Ricardo Aguirre, «El Monumental de la Gaita”

Opinión | enero 12, 2023 | 6:18 am.

Cuando voy a Maracaibo / y empiezo a pasar el puente / siento una emoción tan grande / que se me nubla la mente / siento un nudo en la garganta / y el corazón se me salta / y sin darme cuenta tiemblo / sin querer estoy llorando oooohhh

Invoco este tema de Ricardo Aguirre después de los días navideños y los Reyes Magos, porque la gaita no tiene termino. La gaita es una sola. Han pasado 53 años del fatal accidente donde perdió la vida Ricardo Aguirre, ese joven e inquieto compositor querido por todos, que tiene bien merecido un sillón en la historia de la música venezolana,  que llegó a convertirse en “El Monumental de la Gaita”, tal como lo bautizó el abogado y locutor zuliano Octavio Urdaneta.

En agosto de 1962, se casó con Teresita Suárez, también maestra, tuvieron cuatro hijos Ricardo, Yaneth, Jorge y Gisela Aguirre Suárez.

Fue un hombre exitoso en su corta carrera. Le cantó a su ciudad querida, al sentir de la gente, denunció sus problemas en más de 60 composiciones, “La Grey Zuliana”, “Maracaibo Marginada”, “Paraguaipoa”, entre tantas otras.

En 1966, Ricardo Aguirre, cantó la Gaita  «Virgen de Chiquinquirá», con el grupo «Cardenales del Éxito» de los compositores  José Ángel Mavárez y Ramón Bracho.

El Empedrao y Santa Lucía son la cuna de la Gaita

Es la populosa barriada de “El Empedrao”, sector destacado y conocido por sus calles de piedras y la Gaita. Su nombre tiene su origen por las canteras de “piedra de ojo”, que fueron las utilizadas por los Alarifes (los constructores o maestros de obras experimentados) para la construcción de iglesias, templos y edificaciones en la naciente Maracaibo.

El Empedrao está ubicado en el centro norte de la ciudad, es un barrio que forma parte de la parroquia Santa Lucía, por la avenida Bella Vista, municipio Maracaibo, estado Zulia. Considero a El Empedrao y Santa Lucía como la cuna y el salón por excelencia de la Gaita Zuliana.

Un martes 9 de mayo de 1939, a las 6 de la mañana, en una casa de la calle Baralt, en esa Barriada, la Comadrona que asistía el parto de Doña Ida Cira González, anunció el alumbramiento de un varoncito que había nacido enmantillado (es considerado como una persona muy afortunada, para quien todos los caminos hacia el éxito están signados por su nacimiento), fue bautizado con el nombre Ricardo José, y era el cuarto hijo de la familia, su padre era el trabajador portuario Luis Ángel Aguirre. La casa de la familia Aguirre González  estaba ubicada al fondo del edificio Hermanos Gómez Castro.

Amor por su madre y pasión por la música

Ricardo José aprendió sus primeras letras y guarismos a la edad de cuatro años en la escuelita privada de la maestra Mariita Pulgar, situada en la calle Aurora entre Carabobo y Padilla, que cobra dos bolívares semanales por alumno.

Terminó la primaria en dos escuelas públicas. En 1951, Ricardo tenía 12 años de edad, su madre gestiona ante el Ministerio de Educación su inscripción para que se formará como Maestro en la Escuela Normal “Gervasio Rubio” en Táchira; la respuesta fue positiva y el adolescente se fue a Rubio. Allá tomó pasión por la música, aprendió a tocar guitarras, cuatro, piano y otros instrumentos musicales. El gusano de la música ya se le había metido al cuerpo. Comienza a mostrar su vena poética y de compositor en el género de la Gaita Zuliana. Tuvo una gran admiración por su madre Doña Ida Cira, quien tuvo que trabajar duro para levantar sus hijos, con la fortaleza del Roble y una gran sabiduría para aconsejar y orientar a seis hijos que fueron abandonados por su padre cuando nació Alves, el último de ellos.

