Personajes de mi pueblo (Cruz María Bompart)
«El talento es un don que Dios nos ha dado en secreto y que nosotros revelamos sin darnos cuenta” Charles Louis de Secondat, barón de la Brède y de Montesquieu (1689 – 1755) Escritor francés
“Le pido a Dios valor y paciencia” es el primer epígrafe que se lee en una de las paredes de lo que fue la oficina de lamentablemente desaparecido, Cruz María Bompart, quien había nacido el 3 de mayo del 1929 en San Carlos Borromeo de Macuro, estado Sucre, sitio dónde Cristóbal Colón, pisó por primera vez el continente americano.
Los padres, Cruz Carret y Dora Bompart, eran agricultores y, cuando nuestro personaje estaba muy niño, el papá, lamentablemente, falleció. No lo conoció. La señora Dora, con sus 3 hijos a cuestas, empezó a viajar, buscando mejorar sus condiciones de vida y sacar adelante a sus hijos. En ese trajinar llegó a Pedernales, estado Delta Amacuro, pasó al campo petrolero, Mata Negra, estado Monagas y, después llegó a El Tigre. La doña, elaboraba dulces caseros, que los niños vendían en la calle. No le fue bien aquí y se fue hasta El Tejero, estado Monagas, luego pasó a Punta de Mata, en el mismo estado, desde dónde regresó a El Tigre, para quedarse para siempre. Ella con los dulces y conservas, le sobrevivía, a la dura situación y logró sacar adelante a sus hijos. Una abnegada y ejemplar madre de familia. Ejemplo a seguir.
No se equivoca el refranero popular cuando reza “De tal palo, tal astilla” porque Cruz María Bompart, su hijo, trabajó duro en las polvorientas calles de los incipientes pueblos antes mencionados vendiendo los dulces y conservas para ayudarse y ayudar al núcleo familiar. También fue pregonero de los diarios bolivarenses “El Loro” y “El Luchador” que distribuía en El Tigre, la vecina de la familia, la señora Bolivia La Rosa.
En ese tiempo la familia Bompart vivía en las adyacencias de dónde ahora,está el edificio que construyó la administración del Lcdo. Dennis Balza, cuando ejerció la gobernación, para el funcionamiento de la Prefectura, ahora Registro Civil. Cruz María le echó ganas desde muy niño, para ganarse la vida y en ese tiempo, también, estudio en el Kínder del maestro Trocel, el cual funcionaba, muy cerca de la entrada del callejón Berruecos y el galpón que sirvió de sede al desaparecido Cine Bolívar. La primaria la completó en la escuela José Manuel Cova Maza y no continúo el bachillerato, porque en el pueblo, en esa época, no había liceos. Era la Venezuela semirrural y eran muy pocas las oportunidades de realización y había que trabajar para vivir dignamente. Bompart asumió el reto, nunca desmayó y, hasta el día de su fallecimiento, lució una hoja de servicios impecable como trabajador a tiempo completo. Fue un emprendedor exitoso.
La señora Dora, en los inicios de la década de 1940, conoció, se enamoró y formalizó una relación con un andino de nombre Pedro Páez, que se dedicaba a las artes gráficas y fue el pionero de la publicidad y propaganda en el pueblo. Bompart, que desde niño tenía inclinaciones por los dibujos, se hizo su ayudante, aprovechó sus enseñanzas, perfeccionó sus técnicas y cuando el señor Páez abandonó la ciudad, ya era un profesional, que le permitía atender la demanda de aquellos tiempos. En el año 1945 se independizó, trabajó día y noche, pintando los lemas comerciales de las bodegas, abastos, almacenes, tiendas, concesionarias de vehículos y los nombres de los colegios que iban surgiendo en el pueblo. En esas actividades, los directores de las escuelas lo requerían, para que trazara en las paredes, en letras de molde y con las técnicas del arte gráfico, pensamientos del Libertador y de su maestro don Simón Rodríguez. Es obvio que Bompart estaba obligado a darle crédito al autor de las frases célebres y, también dejar constancia de que, lo primoroso del trabajo era de su autoría. De allí que, en una esquinita, colocaba su apellido. Empero, la imaginación popular colocó en boga una anécdota, que se extendió en el tiempo y, hay quienes todavía, la repiten en tono jocoso. El mismo Bompart, con su proverbial buen humor no las contó. “La gente inventó que me habían detenido, porque en un mural que rezaba “Moral y luces son nuestras primeras necesidades” abajo coloque en vez de Bolívar, Bompart. Falso, pero es un buen chiste, que se convirtió en una anécdota muy popular en el pueblo. Eso surgió del alma popular que la repitió y repite tanto que quedó como una leyenda urbana para la posteridad. Es el buen humor que caracteriza al tígrense.
Bompart cuando culminó la segunda guerra mundial, en su condición de pintor, hizo cuadros de Simón Bolívar y Winston Churchill y los donó al kínder del maestro Trocel. La inconfundible pickup amarilla con vivos rojos y los avisos que publicitaban su taller de artes gráficas, poseían esos colores porque para su persona tienen una simbología especial. El amarillo porque le da luz y el rojo simboliza el sacrificio que hace para ejecutar el trabajo. En sus más de 70 años en la profesión, tuvo como compañero de labores a Nelson González (NEGOT), que llegó al pueblo hecho todo un profesional y luego sirvió de facilitador a Luís Campos, que hoy es un destacado diseñador gráfico.
