Guaidó en Davos
Quizás esa dialéctica que planteaba Carlos Marx, acerca de la aparición de los hombres dos veces en la historia, una vez como trágica y la otra como farsa, pudiera extenderse a lo vivido por Juan Guaidó en Davos (Suiza). La que caracterizó en su momento a Carlos Andrés Pérez; cuando su gobierno constituía el asombro de la comunidad internacional a propósito de los resultados, que había dado su programa económico; el Gran Viraje; cuya orientación provenía del Fondo Monetario Internacional.
Y aun cuando al inicio de su aplicación en 1989 había propiciado el famoso “Caracazo” como consecuencia de la forma apresurada e improvisada como había sido aplicado, a dos años de puesto en vigencia teníamos que el Producto Interno Bruto se había disparado a 9,7% en ese año, 1991, y que era la causa de ese asombro generalizado en el ámbito internacional.
Así que Pérez era la gran vedette del evento; como lo ha sido Guaidó en esta ocasión. Sólo que si bien es cierto que Pérez constituía la tragedia, visto el proceso de desmantelamiento institucional que se iba a encontrar a su regreso a Venezuela el 4 de febrero de 1992 con unos militares alzados quienes pedían su cabeza; por lo que comenzaba a agrietarse nuestro Estado de derecho propiciada por un grupo de idiotas como los calificaría la teoría neoliberal. Y la prueba está en que a esa altura del partido esta gente desconocía estos resultados; también es cierto, decía, que Guaidó ya no viene a resultar la farsa, sino lo verdadero.
De hecho, por las redes sociales llega uno que otro video donde aparece “paquetico Rodríguez” quien muestra como este saboteo a su programa de desarrollo económico que ha sido exitoso no sólo sucede con este grupo de militares alzados, quienes se arrogan los ideales bolivarianos y que de por sí habla de la mente enajenada de esta gavilla de oficiales, puesto que en el fondo se trata de una logia muy influida por el culto a Bolívar; es decir, un grupo de uniformados dispuestos a mirarse el ombligo sin ninguna idea de lo que sucede a su alrededor, envenenados con un discurso moralista que parte de la premisa de que tenemos una clase política muy iletrada y codiciosa, empezando por Pérez, a quien algunos columnistas lo califican como “el choro mayor”. Y no sólo sucede con esta gente, decíamos, sino también, como hace ver Miguel Rodríguez, con los llamados cogollos de los partidos políticos que frenan la aprobación de créditos que tienen contemplados los organismos multilaterales para impulsar planes regionales de crecimiento económico, de acuerdo a las premisas de ese ajuste de carácter neoliberal, en la Comisión de Finanzas del Congreso de la República.
Y de allí el sacudón del 27 de febrero de 1989, y del que decía Chávez, de acuerdo a su mentalidad contemplativa de la historia, que era el padre de ese 4 de febrero; sin darse cuenta de que no había sido un estallido de carácter político, como suponía, y en lo cual caía también una parte de la opinión pública, envenenada asimismo por el discurso antineoliberal, y la que, en lugar de solidarizarse con Pérez, vistos los resultados de su gestión de gobierno se engolosinaba con aquel teniente coronel que se llevaba por delante nuestro estado de derecho bajo la sentencia de “por ahora”; no había sido un estallido político, con el perdón de la digresión, sino social; un tumulto, donde salían a relucir las bajas pasiones de nuestra sociedad, como sería la tendencia al saqueo colectivo, aunque ya esa es otra cosa.
El propio Diosdado Cabello se refirió a este episodio de hace 28 años a propósito de la situación vivida por Guaidó en este mismo lugar, y donde se reúne la dirigencia del mundo entero; terminando éste de enterrar ese modelo de capitalismo de Estado que otros califican como extractivo-rentista que propicia el Foro de Sao Paulo; visto el fracaso que ha tenido en Venezuela a lo largo de 20 años de aplicación.
Y es por esto que uno en su caso hablaría de que en lugar de jugar el papel de farsa, vendría a ser lo verdadero.
Aquí siempre me asalta la pregunta: ¿estaban destinados nuestros procesos de democratización a pasar por esta purga antropológica que han significado 20 años de gobierno chavista? Por lo menos nos hemos depurado del culto a Bolívar; tanto más a raíz de su deformación icónica; nos hemos depurado del militarismo; como del populismo rastacuero, y es por esto que tanto en urbi, como en orbe, se mantiene la fe en Guaidó.