El ejercicio de la actividad política
“La política debería ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano” Dwight D. Eisenhower (1890 – 1969) Militar y político – presidente 34 de EE. UU. (1953 – 1961)
Los políticos activos, los que pasan a la reserva y los que, como en mi caso, la ejercemos a tiempo parcial y sólo nos circunscribimos a emitir una opinión, estamos sometidos al riguroso escrutinio de la opinión pública. Y a aceptar, obligados por la realidad que pareciera imposible cambiar, que el inventario que siempre se hace de nuestras ejecutorias públicas y privadas es de los errores cometidos y defectos, los cuales como todos los seres humanos cometimos, cometemos y, sin duda, tenemos. Nadie es perfecto.
Las virtudes, pocas o muchas que poseemos, le cuesta mucho a la gente reconocer y destacar, sobre todo, a nuestros enemigos gratuitos, aun cuando hayan sido favorecidos por nuestra acción y siempre le tendimos y tendemos la mano amiga y solidaria en momentos de alguna dificultad. No hay amargura. La satisfacción de haberles sido útil supera con creces, alguna molestia, odio o resentimiento, defectos de los carecemos y estamos bien lejos, a pesar de que, el paredón de fusilamiento está, sobre todo, en campaña electoral, más activo que nunca. Los disparos son a discreción y sin miramientos. El que ejerce o aspire ejercer la actividad política tiene que estar claro de esa realidad y curarse de espantos. El que se crea monedita de oro, que ni se le ocurra acercarse a la jungla de la política. Es candela.
Es por eso que no comparto el criterio que muchos tienen acerca de la actividad política cuando sentencian: la política es sucia ¡No! Es una actividad digna y ejemplar cuando se ejerce con la pasión de servir, honestidad, vocación, entrega, diligencia, eficiencia y sacrificando muchas comodidades y tranquilidad emocional y familiar. Lo afirmo con conocimiento de causa. El que no le gusta el calor que no se acerque al fogón.
El criterio, según el cual, la política es sucia es consecuencia de la conducta errada, irregular, irresponsable y hasta desviada de muchos actores de esta noble actividad. Toda regla tiene su excepción. No todos deben ni pueden ser medidos con la misma vara. Hay muchas excepciones. Empero, también, es una incuestionable verdad, que la generalización espanta a mucha gente, especialmente a las damas, que aún, teniendo excelentes ideas, deseos de servir, ser útiles y cargadas de las mejores intenciones, se cohíben de participar horrorizadas, para no correr el riesgo de ser empantanadas por los tira piedras de oficio. Una lástima.
El que cree que se pueden cambiar las cosas, posee espíritu de lucha, vocación de servicio, honestidad, una visión diferente y puede contribuir a humanizar la política, no debe inhibirse. Está obligado a meterse en las entrañas del monstruo, para con recta conducta, ejecutorias y el ejemplo de su accionar, cambiar la mala percepción que se tiene de la actividad política. Rómulo Betancourt, sabiamente decía “Una cosa es estar en la candela política y otra desde lejos decir cómo se apaga”. Es fácil destruir, lo difícil es construir una carrera política. Es un desafío para valientes. No vale achicopalarse. Hay que echarle ganas.
Es importante, entonces, que todo ciudadano ejerza la política aunque sea a tiempo parcial y, estoy seguro, cambiará su percepción. Inténtenlo y verán. A mis enemigos gratuitos, les agradezco sus comentarios y opiniones, pero, háganlo con inteligencia y con un vocabulario de altura. Entiendan: Tengo por norma, que cuando me ofenden, elevo mi alma muy alto, para que las ofensas no me alcancen. No insistan porque el odio los consumirá.
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