La democracia tiene que ser eficiente, decente y transparente
“El liderazgo es inteligencia, honestidad y hacer lo correcto” Julie Zeilinger (1993 – ) Editora y escritora feminista estadounidense
En lo que Venezuela supere este nefasto accidente histórico y recupere la libertad, la democracia e inicie el camino de su reconstrucción, una de las tareas fundamentales será darle eficiencia, honestidad y decencia a la administración pública. Y para eso requerimos líderes políticos y gerentes públicos inteligentes, honestos y eficientes. Es lo correcto.
Los países que han superado estás largas noches de terror, una vez que ha brillado la luz del día y recuperado la democracia, han puesto todo su empeño en la eficiencia, decencia y darle contenido social a la democracia. La transparencia en los asuntos públicos es una obligación moral, ética y política. Todo el que administra recursos públicos está obligado a rendir cuentas y asumir la responsabilidad respectiva. No hay excusas.
La democracia tiene que recuperar la confianza y credibilidad de las instituciones, poniendo énfasis, en la administración de justicia «La justicia es la reina de todas las virtudes republicanas», dijo el padre Libertador y, para que exista justicia tienen que existir jueces probos, apegados estríctamente a las leyes y, con ejercicios transparentes. Dura lex, sed lex
Los miles de millones de dólares que se han deslizado y se deslizan por las cañerías de la corrupción hay que detenerlo con mano dura, firme y decidida. Eso es posible con férrea voluntad política. Los presentes y futuros dirigentes de la nación – a todos los niveles – tienen que hacer ese juramento de honor, nunca violar y el que lo viole aplicarle todo el peso de la ley. Caiga quien caiga.
El liderazgo nacional tiene que dar el ejemplo. No olvidemos que el pueblo tiende a modelar la conducta, forma y acciones de los que ejercen el poder. Nuestros líderes deben estar conscientes de esa realidad y actuar en consecuencia como guías, maestros y ejemplos dignos de seguir, emular, igualar y mejorar. La honestidad no se proclama, se práctica. Por sus ejecutorias os conoceréis.
Venezuela, al salir de este accidente histórico que nos hundió en el más nauseabundo lodazal, está obligada a recuperar su dignidad y majestad de nación respetada y respetable en el concierto internacional y para eso requiere de un liderazgo inteligente, decente y eficiente, que en democracia plena actúe y accione, desde las más altas esferas del poder y a todos los niveles, con transparencia. Hay que proscribir la corrupción. Es lo correcto e inteligente.
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