¿Se aliará Occidente frente a China?
Dos temas dominan los medios formales y las redes sociales durante los últimos días. No es que no estuviesen presentes desde antes, es que ahora parecen desplazar a los otros para afincarse y dominar las expectativas de mediano y largo plazo.
El primero es el cruce del ecuador de la crisis. El famoso descenso de la pendiente una vez superada la cima. En el aire está el despertar de los mercados, siempre en el medio de una gran volatilidad. La mayoría de los gobiernos occidentales, temiendo las inevitables pérdidas de popularidad y sus consecuencias electorales, quieren apurar la salida de la crisis e insuflar un optimismo que para muchos es prematuro y peligroso.
En los Estados Unidos, donde aún no se ha llegado a la famosa cima, ya una cifra equivalente al 10% de su masa salarial ha hecho una solicitud al seguro de desempleo. La mala noticia está matizada por la esperanza de que los empleos perdidos se recuperen rápidamente, como lo deja presagiar que más del 85% del empleo perdido lo sea temporalmente y que afecte mayoritariamente los sectores de comercio al detal, entretenimiento, restauración, hotelería, etc., es decir, donde es más fácil recuperar la actividad y en consecuencia, los puestos de trabajo.
La nueva recuperación de los índices bursátiles registrada la semana pasada, puede ser una señal engañosa. Recordemos que la reactivación económica propiamente dicha, siempre ocurre con varios meses de demora con respecto al repunte de los mercados financieros; por lo que el desempleo continuará creciendo aunque la bolsa rebote.
El segundo tema en boga es el señalamiento de China como responsable primario de la catástrofe. Se trate de sesudas elucubraciones de un macabro complot o la simple irresponsabilidad de la dictadura comunista al ocultar al resto del mundo información crítica sobre el brote de virus, China está siendo sentada en el banquillo de los acusados, justa o injustamente.
Los países más industrializados occidentales, para abreviar G7, parecen estar actuando coordinadamente para instrumentar una política de estímulos para una recuperación rápida. Existe mucha coincidencia en la naturaleza y la oportunidad de las medidas necesarias. Tanto, que podría estar naciendo una concientización, sobre todo en Europa, sobre la necesidad de evitar una nueva catástrofe como el covid-19, en particular, en cuanto a la necesidad de adoptar acciones coordinadas y ejecutadas al unísono para evitar la propagación. ¿Puede esta acción llevar a Occidente a mirar a China con otros ojos?
La intervención de Trump para conseguir un acuerdo de estabilización de los precios del petróleo parece una iniciativa en este sentido. Si es así y dada la falta de un liderazgo claro y de una acción expedita de la Unión Europea, podríamos estar en las puertas de un reagrupamiento de buena parte de los países europeos detrás de los Estados Unidos para tener una postura común frente a China.
Ya antes de la pandemia, la economía mundial se deslizaba peligrosamente hacia el proteccionismo como reacción de los Estados Unidos frente a su crónico y creciente desequilibrio comercial frente a China y como retaliación frente a Europa, ante la amenaza de nuevos impuestos y sentencias contra prácticas anticompetitivas de sus compañías tecnológicas. Como se ha visto en el pasado, el proteccionismo puede entorpecer la recuperación de la economía a escala global. La Organización Mundial de Comercio estima una caída del comercio mundial de entre 15 y 33% este año, caída de la cual no se recuperaría completamente en 2021.
Ante una Organización Mundial de la Salud inoperante y desacreditada por una parte, y el sesgo informativo manipulador de la dictadura china por la otra, los países del G7 pueden profundizar su convergencia hasta el desarrollo de sistemas de alarma propios y de reacción oportuna frente a nuevas amenazas epidemiológicas globales. De ahí a convenir que su vulnerabilidad frente a China, para no decir debilidad, justifica la adopción de políticas de reequilibrio de los poderes mundiales, hay solo un paso.
En poco tiempo la población mundial advertirá con estupor la magnitud de la mortandad y que forzar una prematura vuelta a la normalidad no sólo es peligroso, sino que no podrá evitar la dimensión del colapso económico del que no se recuperará antes de dos años o más. Complot o gestión torpe del brote epidémico, China aparece como el principal responsable.
Es el terreno fértil para que se dé un consenso tendiente a reequilibrar el comercio mundial y llegar hasta a un mecanismo de imposición de sanciones, de repetirse un evento similar. Es una oportunidad única para el tercer mundo, nunca más apropiado el término, para ofrecerse como alternativa a una China que pretende mantener el monopolio de ser “la única fábrica del mundo”.
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