El régimen dice “¡Ooooléee!”
Venezuela, teóricamente, sería un paraíso para la oposición. Ganarle al régimen sería de lo más sencillo, pues ha sido (según especialistas en la materia) el más corrupto del hemisferio occidental luego de la segunda guerra mundial. No solo ha empeorado los tradicionales problemas de la llamada cuarta república. Ha creado otros infinitamente peores. Ha convertido la nación en la segunda (a punto de ser la primera) fuente de emigración internacional producto del depauperamiento de la calidad de vida más acelerado del siglo XXI… Entonces, ¿Qué pasa?
Al respecto el régimen tiene dos estrategias. La primera es eliminar paulatinamente la oposición, sea orgánica (la política) o ciudadana, al evitar todo tipo de protestas en su contra. De este modo, hacer oposición real en Venezuela no solo es muy cuesta arriba sino peligroso, el absolutismo del régimen, su control absoluto de las instituciones, recursos y armas del Estado, le permiten institucionalizar la violencia para sus fines: retener el poder.
En segundo lugar, su férreo control mediático ha venido excluyendo, con éxito, en los medios de comunicación y redes sociales el país real. Su hegemonía obliga imponer agenda, haciendo que toda esa innumerable gama de problemas/tragedias que padecemos los venezolanos ni se mencionen en las televisoras, emisoras de radio, medios escritos, ni redes sociales, prácticamente el país está obligado a oír, leer o escuchar sólo de dos temas: Covid-19 y de lo “electoral”.
Como parte de su estrategia, observamos cómo, de cara a las regionales/municipales, ahora proliferan nuevas organizaciones políticas con “´liderazgos” aparecidos de la nada, a parte de los que se hicieron vía desafueros de los principales partidos políticos opositores de la nación.
De la boca de estos “lideres repentinos” se desprenden discursos idénticos a los del Psuv, por ejemplo; la exigencia del cese de las sanciones internacionales así permanezcan intactas las causas que las originan (ruptura del hilo constitucional y democrático). El “votar porque sí” cuando el voto no premia, castiga ni genera cambios, al contrario, solo eterniza la Venezuela de hoy. También, el atacar a la oposición venezolana reconocida mundialmente n al régimen.
Estamos obligados a apreciar por los medios y redes sociales un país totalmente ajeno, un país ficticio al que la élite gubernamental le conviene creamos existe, pero basta salir a la calle para darnos cuenta de la desintegración de Venezuela, e incluso, sin salir de nuestras casas, la escasez de gas, la agonía de los servicios de electricidad, agua, de telefonía o internet, nos obsequian sin mezquindad nuestra dura dosis de realidad.
Los procesos electorales tienen como misión premiar a los mejores candidatos, castigar a quienes lo han hecho mal y propiciar los cambios/mejoría que tengan lugar, pero desde que el chavismo llegó al poder, nada de eso es posible, los procesos electorales sólo ayudan al empeorar al país, pues son procesos innaturales, forzados, alejados de la ley y la legitimidad, máxime, cuando desde 2017 el régimen impone descaradamente partidos, candidatos y resultados.
De este modo, al encender una TV, una emisora de radio, leer alguna prensa escrita o usar una red social, el chavismo grita “Ooooléeee” pues sabe ha hecho que la mayoría de esas informaciones sean falsas o manipuladas ¡Ojo con eso!
@leandrotango