Hay una verdad irrefutable que nace de la naturaleza humana: somos seres sociales. Aquí nace el principio de la coexistencia. No somos nadie si no nos complementamos con el otro. Todos tenemos una dimensión individual que solo es capaz de ser desarrollada en la dimensión social (comunidad) o como dice esta encíclica “nadie puede pelear la vida aisladamente”
La encíclica, entre varios temas de actualidad, se refiere con especial atención a la globalización del libre mercado y como ésta, en su afán de producir bienes en exceso, termina convirtiéndose en bienes superfluos para satisfacer una demanda generadora de ganancias y riquezas desiguales que terminan alimentando la “cultura del descarte”. Una forma de vida espantosa en donde todo acción humana se reduce a lo material, “dime cuánto tienes y te diré cuánto vales”.
Es innegable que la ciencia y la economía han ayudado a ser eficientes la producción de riquezas. Sin embargo al hacerlo con inequidad se producen también “nuevas y más pobrezas”. La mayoría de economistas y tecnócratas modernos son enfáticos al defender los logros alcanzados por la modernidad pero la encíclica inteligentemente refuta estas afirmaciones diciendo: “cuando dicen que el mundo moderno redujo la pobreza lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas, no comparables con la realidad actual, porque en otros tiempos, por ejemplo, no tener acceso a la energía eléctrica no era considerado un signo de pobreza ni generaba angustia”
Es verdad que la globalización ha permitido acercar a la humanidad pero paradójicamente mientras más cerca creemos estar más nos alejamos. Dice la encíclica: “La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos…estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses individuales y debilita la dimensión comunitaria de la existencia”.
Recientemente un importante ejecutivo de la red social Twitter declaró que se sentía frustrado porque el espíritu de comunicación sano que aspiraban al crear la plataforma se había degenerado transformándose en un espacio hostil. Era necesaria esta autocrítica para recuperar el sentido de una comunicación sana. Uno de los medios impresos más importantes de Estados Unidos calificó a la redes sociales como “unsocial network” que en español se traduce como “redes antisociales”.
Para el filosofo Byung-Chul las redes sociales y la digitalización global es lo mas parecido al estado de vigilancia de Orwell. Es el control del cerebro con acciones anticipadas a través de la “inteligencia artificial” y todos los recursos tecnológicos disponibles para ponerlos al servicio de intereses superiores que puedan dominar a placer una humanidad auto explotada y domesticada al servicio de estos, nos dice textualmente el filoso “aquí no se tortura, sino que se tuitea o postea. Aquí no hay ningún misterioso ministerio de la verdad. La transparencia y la información sustituyen la verdad” pero una verdad deformada y manipulada por quienes controlan las grandes empresas digitales a quienes por nada a cambio le entregamos nuestro comportamiento social, haciéndonos de esta manera previsibles y manipulables, terminamos siendo un producto más del mercado capital.
La dignificación del Ser Humano vuelve a ser tema central para el Papa Francisco. La Biblia plantea que el sol sale para todos y que el todo es superior a la parte inclusive más que la suma de ellas. No hay preferencias ante Dios, todos somos iguales en nuestras diferencias. Será la humildad quien permita reconocernos unos a otros, una humildad de sometimiento positivo y fraterno como la experimento San Francisco de Asís, nos dice textualmente la encíclica “Todo Ser Humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país…Cuando este principio elemental no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la sobrevivencia”
El todo es superior a la parte, una parte convertida hoy en egoísta e individualista, un “virus radical” que engaña y nos hace creer que acumulando ambiciones, seguridades individuales casi todas vanidosas tendremos un mundo mejor, el Bien Común queda desplazado frente al individualismo, es su peor enemigo. De allí la importancia de neutralizarlo, trabajo este que dependerá del esfuerzo mancomunado de la Humanidad entera, hoy por lo menos podemos decir que algo hemos avanzado, la carta fundamental de Derechos Humanos acogida por las Naciones Unidas sigue siendo junto a las diferentes religiones del mundo un signo de Esperanza en la construcción del Bien Común, pero serán los Estados quienes deben dar los primeros pasos en esta necesaria aspiración.
La encíclica toca otros temas importantes para la construcción de un mundo fraterno por lo que se hace inevitable leerla y reflexionar.
Finalmente sobre el tentador tema del “conflicto inevitable” la encíclica plantea que debemos vivir con él porque es real e inevitable. Sin él no tendría cabida el perdón y la reconciliación, un conflicto que normalmente sucede entre los más cercanos, especialmente en el seno familiar. Dios nos invita a soportarlo para que desde el fortalezcamos el amor fraterno a través del perdón y la reconciliación que fortalecen el Ser. Cuando ocurre el conflicto nos toca decidir entre profundizar este o resolverlo.
Todos sabemos por experiencias propias lo terrible que implica dejar heridas abiertas y ese “fresquito” que según algunos deja la venganza/odio termina siendo una brisa pasajera que con el pasar del tiempo se transforma en un inquietante huracán de tinieblas llenando la vida de amargura, intranquilidad y tristeza, no habrá nunca mejor opción que el Amor Fraterno para quienes aspiramos una vida en Paz y Eterna.
@lombardijose