Mujer: ¿celebrar o luchar?
El pasado 8 de marzo, día de la mujer, fue un día de movilización y protesta. En Lara, las mujeres socialdemócratas celebraron un encuentro para hablar sobre dos aspectos muy relevantes: 1) la necesidad de restituir el programa de atención materno – infantil frente a las escandalosas cifras de mortalidad y desnutrición de los infantes y 2) la necesidad de avanzar en la eliminación de las brechas de género en Venezuela. Lógicamente, Carlos Prosperí, precandidato presidencial de AD «en resistencia», estuvo allí porque es el único de los aspirantes que tiene ofertas concretas de políticas públicas con enfoque de género, de hecho, planteó en ese escenario la propuesta de aprobar una ley de paridad entre hombres y mujeres en los cargos de la administración pública.
En Carabobo, las mujeres socialdemócratas salieron a la calle y protestaron a las puertas de la sede regional del CNE exigiendo la disposición de puntos de actualización e inscripción en el Registro Electoral Permanente (REP). La Secretaria Femenina Seccional de AD «en resistencia», la señora María Olga González, explicó «en Valencia funciona la única sede a nivel de todo el estado para la actualización del REP, el resto de los 13 municipios no cuentan con la facilidad para la inscripción de votantes. Pues bien, hemos venido hasta aquí las mujeres de todo Carabobo a consignar formalmente la solicitud de exigencia de que sean respetados los derechos civiles y políticos de todos los carabobeños y sean abiertos puntos de inscripción en todos los municipios, el derecho al voto lo defendemos en la calle».
Los dos ejemplos muestran que las mujeres, particularmente las adecas, toman el 8 de marzo, antes que para celebrar, para luchar. Es una lucha con muchos motivos. En principio, la Crisis Humanitaria Compleja desnudó, de forma estadísticamente comprobable, que la mujer es una víctima diferenciada de la pobreza y el desmantelamiento de los servicios públicos, en segundo lugar, la crisis sumada a la pandemia, condujo al incremento exponencial de la violencia machista, los abusos sexuales y los feminicidios en Venezuela, el telón de fondo de estos despreciables fenómenos es la desigualdad histórica entre hombres y mujeres. Es simple, si la mujer no tiene independencia económica, si no tiene derechos reproductivos ni el control de su propio cuerpo, si padecen un techo de cristal que le impide ejercer liderazgo social y político, sus demandas son ignoradas y, en contextos de crisis, pasan de ignoradas a víctimas.
Es una vergüenza que solo el 11% de los cargos públicos de elección popular sean ejercidos por mujeres, con esos números demostramos que si en algún lugar de Latinoamérica existe el patriarcado es en Venezuela. Ahora bien, ¿qué papel debemos ejercer los hombres? ¿mirones de palo? Pues no, debemos respaldar las luchas de ellas, son nuestras madres, esposas, hermanas e hijas y si no acometemos las reformas políticas, legales, institucionales y económicas que permitan la efectiva igualdad género seguirán siendo ciudadanas de segunda y expuestas a la violación sistemática de sus derechos humanos.
Julio Castellanos / [email protected] / @rockypolitica