Una ruta de negociación diferente

Opinión | agosto 15, 2021 | 6:22 am.

No es fácil opinar sobre lo que se trata una negociación internacional. Cuando han ocurrido estos procesos con el régimen siempre me he preguntado que hubiera dicho mi profesor en la Maestría de Economía Internacional de Faces-UCV, el Dr. Carlos Guerón, a quien tuve el honor de conocer en su cátedra de Negociación Internacional, hace casi 30 años, justo antes de su lamentable desaparición física.

Una vez me referí al Prof. Guerón en una nota de 2017 porque siempre insistía en que uno no se podía sentar a negociar acerca de Dios con el Ayatolah Komeini. Simplemente no solo era una estupidez, sino completamente inútil. Porque ¿cómo alguien podría discutir con un comunista la revolución bolchevique, el asalto al Cuartel Moncada o que los imperialistas no asesinaron a Salvador Allende? Porque inmediatamente saltaba la pregunta: ¿debemos negociar con narcotraficantes y terroristas? ¿Podríamos negociar con quienes acabaron con nuestro país como langostas y que acepten eso, y se vayan en paz?

En aquellos días de finales de 2017, luego de la Consulta Popular del 16 de julio, estaba muy reciente y claro para nosotros que la oposición oficial había traicionado el mandato popular, negociándolo por las elecciones regionales que ocurrieron al finalizar ese año. De alguna manera ahora está ocurriendo lo mismo pero con una situación agravada exponencialmente con claros síntomas a repetir la misma historia, pero con el régimen buscando una legitimidad internacional que los sucesos en el país y las sostenidas violaciones a los Derechos Humanos, le han arrebatado en estos casi 4 años de descuartizamiento de Venezuela. Ahora el régimen busca que la oposición oficial los legitime de cara a la Comunidad Internacional, buscando que les reconozcan su Presidencia y Parlamento ilegítimos, y de paso que se les devuelva el dinero que les han robado a los venezolanos, sin contar con que les levanten las sanciones que les han impuesto por precisamente violentar la democracia y la libertad de los venezolanos. Mayor descaro imposible.

Sin embargo la oposición ha ido a “negociar” en México. Desde esa nota de 2017 he sostenido -y todavía sostengo- que lo único negociable con Nicolás Maduro Moros y sus mil ladrones son los términos de su salida del gobierno. Eso es lo que la oposición debería estar negociando y no reconociéndolos de entrada como “Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela” como lo suscribieron ayer 13 de agosto de 2021 en su “Memorando de Entendimiento”.

Desde mi perspectiva, el régimen solo con esa firma logró la desaparición de la Presidencia Encargada de Juan Guaidó.

Pero voy a darle a la oposición el beneficio de la duda. De un proceso verdadero de negociación, entendido como tal y con la seriedad que el caso tiene, deberían salir perfectamente cubiertos los intereses de las partes, no sus posiciones.

Me explicaré mejor en base a un ejemplo que nos diera el Prof. Guerón en su cátedra, cuando Israel y Egipto negociaron la paz en Camp David, EEUU, en 1978. Israel había ocupado durante la Guerra de los Seis Días la Península del Sinaí perteneciente a Egipto. Cuando se reunieron sus posiciones eran irreconciliables. Israel no cedía en conservar el territorio conquistado en el Sinaí, y Egipto insistía en que se le devolviera la soberanía de su territorio. Se dibujaron muchos mapas pero en todos no se lograba devolver a Egipto el control de la península. Para Israel no era posible volver a la misma situación previa a la guerra. Ambas posiciones estaban muy claras.

Entonces se hizo el análisis de los intereses de ambas partes. El principal interés para Israel era su seguridad. No aceptaría un vecino armado hasta los dientes respirándole al cuello. El interés de Egipto era recobrar la soberanía sobre un territorio que les había pertenecido por miles de años. El Presidente Mohamed Anwar al Sadat de Egipto y el Primer Ministro de Israel, Menájem Begin, negociaron en Camp David un plan que devolvía la soberanía plena del Sinaí a Egipto, pero garantizando la seguridad de Israel a través de zonas desmilitarizadas en el territorio previamente conquistado. Se conciliaron los intereses de ambas partes, no sus posiciones iniciales. De esa manera ambos pudieron firmar la paz.

Volviendo a nuestro caso venezolano, desde la perspectiva del ejemplo del Dr. Guerón, es el análisis de los intereses, no de las posiciones lo que se debería ventilar en ese proceso de México. Pero allí es precisamente donde se sube la gata a la batea. ¿Son conciliables los intereses de las partes? Veamos.

