Personajes de mi pueblo (Isrrael “Pecos” Aguilera)
“El espíritu recto se regocija con el bien y sufre con el mal” Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.) Escritor, político y orador romano
Tígrense de pura cepa, Isrrael “Pecos” Aguilera vino al mundo en la 6ta. Carrera norte, el 11 de agosto de 1957 y es el 6to. descendiente de uno de los tantos matrimonios, que llegó a este incipiente pueblo, en busca de mejores oportunidades. Esta pareja la formaban el guireño Jesús León Aguilera (+) y la señora Tomasa Pinto (+) oriunda de Tucupita, quienes además procrearon otros 7 retoños: Ramón, Nilsa, Antonio, Jesús, Alonso, Oswaldo y Nellys y poseían 11 nietos y 8 bisnietos. Una prolífica dinastía sembrada en esta ciudad, la cual, nació al calor de la industria petrolera el 23 de febrero de 1933. Los primeros alumbramientos de la señora Tomasa fueron atendidos por la mano diestra de la comadrona del sector, la popular “Pascualita”. En ese tiempo se construía el primer centro de salud, no había salas de partos y las parteras empíricas atendían las parturientas, oficio que ahora, salvo algún aprieto de emergencia, es exclusividad de profesionales de la medicina. El Tigre estaba en pañales y estas dignas señoras ayudaban a darle vida a la vida. Eran profesionales muy diestras.
Isrrael “Pecos” Aguilera inició primaria en la escuela José Silverio González, la secundaria en el Liceo Alberto Carnevali y una vez que egresó como bachiller mercantil, la necesidad lo forzó a incorporarse al mercado de trabajo. Hogar humilde, siempre tiene la troja alta y había que empeñarse en hacer algo para ganarse la arepa y arrimar algo la mesa. En esa búsqueda, llegó al hospital General de El Tigre, dónde logró una suplencia como camillero. Una vez en esas labores, le llamó la atención y curiosidad la máquina de radiología porque notaba que era unos de los pocos exámenes médicos que no duelen, pero con el tiempo aprendió, que también es uno de los que causa más daño al paciente porque le destruye los glóbulos blancos. En ese tiempo los únicos profesionales de radiología eran egresados de La Universidad del Zulia, en esta zona, había muy pocos especialistas para atender la demanda y departamentos de radiología. La especialidad no estaba del todo profesionalizada. Esa insuficiencia le abrió la oportunidad a “Pecos” para iniciarse en el oficio de la radiología. No hay mal que por bien no venga.
El que quiere puede: Israel “Pecos” Aguilera, aprovechó la buena disposición de los expertos del momento, José Luís Piñero e Isaac Felipe Regalado, quienes le sirvieron de facilitadores para dar sus primeros pininos en el oficio. Esa experiencia, le causó una con gran emoción. Estaba en lo que le gustaba y hoy, todavía y por toda la vida, tiene un profundo agradecimiento para con esos dos extraordinarios profesionales y excelentes personas. Con los conocimientos prácticos adquiridos, se convirtió en un profesional autodidacta y continúo sus suplencias en el hospital hasta el año 1982, cuando la Universidad de Oriente abre la especialidad para ese tipo de profesionales. En ese año obtiene su ingreso y ya en el año 1985, egresa con el título de Técnico Medio en Radio Diagnostico. Era un profesional bien equipado, ya que, disfrutaba de los conocimientos teóricos y los prácticos. Regresó a su patria chica y en el hospital no dudaron en darle un cargo en el departamento de Radiología. Una historia digna de un hombre que buscó y logró su objetivo. Una prueba de que querer es poder.
En el año 1981, Israel “Pecos” Aguilera asistió, en calidad de observador, a un congreso de Radiología en Los Caracas – Estado Vargas y allí, coincidió con Hernán Jesús González, quien era radiólogo y era mejor conocido en el mundo artístico, como Pecos Kanvas (murió el 3 de junio-2008). Los asistentes quedaron impresionados ante el parecido de ambos. “Son gemelos, decían algunos”. Los galanes lucían grandes afro y frondosos mostachos. La gente insistió tanto en el parecido, que los hicieron fotografiar y le regalaron una de las gráficas. Una vez que regresó a El Tigre, orgulloso la empezó a mostrar a su entorno familiar y a su gran legión de amigos y, desde ese momento, lo bautizaron con el mote de “Pecos”, seudónimo con el cual es identificado por propios y extraños hasta hoy y, él dice en medio de una carcajada, y mucho tiempo después que desaparezca físicamente. En la época de esos grandes afros o tumusas, para peinarlos o arreglarlos a la usanza del momento, “Pecos” utilizaba los tenedores que le sustraía escondido de la cocina a la mamá y rallos de bicicleta pegados a una tabla, hasta que salieron al mercado, los cepillos o raspadores de plástico bien fuertes y especialmente diseñados para desenredar ese tipo de cabello. Era la moda del momento.
