Píldoras amargas para lograr confianza de electores

Opinión | marzo 7, 2023 | 6:30 am.

Perdemos la credibilidad cuando mentimos. Recuperarla requiere reconocer la falsedad y tiempo para convencer al entorno de nuestro propósito de enmienda. En política, a veces se miente sin el expreso propósito de engañar, sino para intentar una reacción que se espera sea positiva o para sembrar esperanza, aunque también para taparear  errores. Para salir de los malandros que usurpan el poder es necesario ganar la confianza del votante y recuperar la credibilidad del voto. No es fácil. Se requiere ingerir algunas píldoras amargas, quizá estas puedan ser algunas:

  • Reconocer que, a pesar de los indudables avances logrados entre 1958 y 1998, parte de la población que los vivió siente que los mismos no fueron suficientes en relación a los ingresos Al final de ese período, persistían los ranchos, la pobreza, corrupción y errores en la política económica,  sobre todo a partir de 1974. No se sentaron las bases para lograr un desarrollo sustentable. La población rural se benefició muy poco en comparación con la citadina.  Esos cuarenta años fueron infinitamente mejores que los siguientes, pero no se deben idealizar, hay que reconocer las fallas, caso contrario se pierde credibilidad.
  • Reconocer que el chavismo no llegó por generación espontánea, ni por las prédicas de los llamados Notables. Tampoco por el indulto a Chávez por parte de Caldera. Llegó porque había descontento en una población que se sentía frustrada y con pocas esperanzas. Pocos advirtieron que había llegado la época de las vacas flacas. El ingreso petrolero no era suficiente para una población cada día más numerosa; tampoco para soportar una burocracia excesiva, ni para alimentar empresas y bancos quebrados.  En la siguiente elección del año 2000, la oposición estaba sin liderazgo, llegando al colmo de presentar como candidato presidencial a Arias Cárdenas, compañero de Chávez en la insurrección militar de 1992.
  • Reconocer que Chávez llegó con gran apoyo popular. Poco después,  la ausencia de resultados esperados, la inconsulta Ley de Tierras, con algunos artículos inconstitucionales, el intento de injerencia en la educación de los niños, en el sector sindical, empresarial y en Petróleos de Venezuela, determinaron que su aceptación cayera a 30 por ciento en el 2002. Sin embargo, se recuperó gradualmente con las Misiones . El Consejo Nacional Electoral, con mayoría oficialista, demoró arbitrariamente la realización del referendo revocatorio presidencial hasta que Chávez comprobó que había mejorado en las encuestas. Una mayoría de la población con necesidades vitales prefirió mantener en el poder a un Chávez que le proporcionaba alimentos,  atención con médicos cubanos en los barrios y sembraba esperanzas, en lugar de arriesgarse al no saber quién podría sucederlo.

Nuestra dirigencia nunca ha reconocido lo que sucedió y parte de la población opositora sigue encandilada con las marchas multitudinarias del pasado. Fue muy fácil culpar a las máquinas y al Consejo Nacional Electoral de alterar los resultados. Evidentemente, la mayoría oficialista del CNE alcahueteó irregularidades, el registro electoral no era, ni es confiable, y los paramilitares oficialistas amedrentaron a los votantes en muchas localidades,  pero el factor determinante fue, y  ha sido  también en otros eventos,  la ausencia de testigos de la oposición en muchas Mesas, lo que permitió al oficialismo operar las máquinas a sus anchas.

  • Reconocer que poco antes de las parlamentarias del 2005 la aceptación de Chávez era del 66 por ciento, según Alfredo Keller, un encuestador muy profesional. Muchos de nosotros alegamos que nos abstendríamos porque no confiábamos en el CNE, y exigíamos, con algunas razones válidas, la depuración del Registro Electoral, eliminación de las máquinas de votación y transparencia en el proceso.  Sin embargo, no fue por esas razones que los partidos políticos decidieron no presentar candidatos, sino porque estaban conscientes de que no hubiesen obtenido más de una docena de diputados, lo cual no han reconocido. Posteriormente, no hay duda de que Chávez derrotó a Rosales.
  • Reconocer que, aunque probablemente, Henrique Capriles derrotó a Maduro en el 2013,  no tuvo el valor de decir que no tenía las actas en la mano porque no tuvimos testigos en muchas Mesas.
  • Reconocer que, ante la enorme crisis económica actual, asesinatos políticos, ejecuciones extrajudiciales, torturas y más de siete millones que han tenido que buscar refugio en otros lares, lo lógico hubiese sido que la dirigencia se pusiese de acuerdo y presentara un candidato de consenso para el 2024. Desde luego, ese candidato tendría que haber sido alguien sin el rechazo que tienen los precandidatos de los principales partidos.

Ahora, es imprescindible apoyar las elecciones primarias. Contamos con una Comisión inobjetable y, además, no tenemos otra opción real. Abstenerse es favorecer al régimen. Lo ideal sería una elección con segunda vuelta y, en su defecto, con selección múltiple de candidatos, para que quien resulte electo tenga mayor respaldo. Debemos confiar en las decisiones de la Comisión. No puede haber excusas para impedir votar a quienes circunstancialmente estamos  en el exterior.

Las presidenciales serán, aunque no nos guste,  con este CNE. Será difícil que quienes estamos en el exterior podamos votar, pero hay que dar la pelea, porque es un derecho. No serán transparentes, pero con testigos entrenados se pueden neutralizar las tretas del régimen. Con una participación masiva, un candidato que no tenga rechazo y con buena organización  derrotaríamos  a un Maduro muy disminuido. Estas y otras píldoras, aunque amargas, podrían contribuir a salir de los usurpadores.

Como (había) en botica: Mañana, 8 de marzo, es el Día Internacional de la Mujer. Según el Foro Penal Venezolano,  hay trece damas presas por motivos políticos. Algunas han sito torturadas.  La oposición debería realizar una campaña para su libertad. Lamentamos el fallecimiento de Oswaldo Romero, compañero de Gente del Petróleo y de Unapetrol ¡ No más prisioneros políticos, ni exiliados!

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