Esperar lo inesperado
Óscar Yanes, el chivo negro, decía que en la historia de Venezuela todos los enredos políticos importantes se solucionaban con algún suceso en el cual nadie había pensado. Posiblemente tenga razón pues lo inesperado es tan frecuente en el complejo mundo que hemos creado que ya pareciera ser algo seguro.
La prueba reciente, y sobre la mesa, es un super carguero de contenedores que, por alguna razón a conocer, se atravesó y encalló en una parte estrecha del canal de Suez impidiendo el paso de los otros barcos que, con mercancía de todo tipo, por allí circulan diariamente. Como muchos conocen, el canal conecta al mar rojo con el mediterráneo y evita tener que dar la enorme vuelta al África entera para viajar desde Europa a Asia o viceversa. Miles de buques han debido esperar a que retiren a esta especie de trombo metálico gigante y que afecta a miles de fábricas y empresas de todo tipo que esperan por sus materiales y productos. De un día para otro un suceso inesperado creó un gravísimo problema.
Igual sucedió con la pandemia del covid. Teníamos una rutina y algunos planes en cartera y, de repente, hemos tenido que cambiar casi todo. Algún chino disfrutando un sábado de su sancocho cruzado de murciélago con pangolín, prendió la mecha para la propagación de un virus que ha causado cualquier cantidad de muertes y cambios en nuestra forma de vida. De nuevo lo inesperado se presentó con su lazo negro.
En 1999, en el estado Vargas, unos tenaces aguaceros promovieron una avalancha de barro y grandes rocas que causó la muerte de decenas de miles de personas y arrasó con casas y edificios en una de las mayores tragedias de toda nuestra historia. Para muchos de aquél pasado, el hoy era una fiesta con música y alegría y al día siguiente sucedió lo inesperado y todo se convirtió en desolación y lágrimas.
Lo inesperado no siempre lleva a las desgracias, también campea entre los descubrimientos y las cosas buenas. Alexander Fleming olvidó limpiar algunos utensilios con cultivos bacterianos de su laboratorio y, al regresar de vacaciones, inesperadamente los encontró cubiertos de hongos que atacaban a las bacterias. Con ellos desarrolló su penicilina que ha salvado la vida a millones de personas.
También el profesor de física Hans Christian Orsted dando explicaciones sobre electricidad a sus alumnos se dio cuenta, por casualidad, que al pasar un alambre con corriente eléctrica por encima de una brújula esta se movía. Ese día, inesperadamente, se descubrió el electromagnetismo que es la base con la que funcionan todos los generadores y motores eléctricos y la mayoría de los aparatos modernos.
Todo esto viene a cuento en su relación con nuestra realidad como nación. Lo primero evidente es que lo inesperado está en relación directa con la complejidad y la cantidad de asuntos y ese es exactamente el escenario donde nos estamos moviendo.
Impulsados por sus tonterías comunistas de ir contra el imperialismo y por una impresionante capacidad de hacer cosas en reversa al sentido común, los chavistas han llenado al país de problemas y se han rodeado de lo peor.
Esto ha creado una gran tensión interna representada por una economía hecha flecos, una monstruosa pobreza y una diáspora de ciudadanos impresionante. En lo internacional aumenta a diario el número de acusaciones por violaciones a los derechos humanos, por corrupción, por narcotráfico, por lavado de dinero, por destrucción de inmensas zonas para explotar oro y otros minerales, por permitir que grupos terroristas operen a sus anchas y por usar a bandoleros de barrio y presos como aliados.
A pesar de la persecución del régimen hacia sus opositores estos han sabido aguantar la presión y mantener las exigencias para realizar unas elecciones creíbles, con lo cual se complementa el escenario de gran complejidad y es allí donde lo inesperado puede aparecer. Mientras todos estemos protestando de la manera que podamos, nuestra contribución a la complejidad aumenta y con ella vendría la solución o bien por la vía de un suceso previsto o, también por uno, como decía Yanes, en el cual nadie había pensado.
¿Quiere esto decir esto que sin hacer nada puede venir la solución inesperada? La respuesta es que cuanto más le compliquemos la vida al régimen más cerca están las dos soluciones, la que por lógica se debería dar y también la otra, así que no paremos de luchar. Venezuela nos necesita para salir de esta especie de asqueroso virus rojo revolucionario que nos asesina con pobreza, cárcel, tiros y llena de tristeza nuestro futuro.
Mucha fuerza y entusiasmo hay que ponerle a esta lucha. El rey Pelé decía que el entusiasmo lo es todo y debe ser tenso y vibrante como la cuerda de una guitarra. Vayamos con ese especial entusiasmo hacia la victoria final que nos merecemos.