Maduro

Opinión | junio 12, 2020 | 6:30 am.

Recuerdo haber leído una frase del gran poeta chileno Pablo Neruda que decía: “¡Qué sobrecogedor resulta para un poeta sentirse depositario de la confianza y de las esperanzas de un pueblo!”.


Nicolás Maduro no es poeta. Está muy lejos de ser Pablo Neruda. No es tampoco depositario de la confianza ni de las esperanzas de su pueblo. Todo lo contrario. Pero Maduro tiene en sus manos la posibilidad de encender de nuevo las esperanzas de un pueblo. Nadie como él está en capacidad de convocar a todos los sectores nacionales para abordar el cambio que el país necesita y que los venezolanos reclaman.

El presidente Maduro tiene que tener conciencia del terrible sufrimiento y la insondable desesperanza que está sufriendo el pueblo venezolano. Tiene que saber, además, que mientras él permanezca en Miraflores los problemas que afectan a todos los venezolanos, particularmente a los más vulnerables, a los más pobres, no se resolverán y, por el contrario, se agravarán cada día más.

Maduro comparte con quien fue su jefe y sigue siendo su fuente de inspiración, Hugo Chávez Frías, la responsabilidad principal de la catástrofe política, económica, social y ética que está sufriendo Venezuela. Esta catástrofe tiene más de un cuarto de siglo. Se inició el 4 de febrero de 1992 y cada día se agrava más.

Hoy Nicolás Maduro tiene en sus manos la posibilidad de convocar a todos los sectores que influyen en la vida nacional para un diálogo que tendría solamente dos puntos: formación de un gobierno de emergencia nacional que esté en condiciones de enfrentar la crisis y de aliviar el sufrimiento de la gente venezolana y, en segundo lugar, un gran acuerdo de gobernabilidad para los próximos veinte años.

Gobierno de emergencia, de unidad nacional, de inclusión. Un nuevo gobierno capaz de generar confianza dentro y fuera de Venezuela para salir de la hiperinflación, de la recesión, del hambre, de la pobreza, de la miseria y del desaliento.

Un acuerdo nacional para abordar los temas relativos a la reconstrucción de la arquitectura institucional democrática del país y a la construcción de una economía auto sostenida y diversificada que contribuya a financiar el bienestar de todos las familias venezolanas.

Maduro está a tiempo de inscribir su nombre en la parte buena de la historia venezolana.

Seguiremos conversando.

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