Lulasur
Lula da Silva, en su nuevo libreto de líder tercermundista de proyección planetaria, no se pierde una escena internacional. Lo intentó postulándose para terciar en la guerra Putin/Ucrania, pero se auto descalificó al identificarse con la taimada posición de China y lo confirmó en la reunión reciente del G-7, al evitar, con pueriles excusas, reunirse con el presidente Zelensky. Ahora, agregando desaciertos a su pretensión de mediador de paz, irresponsablemente, califica como “narrativa construida” las evidencias de delitos contra derechos humanos que procesan la Corte Penal Internacional y la Misión Internacional de Determinación de Hechos de ONU contra el gobernante venezolano.
Lula intenta resucitar y liderar Unasur, extinguida el 22 de marzo de 2019, una entelequia que, al igual que el Alba o la Celac, bajo el pretexto de integración regional, han servido de caballo de troya a urdimbres ideológicas, como la del exánime socialismo del SXXI. Fachadas diplomáticas que encubren propósitos emparentados con los del Foro de Sao Paulo o el Grupo de Puebla.
Lo que sí no luce como “narrativa construida” es su apetencia de aprovechar nuevamente su relación con Venezuela, como ocurrió durante los años de vacas gordas del chavismo, mediante jugosos contratos, algunos teñidos de corrupción, encomendados a Odebrecht y otras corporaciones brasileñas.
En cuanto a la babiecada del mandatario venezolano, de ofrecerle a Lula energía de Guri, un recurso comprometido con la agónica crisis de nuestro sistema eléctrico, es oportuno recordar el caso de la Represa de Tocoma en el alto Caroní. Este proyecto, contratado a dedo por Chávez a Néstor Kirchner y Lula, que exportaría electricidad a Brasil a partir de 2013, hoy no produce ni un megavatio luego de una inversión superior a 8 mil millones de dólares. La Asamblea Nacional, en 2017, determinó un desfalco de más de 3 mil millones de dólares en dicho proyecto. Lula viene por más, lamentablemente la petrochequera se quedó sin fondos.