La tentación totalitaria y el fiasco del “Socialismo del Siglo XXI”
Muchas causas se encontrarán en el futuro sobre el fiasco del “Socialismo del Siglo XXI”, pero ahora, en el presente, cuando aún nos llega la pestilencia de la sangre, la violencia y la miseria que derrama, diría que fue la “tentación totalitaria”, -la atracción que de manera tan explícita y documentada asignó Jean-Francois Revel a las democracias occidentales en un ensayo homónimo-, la razón que determinó que, en fecha relativamente corta, desapareciera de la faz de la historia.
Claro, no debemos desestimar que aun sobreviven los enclaves de Cuba, Nicaragua, Venezuela, y Bolivia pero Nicaragua y Venezuela embestidos por oleadas de protestas nacionales e internacionales que no tardarán en dar cuenta de sus restos; Ecuador fuera ya de la órbita y luchando por estabilizar su democracia y Bolivia conociendo protestas que no tardarán en hacerse rutinarias y desestabilizadoras.
En cuanto a Cuba, no fue nunca “otro socialismo” que no fuera el stalinista, si bien haciendo de tripas corazón apoyó a Chávez y a sus cofrades por una razón instrumental, específicamente para procurarse recursos que le permitieran arreglar cuentas con las veleidades capitalistas de reformadores que emergieron después del colapso de la URSS.
Pero ya Raúl Castro, el último de los Castro, entregó la guardia con 86 años a cuestas a un sucesor que no alcanza los 60 y no es hilar muy fino pronosticar que, en cuanto desaparezca, no habrá más socialismo en Cuba.
Quiere decir que, no es exagerado afirmar que no pasará mucho tiempo en que solo sobreviva Cuba, pero no como muestra del “Socialismo del Siglo XXI” sino del “socialismo real”, del único posible y que resiste porque se mantiene fiel a un modelo basado en la pobreza extrema y la reducción de la vida a niveles zoológicos, mientras una represión feroz da cuenta de la vida, la libertad y la salud de quienes se le enfrentan.
Pero no fue esa la receta que vendieron, quienes, a mediados de los 90, asesorados por el “Foro de Sao Paulo”, y capitaneados por Luis Inazio Lula da Silva, Hugo Chávez y Fidel Castro, se propusieron la restauración del socialismo en América Latina y, proclamaron que, fracasado el intento de establecer la utopía marxista en Europa y Asia, era a la América del Sur a la que le correspondía hacer el revelo y convertirse en la nueva tierra prometida, aquella donde fluiría la igualdad absoluta, la leche y la miel.
Pero, desde luego, aprendiendo de las lecciones del pasado que recomendaban renunciar a la violencia armada para la toma del poder y optar por la vida electoral, sustituir la dictadura del proletariado por una democracia pluripartidista, reconocer los derechos humanos independientemente de las clases y partidos a los que pertenecieran los ciudadanos y estableciendo la libertad de expresión y la propiedad privada como derechos inalienables e intransferibles.
En otras palabras que, según los socialistas viejos y nuevos, los náufragos de la caída del Muro de Berín y del colapso del imperio soviético y los pocos que seguían manteniendo que lo que había fracasado “no era el modelo sino la forma de implementarlo”, había nacido el “socialismo con rostro humano”, el que se reconocía en los “Manuscritos Económicos y Filosóficos” de Marx (1844), el mismo que había sido frustrado por los totalitarismos de Lenin, Stalin, Mao y los hermanos Castro y empezaba otra saga que, seguro, lo dirigiría a la destrucción capitalismo y el imperialismo pero bajo las banderas de la democracia.
Pero sucedió algo más significativo y transcendente, un detalle que revelaba que “la era estaba pariendo un corazón” (según cantaba un cantautor cubano), una época donde la humanidad comenzaba a experimentar cambios sorprendentes e insospechados y el pasado más reciente y más remoto era una briza que no alcanzaba a llenar un suspiro y fue que el nuevo gobierno venezolano, el nacido según los cánones de la doctrina neosocialista, convocaba una constituyente y redactaba una Constitución en la cual se reconocía la independencia de los poderes y la alternabilidad en el gobierno.
Otro repique de campanas que le generó a Chávez y su proyecto la admiración y el aplauso mundial, la estima hasta de los antisocialistas más recalcitrantes y un movimiento en la dirección proclamada que, en menos de 10 años, llevó al poder en Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador y Nicaragua a socialistas como Lula Da Silva, los esposos Kirchner, Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega que, en todo, llenaban los requisitos que exigía el “Socialismo del Siglo XXI” para construir la nueva Jerusalem.