Ricardo, desde niño, tuvo dos grandes inquietudes: el amor por su madre y la pasión por la música. Los instrumentos musicales, cuatro, guitarra, maracas y el piano, siempre le fueron afines, con un talento innato los tocaba todos. Se le convirtieron como una prolongación de su cuerpo, cuando lo veías llevaba consigo un instrumento, como el fotógrafo con la cámara.

“Cantaba muy afinado, con voz vigorosa: sus notas altas eran atenoradas y las graves eran de un barítono aterciopelado”. Comentan los curiosos que Ricardo, cuando se fue a estudiar a la Escuela de Normalistas en Rubio, estado Táchira, le escribía hermosas cartas a su madre. Desde la soledad y las neblinas de la montaña andina le relataba la nostalgia por la familia y lo que ellos representaban para él. Doña Ida Cira las compartía con sus familiares y vecinos, por la forma cálida y envolvente en la que su hijo describe su mundo en el destierro”.  El amor y el cariño a su progenitora lo dejó plasmado en dos de sus mejores interpretaciones, “Madre”, canción compuesta por Pedro Colina en 1963; y “Madre adorada”, del compositor Eurípides Romero en el año 1964.

Toda la familia de padre y madre fueron músicos

Desde el vientre de su madre ya escuchaba la gaita y el sonido de los tambores, es decir, nació y se crio rodeado del canto y de la música; la música la traía en sus ancestros, tanto sus abuelas materna y paterna, Hermelinda González y Dolores Aguirre, por separado y sin conocerse, ambas cantaban valses, tangos y boleros. Su abuelo paterno, Pancho Landaeta, era músico y cantaba en las retretas que conformadas por bandas musicales tocaban en la plaza de El Empedrao y Santa Lucía. Todos sus tíos cantaban y tocaban bambucos, valses y danzas en el sector Las Veritas y La Mucura de la barriada Santa Lucía. “El Monumental” era un hombre con personalidad, con liderazgo, convincente en sus planteamientos tanto en las aulas de clases o en la calle. Su enfermedad visual lo obligó a llevar sus lentes de pasta de carey, como un apéndice de su cara. Quienes lo vieron cantar en vivo en los distintos escenarios, coinciden en que su voz y personalidad magnetizan a los presentes y los ponía a cantar con él.

De las montañas andinas a las aguas del Lago, ahí lo encontró Teresa

En 1958 regresa a su tierra natal graduado como Maestro Normalista. Trabajó como maestro en la escuela “Monseñor Granadillo”. Ricardo ya era un joven conocido como músico y cantante de los grupos musicales y orquestas, era invitado frecuentemente por las emisoras de radio.

Allí, en la escuela, conoce a una colega docente, “morena clara, de pelo crespo y voz sensual”, de nombre Teresa. Cuenta Teresa “que una mañana cuando pasaba por el pasillo junto a los salones de clase, escuchó una voz armónica, que le era cotidiana, con palabras afinadas como notas. Sintió curiosidad y se acercó a la puerta para escuchar mejor y ver de quien se trataba, quién era ese orador. Abrió la puerta del salón de clase y vio al jovén docente con lente de pasta, escaso cabello y tez morena”. Era el maestro Ricardo. Con él se casaría unos meses después.

Ironías de la vida, Ricardo Aguirre nació y murió a las misma hora, a las seis de la mañana

La noche del viernes 7 de noviembre de 1969 había llovido duro en Maracaibo. En el Lago se reflejaba la lluvia, y en el Catatumbo se veían y se escuchaban los relámpagos y las centellas; fue una noche chubascosa, era la primera lluvia de noviembre, que es considerado el mes de las aguas en el Zulia. Para los viejos pescadores existe la creencia y así lo admiten que “Es el mes de la Virgen de La Chiquinquirá, por tanto es mes de las lluvias, porque ella es de agua, pues llegó por el lago de Maracaibo y se iluminó en una tinaja”.