Examinemos primero las posiciones. ¿Cuál es la posición de Maduro y su combo de delincuentes? Que los reconozcan fuera de Venezuela como gobierno legítimo del país, con todas las prerrogativas que eso conlleva, con el consiguiente levantamiento de las sanciones impuestas por la Comunidad Internacional. ¿Cuál es la posición de la oposición oficial? Que el régimen acepte ir a elecciones Presidenciales y Parlamentarias justas, libres y verificables, libere a los presos políticos, restablezca a los partidos, acepte la ayuda humanitaria, etc… En otras palabras que acepte una condición democrática y de respeto al Estado de Derecho y los Derechos Humanos que no han tenido nunca desde que secuestraron el poder. Si consideramos el talante autoritario demostrado por el régimen en más de 20 años, podemos concluir que ambas posiciones son irreconciliables.

Intentaré analizar cuáles podrían ser los intereses de ambas partes. Interés del régimen: uno solo, permanecer en el poder. Interés de la oposición: sustituir al régimen en el poder. Si alguien ya está en el poder, ¿por qué habría de ceder en una negociación para ser sustituido? De allí lo irreconciliable de las posiciones. Si los intereses no son complementarios, ¿cómo podría conseguirse una solución?

Los intereses de las partes pudieran ser complementarios si de lo que estuviéramos hablando aquí es de la supervivencia de ambas, no de quien ocupa el poder. De allí que un reenfoque de esa negociación debería concluir que ni las elecciones presidenciales o cualquier otra, ni el reconocimiento de un régimen ilegitimo deberían ser motivo de esa negociación sino el bienestar del pueblo venezolano, con la garantía de que ambas partes regresen al juego democrático (si es eso posible) como una forma de acceder al poder. De otra manera no habría conciliación de intereses.

¿Y qué proceso podría garantizar eso? Solo hay uno posible: dejando que sea el pueblo el que decida. Pero no en una “elección” de cargos, sino en una elección que designe aquellos que puedan cambiar la realidad del país. Y eso en nuestra Constitución tiene un nombre: Asamblea Nacional Constituyente Originaria. Esa fue nuestra propuesta desde el Consejo Rector de la Conferencia Ciudadana de Restablecimiento Constitucional y Democrático y desde ANCO desde nuestra fundación, donde indicamos que ese proceso negociador fracasó desde el comienzo precisamente por las razones explicadas previamente: los intereses son contrapuestos y no van en la dirección de beneficiar a los principales actores que somos todos los venezolanos, sino al de los negociadores que dicen representarnos. Planteado así cualquiera que sea el resultado de esas negociaciones en México no beneficiará al pueblo venezolano.

Al plantearse una negociación diferente donde una Constituyente sea el centro de la discusión, entonces los intereses de supervivencia de ambas partes se podrían discutir de una manera civilizada, sin importar la condición de las partes. El centro de los intereses de las partes no sería el poder, sino la convivencia pacífica, hasta dirimir precisamente de qué manera se ocuparía el poder posteriormente.

El reciente comunicado de ANCO explica en qué términos se plantearía ese proceso de negociación: “…proponemos a la Comunidad Internacional, representada por los EEUU, la UE y Canadá, a los sectores representados por la oposición política encabezada por el Ing. Juan Guaidó Márquez, en su calidad de Presidente Encargado reconocido por la comunidad internacional, y al régimen que encabeza Nicolás Maduro Moros, que el proceso de negociación política exigido por la comunidad internacional, se lleve a cabo sobre las siguientes bases: a) Objeto de la negociación: la Convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente de carácter Originario; b) Participantes: Una negociación entre cuatro (4) partes: una delegación de la Comunidad Internacional firmante de la Declaración Conjunta del 25 de Junio (EEUU, la UE y Canadá); una delegación de los sectores de la oposición política que encabeza Juan Guaidó Márquez como Presidente Encargado reconocido por la comunidad internacional; una delegación del Consejo Rector de la Conferencia Ciudadana para el Restablecimiento Constitucional y Democrático, como representación de los más de 6,4 millones participantes de la Consulta Popular de Diciembre de 2020; y una delegación del sector gubernamental que encabeza Nicolás Maduro; c) Puntos a negociar: 1) la designación de una Autoridad Electoral Ad-Hoc con la participación y apoyo de los organismos técnicos de la Comunidad Internacional, únicamente para la elección de los ciudadanos Constituyentes que representarán a todos los venezolanos en la Asamblea Nacional Constituyente; y 2) Las Bases Comiciales que regirán la elección de los Constituyentes; d) Garantías del proceso: las partes establecerán las garantías para que se cumplan los acuerdos y compromisos a los que se lleguen en el proceso de negociación”.

Si se desea verdaderamente resolverle al país la grave crisis por la que atraviesa de una manera pacífica, constitucional y electoral, esa es la ruta. De otra manera no importarán las posiciones ni los intereses. Todos los involucrados, incluyendo la Comunidad Internacional, le estarán dando la oportunidad al comienzo de la violencia. Esa es válida pero sumamente costosa para todos…

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