La fragilidad de la vida y la imposibilidad de controlarla
En la tradición del matrimonio judío hay un ritual en donde el novio pisa una copa de cristal envuelta en un pañuelo, representando de esta manera la fragilidad del matrimonio e invitando a los novios a cuidar la relación para que esta sea eterna.
De igual manera ocurre con la vida. Si es cierto que estamos en manos de Dios, también es cierto que hay aspectos de la vida que nos corresponden cumplir de la mejor manera para que esta termine siendo provechosa en vez de tormentosa.
Ahora bien, ¿cómo cuidar la vida? Para poder responder esta interrogante debemos comenzar por definirla. Sin embargo me atrevería a decir que es imposible conseguir una respuesta única y universal. Es una tarea individual de cada Ser Humano y serán las experiencias vividas las que responden.
Sin embargo y para tratar de ubicarnos en un contexto pudiéramos definirla como el conjunto de experiencias acumuladas (buenas y malas) que terminan moldeando lo que somos, un proceso de construcción permanente que nunca termina.
Son precisamente estas experiencias negativas y positivas las que crean el equilibrio perfecto para poder generar las herramientas necesarias para cuidar la fragilidad de la vida y moldear una vida soportablemente feliz. En este punto entran en escena el tiempo y el alma que son el “todo superior”, un todo en donde nuestro Ser particular se desarrolla y crece.
En este espacio infinito somos partículas diminutas y frágiles, entendiendo de esta manera que el control que tenemos sobre la vida es nulo. Intentar hacerlo terminará siendo una necedad oprobiosa que solo hará que el conjunto de experiencias de la que está llena la vida termine siendo azarosas y pesadas.
Aferrarse a controlar lo incontrolable es una angustia peligrosa que destruye la vida. Por eso el consejo inteligente de orar y trabajar (Ora et labora) siempre estará vigente y será una manera de estar alejado del ocio y la vanidad que destruye y alimenta el egoísmo confundiendo nuestra condición diminuta, haciéndonos creer que somos ser superiores capaces de lograr lo imposible e inevitable.
En la película sobre la vida del piloto alemán de Fórmula Uno Schumacher transmitida por Netflix, tenemos un ejemplo de una vida que logró lo que se propuso, pero en el momento que estaba en la cima para empezar a disfrutar de una vida más relajada y espiritual, el “todo superior” en apenas segundo lo cambió todo.
De tal manera que la vida no está en nuestros manos. Pretender controlarla es un acto de soberbia peligroso que seguramente terminará quebrándose. Tener presente esta fragilidad nos hará más fuerte y será la humildad junto a las acciones bondadosas la que nos otorguen esos destellos de felicidad en cada experiencia que harán de cada uno una vida plena y única que hará ligero y satisfecho el camino.
@lombardijose