Terror cósmico histórico: Almas en pena de Inisherin
Mi primera impresión sobre la película fue de rechazo. De un rechazo inconsciente que derivó posteriormente a un despertar. Creía que la película era un sinsentido caótico y resulta que todo tiene sentido si somos capaces de ver debajo de la piel de las convenciones que encubren los principales dolores humanos de toda existencia.
Almas en pena de Inisherin, de Martin McDonagh, es una película de terror cósmico histórico. Abrumadoramente pesimista y desoladora. Porque nos muestra como las circunstancias humanas adversas traen el infortunio de la mano de la soledad. Solos, aunque acompañados, es muy distinto a solos, solos. Las soledades compartidas son manejables, en cambio las soledades autodestructivas, no.
Sus protagonistas son seres solitarios sin firmamento vital. Los personajes que dan vida, Colin Farrell y Brendan Gleeson, están tocados por la locura y una amargura soterrada pero que les va matando espiritualmente anulando sus respectivas humanidades. Son muertos vivientes en una tierra, Irlanda, de paisajes hermosos, aunque de climas fríos y hostilidades sociales.
Sólo la huida puede salvar. Y es la hermana, Kerry Condon, inteligente en un entorno nada propicio para los inteligentes, la que emprende su propia salvación. Y es que la mayoría no puede huir porque las fuerzas de la costumbre y el miedo a lo incierto atenazan aún más al prisionero. Irlanda es el país con la más alta tasa de inmigración en la historia del mundo hacia los Estados Unidos.
La película recrea el año 1923 pero es una fecha referencial falsa porque el tiempo se detuvo. Así como se detiene en sociedades con ritmos cotidianos muertos. Las referencias a los países de la Cortina de Hierro luego de la postguerra en el siglo XX son inevitables cuando los libertadores soviéticos se convirtieron en opresores. También hay que hacer alusión a las distopias cubana y venezolana con similitudes trágicas.
La depresión, es la protagonista silenciosa. Todos los personajes están deprimidos. Unos más que otros. Y es que la depresión es una tristeza que invade el alma y la carcome sin piedad. No sólo es la enfermedad de los totalitarismos sino también de las sociedades pobres. Todos los personajes de Almas en pena de Inisherin son fantasmas dentro de un infierno y purgatorio laberintico. Es una recreación del fin del mundo de la misma forma que el Apocalipsis de San Juan.
La película es desconcertante porque es una invitación a ver el horror en forma disimulada bajo el imperio de las convenciones sociales que domestican rebeldías. El paso del tiempo es tiránico. Y aún más el tedio y la angustia acerca de un fin sin grandeza ni trascendencia. La parsimonia como ritmo lento es la tortura cotidiana. Y la película se lo transmite al espectador de una forma tanto poética como artística.
Hay tres espacios opresivos: la casa rural, pobre y agreste donde los animales parecen ser más felices que los hombres y son testigos del Holocausto; la Iglesia: donde el lavado cerebral ideológico religioso hace papilla el libre discernimiento y amansa cualquier atisbo de rebelión humana haciendo del conformismo una tumba; y finalmente, la taberna, donde el ruido, la música, los amigos y el alcohol son distracciones de la melancolía.
Lo que en un primer momento pudiera ser una película sobre el tema de la amistad deriva en un complejo caso de psiquiatría social. Y hasta teológico. Porqué el silencio de Dios es estrepitoso y la fe está ausente. Creo que esto es el principal mérito de Almas en pena de Inisherin, película que ganó el Globo de Oro hace unos días. No voy a dejar de referir lo impecable de su fotografía, buenas actuaciones y guion. Una película superior.
Director del Centro de Estudios Históricos de Luz
@LOMBARDIBOSCAN