¡La política nos está matando!
Venezuela es un país sin vestigios de institucionalidad ni identidad. En pleno siglo XXI es lo más próximo a una sociedad primitiva donde la fuerza es la principal referencia de poder. La economía es un desastre. Nadie controla los precios. Un producto puede tener varios precios muy disimiles en una misma cuadra. El referente del precio no es el costo de producción o la inevitable ley de la oferta y demanda. Es el dólar paralelo. Nuestra moneda sencillamente ha desaparecido, otrora referencia monetaria de la región.
El trabajo perdió su valor. ¿Qué nación puede prosperar sin el valor al trabajo? La desmonetización, la hiperinflación, las limitaciones de servicios públicos, la inexistencia de organismos públicos eficientes propulsores de músculo productivo, han hecho que la principal fuente de ingresos sean actividades económicas informales, la reventa, los “chanchullos”, el hambre desaforada por el dólar u otra moneda fuerte que permita proteger lo ganado… pues el Bolívar es sinónimo de pérdida, devaluación.
En lo social aplica la misma naturaleza salvaje. Los venezolanos estamos expuestos a violencias de todo tipo; la política, la inseguridad por el hampa impune, estamos indefensos a una anárquica violencia económica. La educación, pilar fundamental, no detiene su descenso, con currículums cada año más reducidos, sin recursos ni insumos de ningún tipo ¿Qué país puede avanzar sin educación, si ciencia ni tecnología propia? Los habitantes de este desnaturalizado país enfrentan cada día en medio de la peor de las incertidumbres, el sustento diario se obtiene por azar, la sobrevivencia familiar/personal hace que los ciudadanos se desconecten de su identidad nacional.
Lamentablemente, todo este maremágnum de desidia e ilegalidades tiene un mismo origen: lo político. Venezuela, en proporciones de territorio, población e inconmensurables riquezas es el Estado más rico del mundo, pero potencialmente hablando, su conducción ha sido el karma, la penitencia, el origen de todas nuestras tragedias, es como sí los venezolanos hubiésemos avocados todos nuestros más ingentes esfuerzos a cultivar una pobreza africanizada, hoy no hay nación más pobre en toda la región.
¿Por qué? Porque hemos hecho de los gobernantes y políticos unos mesías: incuestionables, poseedores de súper poderes, inequívocos, a quienes hay que alabar y seguir borreguísticamente, usar franelas con sus rostros, sustituir nuestras familias por sus partidos. Nos han enseñado odiar a quien piense distinto a ellos ¡Allí murió Venezuela! Sí usáramos esa devoción para aferrarnos a las leyes, al país, a nuestras familias, sí en lugar de exhibir ridiculizantes franelas con rostros de políticos exhibiéramos nuestra bandera, nuestro mapa o, incluso, los rostros de nuestros seres amados ¡La resucitaremos! La política nos está matando, más que el peor de los virus, más que la más mortal de las enfermedades.
Nada será distinto hasta que ello cambie radicalmente. Hasta que veamos a nuestros gobernantes como lo que son: ¡empleados nuestros a quienes no hay que darles segundas oportunidades! Nada cambiará hasta que no aprendamos amar a Venezuela, hasta que aprendamos que nada ni nadie puede estar por encima de lo verdaderamente importante, nuestra familia, nuestro país.
Los venezolanos debemos superar la autodestructiva idolatría política. Hacer la política nuestra cura, no nuestro veneno. A quienes nos dirigen debemos exigirle calidad de vida, debemos asimilar que desde el día que un gobernante asume el poder todos los problemas pasan ser suyos, aun teniendo razón en sus excusas, si no puede solucionarlos debe ser depuesto en búsqueda de los que sí pueden ¡de eso se trata la política sana! Asimilar que nadie debe atornillarse al poder ni acumular poderes ilimitados. ¡Nadie!
En mano de nosotros mismos está convertir a Venezuela en el país que soñaron nuestros próceres ¡No esta penosa tragedia! Hagamos de la política nuestra mejor aliada.
@leandrotango