Petro, de destructor de Colombia, a salvador del mundo
La semana pasada, el presidente de Colombia, Gustavo Petro -cómo para no perder la costumbre-formuló ante la comunidad internacional otra de sus exhibiciones de salvador de la humanidad: convocar en su país un congreso mundial para discutir y resolver la crisis terminal venezolana reuniendo y consensuando a gobierno y oposición.
Qué experiencia, méritos y resultados tiene sobre este tipo de trabajo no se dignó Petro explicar a quienes oyeron su propuesta y como sucedió en iniciativas similares -la del cambio climático por ejemplo y la sustitución del petróleo por la cocaína como mayor producto de exportación colombiano-, se limitó a decir que ya había hablado de la convocatoria con Maduro y funcionarios del Departamento de Estado norteamericano.
En otras palabras, que ignoró que fue en Colombia donde por primera vez hace aproximadamente 23 años -y siendo Secretario General de la OEA, el expresidente César Gaviria-, se hizo un esfuerzo multinacional (y descomunal) para poner fin a la tragedia venezolana que ya enseñaba sus fauces siniestras y feroces, pero donde ni Gaviria, ni Jimmy Carter, ni Andrés Pastrana, pudieron hacer nada para que la ruptura social del país de Bolívar se agudizara.
Siguieron otras iniciativas, como la del “Grupo de Lima”, reuniones de Chávez con el expresidente Álvaro Uribe y altos funcionarios de sus administraciones, diálogos y negociaciones patrocinadas por el Vaticano y la Unión Europea, y la “guerra civil de baja intensidad” entre Chávez primero, y Maduro después con la oposición democrática venezolana, no solo no se solucionó o mejoró, sino que empeoró.
Hoy la crisis, es verdad, ya no puede decirse que es solo venezolana, sino también colombiana, porque tres poderosas fracciones de las FARC y otros grupos guerrilleros neogranadinos -en rechazo del “Acuerdo de Paz” firmado entre el gobierno de Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño, aliasTimochenko- se han trasladado a Venezuela, desde donde operan con el apoyo de Maduro contra los “gobiernos de la oligarquía colombiana” y puede decirse que, no es solo la crisis del gobierno de Maduro y la oposición venezolana que le interesa resolver a Petro, sino la de Colombia con grupos guerrilleros colombianos establecidos en Venezuela.
Ahora bien, ya se sabe que la crisis entre el gobierno de Maduro y la oposición venezolana no es militar sino política y que su solución depende de una variable muy sencilla: que el gobierno dictatorial y totalitario de Maduro realice unas elecciones libres, independientes y honestas y le traspase el gobierno al ganador que no puede ser otro que un candidato opositor que, según todas las encuestas, cuenta con el apoyo del 80 por ciento de los votantes venezolanos.
Temas a tratar con Maduro que no pienso sea Petro el más indicado a poner sobre la mesa, ya que apenas conoce al llamado “presidente obrero”, no ha intercambiado con él ni sus asesores al extremo de asomarse a sus sinuosidades y las trampas y tretas de un tipo que dicen se formó entre agentes del G-2 cubano que, simplemente asesorándolo, en cuando debía hablar y callarse cuando era un “portamalletín” de Chávez, consiguió embolsillarse la presidencia del país vecino y hermano.
Un regalo, premio o mina que no va a entregar con palmaditas más, palmaditas menos, como ya lo demostró con Su Santidad, el Papa Francisco, Pepe Mujica, Lula, Carter y líderes de buena voluntad y bien intencionados que salieron con ganas de no volverlo a ver en sus vidas.
El otro hándicap de Petro, es que de todos los presidentes colombianos que han pasado por el palacio de Nariño en estos 23 años, es el que menos conoce a Venezuela, su historia y su política, por lo cual entraría al ruedo a enfrentar un miura sin saber apenas cómo se maneja el capote.
Un último adéndum y que también considero fundamental: ya Venezuela no es una dictadura socialista como la que conocieron Pastrana, Uribe, Santos y Duque, digamos una “Petrodictadura”, de esas que hacían planes para poner al capitalismo de rodillas a punta de alza de los precios del crudo, pues en Venezuela, fuera por decisión de Chávez y/o Maduro, la industria petrolera desapareció, PDVSA la gran empresa de hidrocarburos que llegó ser la tercera del continente y la quinta del mundo, y a producir 3500.000 barriles diarios de crudo, fue llevada a la quiebra y ahora solo produce 700.000 barriles, que apenas alcanzan la mitad para el consumo interno y la otra para compromisos internacionales .
¿Cómo se mantienen entonces el sistema socialista madurista y su economía? Pues integrándose al “Crimen Internacional Organizado”, cuyas múltiples mafias, ya mineras, agroindustriales, turísticas, microtecnólogicas, gasíferas, de criptoactivos y hasta religiosas, se dirigen a extraer o producir bienes cuyas ganancias van directamente al estado “comunal” que las distribuye en comida, calzado, vestido, medicina, o servicios educacionales, de salud y de transporte a los súbditos o usuarios.
Todo el mundo es pobre en Venezuela, con salarios que promedian entre los 6 o los 30 dólares diarios, menos los miembros del Estado receptor según su jerarquía, o los particulares que intermedian exportando o importando los productos de consumo demandados por la nueva oligarquía.
Así, si se visita la Venezuela madurista, socialista, globalista o capitalista -o como se prefiera llamar-, sorprenderá encontrarse con una minoria de civiles y militares que vive según los stándares de los Emiratos Árabes Unidos y una gran mayoría que sobrevive según conocemos en Haití o Cuba (los países más pobres de la región)
El Comandante, Jefe o Presidente de este estado de cosas es Maduro, un pandillero que no tiene ideología ni religión, pero si es reconocido entre países como Cuba, Irán, Nicaragua, México, Brasil, Chile, Bolivia, España, Turquía, Siria, China y otros gobiernos que constituyen el llamado “Nuevo Orden Mundial”.
Ellos no van a darle la espalda, sino a mantenerlo contra los países democráticos o que pretendan estropearle negocios que difícilmente funcionariarían fuera del bloque que comandan Soros, Klaus Schab, el Foro de Sao Paulo y el Grupo de Davos.
Recientemente Maduro destituyó y detuvo al presidente de la petrolera PDVSA, Tareck El Aissami, así como a 50 de sus compinches, por haber desfalcado la empresa con 3500 millones de dólares.
Un emporio que es realmente de su propiedad y del grupo de malhechores más próximos al poder (Diosdado Cabello, el general,Vladimir Padrino López, Freddy Bernal, Carmen Meléndez, etc), unos ricachones que no le dan cuentas a nadie sobre las inmensas fortunas que manejan y mucho menos van a prestarse a acuerdos en una conferencia internacional convocada por el presidente de Colombia, Gustavo Petro, para entregarle el poder a la oposición demócratica.
Un salvador de la humanidad que cree en el “Cambio Climático” sustituyendo el petróleo por energías limpias y los ingresos que producen los combustibles fósiles por cocaína.