¿Quién protege a Alí Babá?
Sí, el gobierno de Maduro se resiente. La estabilidad de ayer, garantizada por abundantes proventos petroleros, es hoy un nervioso recuerdo. El dinero de todos fue a parar a manos de unos pocos que lo robaron.
El escándalo de PDVSA que involucra jueces, alcaldes, diputados, empresarios y altos funcionarios, incluyendo al propio Ministro de Petróleo y Presidente de PDVSA, Tarek El Aissami, atiza el espíritu radical.
Los portadores del extremismo cantan la proximidad de un descalabro, lo apuran en las redes sociales a través de memes, videos y toda suerte de mensajes que se viralizaron. No por vez primera auguran el principio del fin. Olvidan que deseos no empreñan.
Los sentidos del poder, arrogantes, apenas si perciben la cercanía del final. Lucen cómodos corriendo hacia adelante, iracundos, erigiéndose en paladines de la lucha anticorrupción.
Hugbel Roa, el violento diputado que arremetía lanzando micrófonos contra sus adversarios, cubierto de loas por los suyos, compinche del Jefe, luce flamante braga naranja junto con el resto de la banda. Pero el Jefe de la misma no aparece. ¿Quién protege a ese Alí Babá?
El tiempo se ha encargado de envejecer lo que se empeña en verse joven y regenerado repartiendo bragas naranjas para montar un show, apenas si se distingue de su mustio alrededor.
El gobierno vive un cerco tendido por la desmesura de las ambiciones de sus principales jefes y la impunidad de sus actuaciones, se va estrechando con cada hora que pasa.
El histerismo contra la oposición es prueba de un inquietante desespero, se ponen al descubierto.
De pronto se nos pasa por la mente que la vida de los regímenes autoritarios no es infinita. ¿Soplan vientos de cambio que no reconocemos? Por qué atormentarnos con preguntas sin respuestas.
Sigamos adelante construyendo pacientemente el Cambio en paz, ratificando la ruta electoral con la cual deberían comprometerse todos, absolutamente todos, los precandidatos opositores.