Nacido, criado y formado en un hogar humilde, su padre trabajó por muchos años en la ferretería Celma, cuando estaba ubicada en la calle Bolívar y una vez que salió de esa empresa, para arrimar la arepa a la casa, vendió al igual que su esposa, animalitos. Fue con esa actividad informal, que lograron levantar el cuadro de hijos. Un 31 de diciembre, “Pecos”, le dijo al papá que no iría a trabajar para recibir el año en familia, al menos una vez en la vida y el viejo le dijo, hijo mejor asiste a tú trabajo, escogiste esa profesión y eso implica que debes olvidarte de carnaval, semana santa, navidad, cumpleaños y días de fiesta, mañana cuando regreses, verás que te irá mejor. Le hizo caso, asistió al trabajo, atendió muchos casos de emergencia y el primero de enero, cuando regresaba a casa, en el carro de Fernando “Un ratico a pie y otro caminando” pero satisfecho del deber cumplido, veía en las calles a muchos vecinos pasados de tragos y, uno que otro dormido en la acera. Para sus adentros decía ¡Dios mío! papá tenía razón. Llegó a casa y encontró en la mesa una botella de chequer’s y un suculento plato navideño en la nevera, listo para degustarlo. Dios siempre provee, nunca es tarde y quedó demostrado, una vez más, la sentencia popular que reza: “El que no agarra consejo, no llega a viejo”. Y ya «Pecos» es miembro exclusivo de los Dandy proveedores.
En la disciplina deportiva, Israel “Pecos” Aguilera, se destacó como pitcher en la categoría juvenil con el equipo que patrocinaba La Ford, al extremo que Jesús Aquino, caza talentos de los Tiburones de La Guaira, lo llevo a los entrenamientos, lo chequearon y convenció, pero cuando fueron a firmarlo tenía 17 años. Menor de edad, tenía que ir el año siguiente para poder perfeccionar el contrato. Eso no fue posible ya que ese año los Tiburones se fusionaron con los Leones (TIBULEONES) sobraban peloteros y no llamaron a los nuevos pinos a entrenamientos. Ese mismo año recibió un telegrama dónde lo invitaban a incorporarse al equipo de béisbol de Poza Rica, Veracruz, México, se achicopaló y no viajó. Entonces decidió entrar a formar parte del equipo Criollos de El Tigre, justo el año que se retiró Luís “Buzo” Noriega, jugador que se convirtió en su ídolo de por vida, porque el día que decidió retirarse, aunque lo hizo sacudiendo un vuelacerca, dejando constancia de calidad y de que todavía le quedaba unos años más, cumplió su palabra y no volvió a jugar más. La mayoría de los peloteros en el ocaso de sus carreras, se retiran varias veces y esa conducta no debe ser la correcta, asegura. “Pecos” jugó un año con Criollos, se separó por diferencias con los directivos. El año siguiente formó parte del roster del equipo de San Tomé y abandonó porque, algunas veces, no tenía ni para pagar el pasaje y asistir a los juegos. Ironías de la vida. No jugó más béisbol. Fue un retiro prematuro. Y forzoso.
En la actualidad, Israel “Pecos” Aguilera es un destacado artista plástico, vocación que había reprimido por muchos años. Ese don lo posee, desde que su mamá, a los 6 años de edad, le compró el primer lápiz Mongol. Veía las comiquitas en TV – blanco y negro, se grababa los personajes y los pintaba exactamente en las paredes de la casa. Hoy, con sus excelentes trabajos artísticos, forma parte del selecto grupo de los 20 pintores más creativos de Venezuela. En los próximos días está invitado a exponer en La Guaira y espera viajar pronto, sí obtiene los dólares, atendiendo invitaciones de España y Brasil para mostrar en sendas exposiciones sus obras artísticas. Obvio, si la pandemia lo permite.
“Pecos” también es poeta y, muy pronto publicará su primer poemario. Un hombre humilde, servidor público, con una gran sensibilidad, probada vocación de servicio y polifacético en sus actividades públicas, privadas y vocacionales. Un personaje en toda la extensión de la palabra.
Un dato curioso: confiesa tener dos libros de cabecera a los cuales consulta diariamente antes de entregarse a los brazos de Morfeo. La Biblia y la Constitución Nacional. Y, como buen cristiano, hace honor al pasaje bíblico que reza “Ama a tú prójimo como a ti mismo” en ese sentido siente una gran satisfacción, cuando lo llaman a cualquier hora, para atender una emergencia en el departamento de radiología y mucho más cuando su trabajo contribuye a que las cosas salgan bien para los que requieren sus servicios. Entiende perfectamente que el paciente no agradece, por la condición de dolor y desespero en que se encuentra, pero el mejor regalo que recibe “Pecos” son las muestras de satisfacción de los familiares. Eso lo regocija y compromete a continuar su bella y vital labor. ¡Bravo “Pecos”! Eso se llama poseer un espíritu recto.
En este momento histórico, espera hacer realidad un sueño para continuar con más fuerza y posibilidades su trabajo social el cual, fundamentalmente, está orientado y dirigido a los sectores más vulnerables de la ciudad. «Pecos», aspirará una curul en la Cámara Municipal. No hay dudas que lo merece y puede ser muy útil, ante tantas inutilidades que han formado y forman parte de ese cuerpo edilicio. Amanecerá y veremos.
Este personaje que, por su humildad, sencillez, utilidad y paso sin estridencias por la vida, forma parte de las historias positivas de la ciudad y nos demuestran que tenemos grandes talentos y que, con sus trabajos silenciosos, contribuyen decisivamente con el desarrollo integral de nuestra sociedad y nutren nuestras historias urbanas. En estos humildes destellos, buscamos dignificarlos, dejar constancia de sus existencias efectivas y colocarlos en el tapete de la opinión pública, a los efectos de que nuestros eximios investigadores, cronistas e historiadores, cuando decidan escribir la verdadera y autentica historia de la ciudad, los incluyan en el disco duro de la memoria histórica local. ¡Vale la pena!
En las fotos: «Pecos» acompañado por su difunta madre.