El amanecer lluvioso de ese sábado 8 de noviembre, a las seis de la mañana, a la misma hora que había nacido, falleció Ricardo Aguirre en un accidente de tránsito. Qué ironías tiene la vida.

Ricardo Aguirre nació y murió a la misma hora, cuando estaba despuntando el sol. Las calles del sector Las Veritas estaban solas, era día de descanso familiar. Estaba garuando y se escuchaban las gotas en los techos de zinc de las casas; algunos vecinos estaban preparando su primer café mañanero cuando un estruendoso golpe seco se escuchó en la barriada. Había ocurrido un accidente de tránsito en la Avenida 9 – A, entre las calles 87 y 88, a pocas cuadras de la calle Colón,  de la casa donde vivía Ricardo Aguirre con su familia.

El informe de tránsito dice que estaba lloviendo cuando se estrelló un Jeep (placa oficial E3-7065) contra la parte trasera de un camión Mack cargado con café conducido por el señor Juan Saúl Montoya.  A los pocos minutos la noticia corrió como la pólvora, por la radio el locutor Alberto Quero Espina, con voz solemne y grave decía: “Un vehículo rústico había chocado contra un camión mal estacionado y alguien había muerto en el acto”, no se sabía de quién se trataba. A los pocos minutos se reveló la identidad del infortunado en toda su magnitud, se trataba de Ricardo Aguirre; los radio oyentes no podían creerlo cuando el locutor lo confirmaba diciendo: “Ha muerto Ricardo Aguirre, el más Grande, El Monumental de la Gaita, a los 30 años de edad”. La colectividad no salía de su asombro y ese dolor se convirtió en llanto.

El acto de las exequias y el funeral de Ricardo Aguirre fue un río de gente que fue a acompañarlo, a darle su último adiós, se dieron cita todos los Grupos y Cantantes para rendirle Honores; solo comparable con en el de otro paisano también Grande, que también se fue muy joven Felipe Pírela.

El 8 de noviembre se decretó como Día del Gaitero, en su Honor

Diez días después, el 18 de noviembre de ese mismo año, todo el día fue de lluvia, un torrencial aguacero que parecía que todo el cielo era agua; ese es el día en que se hace la gran procesión, donde se dan cita toda la feligresía y se congregan personas de otras ciudades y lugares para conmemorar el milagro de la aparición de La Virgen de Chiquinquirá (La Chinita), en el Lago de Maracaibo; la procesión no salió. Fue tan fuerte el torrencial aguacero que la feligresía congregada manifestaba que la Chinita estaba llorando por la partida hacia el infinito de Ricardo Aguirre “El Monumental de la Gaita”. El 8 de noviembre se decretó como Día del Gaitero, en su honor. Sus restos se encuentran en el Panteón del Estado Zulia.

Hay un hecho que llama la atención. Cuenta su familia, que en los años 50 cuando Ricardo estudiaba en Rubio, visitó a una gitana del circo Razzore, que andaban en gira hacia Colombia, ésta le dijo: “Tienes un porvenir bastante promisorio. Vas a ser un hombre muy famoso, pero vas a terminar tu carrera temprano y habrá mucha gente cantando contigo”. Le relató ese encuentro a su Madre; tiempo después, ella decía que cuando recordaba esas palabras la golpeaban como un eco en su memoria, sentía mucha angustia, a él por el contrario le causaba mucha risa cuando se refería al encuentro con la pitonisa. ¿Nos preguntamos si se cumplió lo pronosticado por la Gitana?.

Desde aquel fatídico sábado 8 de noviembre de 1969, cuando Maracaibo despertó triste, llorando, invocando la plegaria que Ricardo Aguirre, le cantó a la Virgen de Chiquinquirá:

«En todo tiempo cuando a la calle sales mi Reina/

 Tu pueblo amado se ha confundido en un sólo amor/

Amor intenso glorioso excelso sublime y tierno/

Amor celeste divino y santo hacia tu bondad«.

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