Unidad pero sin cómplices ni corruptos
Mejor dicho imposible. Porque la complicidad pública, notoria y comunicacional con el socialismo, por parte de tantos dirigentes importantes dentro del movimiento demócrata nacional, sobremanera a partir del 11 de abril de 2002, constituye causa primordial para la permanencia de aquel en el poder, muy a pesar de todas las tratativas dirigidas al restablecimiento pleno del orden constitucional, y considerando como fuere el balance destructivo de su gestión.
A partir de allí resulta fácil colegir el porqué del reiterado fracaso en la misión de liberar a Venezuela, si tenemos al frente a un régimen político racionalmente indefendible: El enemigo cuenta con sus mejores agentes en medio de nuestras propias filas directivas. Aberración que sumada a la propensión delictiva entre esa misma clase política demócrata, propiciatoria con sus vicios del ascenso socialista hacia el poder, configura el exacto perfil de esa oposición oficialista necesariamente execrable si es que pretendemos la libertad.
Porque precisamente la complicidad y la corrupción son taras humanas que van a contracorriente del patriotismo y de cualquier otra virtud republicana necesaria al restablecimiento del orden constitucional. Comprendemos entonces cómo estos personajes llegan a ser tan absolutamente indolentes ante el genocidio en curso; su leitmotiv siempre será el lucro personal con total abstracción del Bien Común.
Por ende cuando algún político despistado (si es que ello existiere) se atreve a proponer la concertación de esfuerzos entre las diversas tendencias del movimiento demócrata nacional, y convoca para ello a esa misma dirigencia cuyo accionar ¨inexplicablemente¨ errático sigue garantizando la hegemonía socialista, no queda otra que pasar la página de inmediato, reorientando esfuerzos en consonancia con el reto de confrontar a un sistema político internacionalmente procesado por vínculos con el tráfico de drogas y el terrorismo, condenado como está por violación sistemática de los derechos humanos, y cuya fuerza militar es partidista, no obediente a la Constitución. Ora y labora.