Pero una cosa resultó teorizar, planificar, soñar y otra gobernar, realizar, ser, ya que en cuanto empezaron a probarse los frutos de “Socialismo del Siglo XXI”, resultaron tan ácidos, amargos y pestilentes como los del Siglo XX.
Sobre todo, la democracia no era sino un intento de volver a los movimientos plebiscitarios que, por la vía directa, reunían a los caudillos y sus seguidores que, en asambleas autoritarias, santificaban las politicas diseñadas en los laboratorios dictatoriales que se hacían correr e imponer como si fueran emanadas de las santas palabras del “Dios Pueblo”.
Una reconversión, en realidad, del socialismo en populismo, tal como había sido practicado por Juan Domingo Perón, Juan Velazco Alvarado y Martín Torrijos en Argentina, Perú y Panamá que, entronizaron potentes dictaduras militares y llevaron ruina, represión y atraso sin par a los sectores populares que los apoyaron y sostuvieron.
Chávez, sin embargo, aportó algunas novedades y una que todavía se hace sentir en Venezuela fue el sistema electoral que, totalmente controlado por el dictador y su sucesor Maduro, los hacía dueños de una maquinaria electoral fraudulenta que, a través de un CNE genuflexo y unas máquinas electrónicas interferidas ,producían los votos para legitimarse cuantas veces indicara la Constitución.
Pero Chávez, además, con los inmensos recursos que le ingresaban a Venezuela como resultado de ser un importante productor y exportador de petroleo, devino en una suerte de financista del sistema que, llegó a contar con un centro (Venezuela y Cuba), una entente de países aliados que giraban en su órbita (Nicaragua, Ecuador y Bolivia) y países aliados como los angloparlantes del Caricom, República Dominicana, El Salvador, Brasil, Argentina, Paraguay, y Uruguay) que, en distintos grados, se sientieron llamados a integrar un revival de la “Guerra Fría” que terminaría desafiando y derrotando a la democracia liberal, al capitalismo y a su buque insignia: los Estados Unidos.
Pero lo más significativo a subrayar de Chávez y los países que se le unieron en la fundación y creación del “Socialismo del Siglo XXI”, fue cómo, rápidamente, cayeron en la tentación totalitaria, dejando de ser del nuevo siglo para convertirse en herederos del viejo, y a partir de las constituciones y el modelo aparentemente democráticos, pasaron a constituir férreas dictaduras que, en nada, se diferenciaban de las militares y represivas que, de siempre, hicieron esguace en América Latina.
Y al abrigo del paraguas totalitario, la corrupción, la incompetencia, la represión, la crueldad y la inhumanidad de los socialismos eternos que, en cuanto se establecieron sin la fuerza y la motivación necesaria para perdurar, han ido cayendo uno a uno, como castillos de arena, con apenas los régimenes de Nicaragua, Venezuela y Bolivia pedaleando y Cuba en la espera de hacía donde la conducirá la transición que encabeza Miguel Díaz-Canel.
En cuanto a Brasil, Lula acaba de regresar después de un proceso electoral que aún es cuestiobado y pasar cuatro años tras las rejas, y la señora Fernández de Kirchner de Argentina también está súbjudice y Correa en Ecuador está siendo acusado de haber distraído fondos públicos para financiar a las FARC.
Caso que merece una reseña especial es el de Venezuela, país donde nació el “Socialismo del Siglo XXI”, dio nacimiento a su principal caudillo y puso la mayoría de los recursos para que la pesadilla se hiciera realidad y es el que ha sufrido las peores consecuencias, puesto que su economía está en ruinas, sufre una catástrofe humanitaria, literalmente un genocidio, y por el cual, el sucesor de Chávez, Maduro, tendrá que dar cuenta en la Corte Penal Internacional de La Haya.
Y como ninguno otro, escaldado por la “tentación totalitaria” de los socialistas del siglo XXI que, prefirieron destruirlo antes que privarse del regusto de gobernarlo como hicieron los gamonales de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez.
Es la misma enfermedad que tuvo tras las rejas a Lula, es la causa de juicios que se le hacen a Cristina Fernández y a Rafael Correa en sus países, a Maduro en la Corte Penal Internacional de La Haya y tiene a Daniel Ortega hostigado por el pueblo nicaraguense en el palacio de gobierno de Managua que quiere su cabeza por haber retrotraido a Nicaragua a los tiempos de familia Somoza.
Sucederá siempre con todos los dictadores marxistas, pero sobre todo con aquellos que usan la democracia para establecer regímenes perversos, esclavistas y represivos como son los socialismos de todos los tiempos, de todos los siglos.