonces ¿qué estamos haciendo aquí? Si yo estuviera en la situación de esos bueyes cansados pero enriquecidos de poder –y algunos de dinero- deseosos de continuar, estuviera muy asustado porque nos sacrifiquen. Pero no les tocará otro destino si ellos mismos no se paran y dejan que los sembradores decidan si viven o mueren. Al menos así tendrían algún chance de sobrevivir…

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