Una fábrica de Coroneles
Coroneles y generales abundan en demasía en relación con el tamaño de nuestra Fuerza Armada y de los cargos disponibles. Chávez y Maduro, para comprar sumisión, han ascendido a oficiales por antigüedad y no por méritos con la falsa premisa de que los ascensos son un derecho. Algo así como se promueven los niños del maternal al kindergarten. Solo queda uno que otro rezagado por no estar totalmente identificado con el régimen.
Muchos han ocupado u ocupan importantes posiciones. Ninguno ha realizado una buena labor, aunque tampoco los civiles. Igual sucede en todos los ámbitos. Tenemos buenos profesionales y la mayoría de nuestra población es trabajadora, pero tenemos escasez de buenos ciudadanos. Gustavo Coronel es uno de ellos. Estos son los Coroneles que debemos formar. Su reciente libro, Una fábrica de ciudadanos: Bases para la reconstrucción de Venezuela, nos proporciona la pauta.
Gustavo, el incansable geólogo luchador por la democracia y en contra de la corrupción, asevera que “Venezuela ha experimentado durante casi toda su historia una tragedia que puede definirse como la carencia de una masa crítica de buenos ciudadanos activos”.
Acertadamente, predica que hay que ir más allá de ser un ciudadano que cumple las leyes y respeta las buenas costumbres, que es imprescindible que sea activo que contribuya al bien común. Recalca nuestra tendencia a exigir derechos, obviando los deberes. El bien del planeta debe prevalecer sobre el bien nacional, este sobre el local y el bien colectivo sobre el bien individual. Nos recuerda que en nuestra historia varios compatriotas insistieron sobre la educación ciudadana. Entre ellos Cecilio Acosta y, recientemente, Antonio Luis Cárdenas y la Asamblea de Educación
Menciona que hay virtudes cívicas, como ser activos y responsables, contribuir al bien común, civilidad, buen vecino, solidaridad social, espíritu de servicio, voluntariado, generosidad y disposición para compartir. También virtudes morales como compasión, gratitud, humildad, integridad, deseo de justicia, respeto al derecho ajeno, coraje para defender principios y honestidad. Sentencia que nuestra educación ha sido un fraude, que privilegia la instrucción sobre la educación ciudadana y que nuestra sociedad se ha edificado sobre el primer piso, el petrolero, sin las bases que garanticen la estabilidad.
Recalca que hemos tenido campañas excelentes, como las de Renny Ottolina, Marta Rodríguez Miranda, Guillermo Aristimuño, la del Metro de Caracas y la de la Pdvsa meritocrática. Sin embargo, dice nuestro amigo, se requiere un esfuerzo mucho mayor.
Tiene que ser un compromiso nacional, con rango de política de Estado, con un equipo permanente, a largo plazo y dirigido a todos los venezolanos. Coronel relata su experiencia y señala los pasos que hay que dar, entre ellos la formación de educadores, para establecer la fábrica de ciudadanos. Desde luego, nuestros educadores deben ser mejor remunerados.
El libro, de lectura obligada, lo publicó la editorial Dahbar y también se consigue en Amazon. Por cierto, este distinguido Coronel cumple este año nueve décadas de vida rica en experiencias, en las que renunció a cargos importantes, unas veces por defender principios, otras por querer contribuir a una mejor Venezuela y, hasta hace poco, era voluntario como camillero en un hospital en Estados Unidos. Es decir, que predica, practica y defiende los principios y valores de nuestra civilización.
Hay analfabetas que son buenos ciudadanos. Tener méritos académicos no es garantía de serlo. Un ejemplo es el diputado de Primero Justicia Juan Miguel Matheus, con buena formación profesional, pero que se expresa como un energúmeno al intentar descalificar a distinguidos juristas del Bloque Constitucional, tildándolos de “mentirosos y corruptos que manipulan la opinión pública para proteger intereses políticos”. Se puso al nivel de Mario Silva.
Gustavo Tarre y Carlos Vecchio, dos buenos ciudadanos, presentaron sus informes de gestión, como representantes en la OEA y en la embajada en Washington.
Este libro trajo a mi memoria el de Arnoldo Gabaldón, La enfermedad latinoamericana de la educación superior, quien predicó que, por privilegiar la educación superior, hemos sacrificado los recursos para la educación preescolar y primaria. Es interesante que, en países como Canadá, la educación universitaria no es gratis. Varios países consideran que la responsabilidad del Estado de dar educación gratuita llega hasta el bachillerato. En Costa Rica, los estudiantes universitarios pagan de acuerdo con el ingreso familiar. Sin duda es un tema polémico, pero que habrá que abordar. El Estado no tendrá suficientes recursos para atender todas las necesidades.
Cabe mencionar que en el pasado hubo mucha tendencia al derroche de los recursos naturales, que son un bien común, como el agua y la electricidad. También, muchos pretendieron vivir por encima de sus posibilidades solo para presumir, pensando que no vendrían tiempos de vacas flacas. Hoy sufren las consecuencias. Ojalá hayamos aprendido y, cuando recuperemos la libertad, practiquemos lo que aconseja Gustavo Coronel y apoyemos su iniciativa para formar una masa crítica de buenos ciudadanos.
Como (había ) en botica: Ojalá no terminen de poner la torta haciendo cambios indebidos en la directiva ad hoc de Pdvsa. Venezuela perdió la semana pasada un gran ciudadano. El Dr. Pablo Reimpell fue un buen ciudadano y baluarte en la Pdvsa meritocrática. Trabajador como el que más, honesto, capaz, de trato afable, conocedor de varios idiomas.
La orden de captura de las tres integrantes de la directiva de la Asamblea Nacional, todas en el exilio, es otro atropello del régimen. Las declaraciones imprudentes de Marianela Fernández, vicepresidenta de la Asamblea, evidencian que no es la persona para ese cargo.
Mike López fue un compañero petrolero que recién falleció. Trabajó en la refinería de Amuay. Fue despedido y junto con su familia desalojado ilegalmente de su vivienda. Lo sustituyó un amigo que no estaba preparado para el cargo. López consideró un deber apoyar al amigo a pesar de sus diferencias, por lo que lo ayudó a superar su falta de preparación. Eso es ser un buen ciudadano. ¡ No más prisioneros políticos, ni exiliados!