Juan Guaidó, una renuncia necesaria
La política impone dilemas existenciales de muy difícil resolución pero de necesaria responsabilidad. Es el caso actual para Juan Guaidó, a secas, porque no merece más. Este ciudadano recibió a inicios de año una oportunidad dorada de pasar a la historia de Venezuela como el gran impulsor de la liberación nacional y en lugar de ello decidió personificar la más grande decepción política en la Venezuela contemporánea. Y fíjense que no les hablo de estafa.
Porque se trata de un simple caso de mediocridad llevada a un nivel supremamente dañoso, pues el personaje de marras posee la experticia política necesaria como para ejecutar eficientemente la histórica misión señalada en la Carta Magna, o cuando menos para realizar todos los procedimientos adecuados a tal objetivo, siempre que se alineara con el clamor nacional de cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres, tal como él mismo proclamó a inicios de su gestión; pero terminó optando sin embargo por el camino fácil de la sumisión ante los dictados de la Organización Criminal Electoral, la llamada oposición oficial, esa que lo vio ¨crecer¨ en la política.
Los resultados de esa criminal decisión están a la vista: Hoy Juan Guaidó constituye la mejor garantía de continuidad para el Estado Criminal Socialista en el poder, certificada como ha sido su incapacidad para llevar adelante el proceso de restablecimiento pleno del orden constitucional, falencia esta que resulta invaluable para quienes en Venezuela necesitaban con urgencia de soportes políticos frente a una opinión pública nacional e internacional asqueada ante la depravación criminal del socialismo gobernante, ahora con su formal aliado en el genocidio vigente: La dirigencia opositora oficial, encabezada obviamente por Juan Guaidó.
Prohibido Olvidar. Ora y labora.