En ese largo trajinar profesional fue objeto de múltiples reconocimientos, dónde destacan “El Tiuna de Oro”, organización que presidió Vicente Reyes, “Rotary Club” cuando Omar Pabón y Carlos Grisoni, dirigían esa prestigiosa organización internacional. “Cámara de Comercio”, cuando la presidió Alberto Barrios y “Orinoco de Oro” en la época de Oscar Flores, entre otros. El taller de artes gráficas de Bompart, desde su fundación en el año 1945, hizo gala de sólo 2 nombres: “Agencia publicitaria Bompart” y el actual “Vallas € Letras Bompart”. En la década del 1950 viajó a Caracas a perfeccionarse en las artes gráficas y nunca ha detenido el impulso para adaptarse a las nuevas tecnologías y, para cumplir a cabalidad, con su nuevo lema de “Un nuevo concepto de imagen”, articuló un moderno laboratorio de computación con tecnología de punta que, ahora, operan a la perfección sus hijos. Los avances tecnológicos nunca lo vencieron. El hombre siempre se adaptó para no perecer.
La ciudad fue creciendo y Bompart fue cambiando el lugar de su taller. Lo inició, en el callejón Igualdad, detrás del desaparecido Bar Bohemia, luego se ubicó en la avenida Francisco de Miranda, al lado del antiguo local dónde funcionó el Banco de Venezuela, edificio del extinto José “Pepe” Descarrega y, dónde funcionó tiendas KORIX. Luego cuando la ciudad se expandió por la parte oeste y junto a su primera esposa Elsa Díaz, que era oriunda de Santa Ana, con la cual procreó 7 de sus 16 hijos: Cruz María, Enrique, Dora, Daniel, Carlos, Elsaimara y Elsaida, emprendió la fundación del barrio Hernández Parés.
El nombre lo tomó en honor a la unidad educativa de ese nombre que quedó en la entrada del sector y la calle principal la bautizó Guanipa, por Radio Guanipa, que fundó y dirigió don José Luís Tineo López, que se había convertido en una gran aliada, en las luchas, que libró al lado de otros vecinos, para lograr la acometida de los servicios públicos y el engrandecimiento del sector. El número de su casa en la calle Guanipa era el 72. Año de la consolidación del barrio. Tiempo después, se divorció, compró un amplio terreno en el 8vo. callejón sur – Exactamente detrás de dónde luego construyeron Unicasa – allí, construyó una nueva vivienda y un pequeño galpón para el taller. En ese tiempo, tuvo una aventura amorosa y, nació su hijo Alexis. Nadie vive sólo en el mundo y siempre llega un amor.
A tal efecto, formalizó una nueva relación con su actual esposa Teresa Padrón, que nació en las Piedritas – Vía Pariaguán y con la cual ha procreado 8 hijos. Wilfredo, Enrique, que falleció en un lamentable incidente, Kelwin, Darwin, Keila, Ana, Mary y José. Como todos los hijos, sus más de 40 nietos y bisnietos viven muy cerca, ese terreno se convirtió en una vecindad. Cruz María Bompart, desde ese sitio, a pesar de su avanzada edad y un ACV del cual fue víctima, atendía a su numerosa clientela siempre proveniente del sector privado. El sector oficial y la industria petrolera, que eran consuetudinarios clientes, cuando llegó la revolución, no se explica por qué, prescindieron de sus servicios. No hay amargura, la vida continúa y como a nadie le falta Dios, siempre los ingresos le alcanzaron para atender sus necesidades básicas, hasta el día de su muerte. En el taller todavía hay una inscripción que dejó con el lema. “Dónde hay un Bompart, hay un caballero” y, en honor a la verdad, él siempre atendió a los visitantes, clientes y vecinos, con una gran amabilidad y caballerosidad. La familia continua ese legado. Una prueba de que la escuela de los padres es infalible. Visítelos y se convencerá.
Cuando en la ciudad se toque el tema del arte gráfico es obligatorio mencionar de primero al señor Cruz María Bompart. El pueblo fue creciendo y ese arte en paredes, frentes, vallas y letras que se visualizó, se visualiza y se visualizará, por muchos años más, en negocios, calles, avenidas, llevan el sello indeleble del talento que Dios le dio a este insigne trabajador de la pintura cuyo don develó y desarrolló, por suerte, en esta ciudad.
Podemos afirmar, sin temor a equívocos, que, con su trabajo creativo, su prolífica dinastía y su fecundo trabajo, Bompart, puede considerarse, el precursor de esa actividad en esta región y, fue un ciudadano integral que contribuyó con el progreso, el desarrollo y engrandecimiento de esta pequeña urbe, la cual nació aluvionalmente, al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933, fecha referencial, acertadamente seleccionada para marcar su fundación, en tal sentido, nos remitimos al monumento del pozo OG-1, enclavado en Campo Oficina, que dio inicio a la historia de El Tigre. Es la verdad histórica.
Creo, entonces, importante, que cuando nuestros eximios cronistas, historiadores e investigadores, de nuestro grandioso y fértil pasado y presente, decidan escribir la verdadera y autentica historia de esta ciudad incluyan a este distinguido protagonista, como lo fue don Cruz María Bompart e incluso a los otros personajes que mencionamos en estos humildes destellos, en el disco duro de nuestra memoria histórica. ¡Vale la pena!