Discurso por la libertad
Discurso de la servidumbre voluntaria es un ensayo escrito por Étienne de La Boétie, un jurista y escritor francés del siglo XVI. En este ensayo, el escritor aborda el tema de la libertad y cómo los tiranos mantienen su poder a través de la sumisión voluntaria de los ciudadanos. Según él, los tiranos son capaces de mantener su dominio únicamente porque los ciudadanos eligen servir y obedecerles.
A pesar de que Discurso de la servidumbre voluntaria es una obra breve, tuvo un gran impacto y ha sido considerada un clásico de la teoría política. Muchos han encontrado su lectura perturbadora debido a que revela el monstruo que anida en el interior de cada ser humano y cómo este puede aceptar la tiranía y la opresión.
El ensayo de La Boétie también ha sido interpretado como una advertencia sobre la tendencia de la gente a aceptar la tiranía y la sumisión. Muchos han visto en él una llamada a evitar la apatía política y promover el pluralismo y la amistad, en lugar de recurrir a la violencia o a la revolución.
El discurso del francés también se conoce como «contra el Uno» porque el tirano desenraiza al hombre de la tierra de la libertad, destruye la amistad y destierra el pluralismo, saqueando las fronteras y penetrando los reductos de la intimidad humana.
Esta obra debe ser interpretada como una ardiente apología de las humanidades, porque explica la historia de la lucha por la libertad, transmitida en las leyendas y los libros, así como lo que denomina doctrina, conjura el hechizo y despierta en los hombres «bien nacidos» un aguerrido anhelo. Parece que esta es la orientación que persigue este poco conocido ensayo que transmite, con espíritu grecolatino, la experiencia clásica de la libertad.
Algunos seguidores de la obra del jurista francés se preguntan: ¿Ha encontrado remedio esa enfermedad mortal sobre la que escribe La Boétie? ¿Es el Estado de derecho una estructura protectora?
La enseñanza de este clásico de la teoría política es negativa. Para La Boétie, es la incapacidad del tirano para ser amigo de sus semejantes, la imposibilidad de amar y ser amado lo que debería resultarnos, hoy, igualmente insoportable. Los individuos que no eran atemorizados bien podían ser comprados. Y, de esa manera, el gobernante se involucraba también en dádivas. Los juegos, farsas, espectáculos, gladiadores, bestias extrañas, medallas, cuadros, y otros de tales narcóticos patrocinados por el Estado eran utilizados por los pueblos antiguos. Estas distracciones eran el señuelo hacia la esclavitud.
El pueblo se fascinaba tanto por sus placeres que no se percataba de su marcha hacia la esclavitud. En otras épocas, los gobernantes literalmente mantenían al pueblo mediante la distribución de raciones de alimentos. “¡Y entonces todos vergonzosamente gritaban, ¡Larga vida al Rey! No alcanzaban a entender que solamente estaban recuperando una porción de lo que les pertenecía por derecho, y de que, su gobernante no podría haberles dado lo que estaban recibiendo, sin primero habérselos quitado a ellos mismos. Al proveer pan y circo, bienestar estatal y distracciones populares, el pueblo era sobornado para que entregara su libertad.
Este soborno directo palidecía en significación frente a una forma indirecta a la que La Boétie denominaba la causa principal, el secreto de la dominación, apoyo y basamento de la tiranía. Este no era otro que el soborno institucionalizado, mediante el cual millones de personas eran empleadas en puestos públicos y recibían fondos financiados con impuestos. Estos empleados estatales “se aferraban al tirano” y le ofrendaban su dignidad. Algunos de ellos, tales como los oficiales de policía, se convertían en los brazos del Estado, alcanzando a toda la sociedad para implementar leyes y disposiciones.
Si los súbditos son muchos y el tirano un solo hombre, ¿por qué consienten ellos su esclavitud? ―se preguntaba La Boétie―, ya que, con solo tomar la decisión de no servir más, inmediatamente pasarían a ser libres.
Para el escritor francés, la libertad era un bien inestimable cuya pérdida, para toda persona de honor, significaba amargarle la existencia y dejándole la muerte como la única esperanza de redención. Proclamaba el francés que las personas no solo habían nacido con la libertad intrínseca, sino también con una fervorosa pasión por defenderla. Étienne consideraba la servidumbre voluntaria como un vicio y no una virtud, ya que, según él, esta esclavitud contradecía la naturaleza propia del hombre y dado que todo ser humano tiene capacidad de razonar, la virtud radica en cultivar su propia independencia en comunidad.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE