Conatel / Sebín / Dgcim
Hay actuaciones del régimen que son tan obvias que la gente suele aludir a ellas como parte de su cotidianidad, algo no extraordinario, pasa continuamente etc., etc. Nada que provoque reacciones e incite a la reflexión y a la acción.
Son los hechos, los más relevantes remitidos, transmitidos por los medios de comunicación. De allí lo trascendental que es para un pueblo la solidez y la importancia de sus medios de comunicación, los pasquines locales, la prensa, los medios electrónicos y todo otro nuevo invento tecnológico de aquellos que nos sorprenden cada día.
En Venezuela ocurre algo muy significativo. Se está aplicando una política de arrase total de los medios de comunicación independientes. Cada día recibimos el reporte sobre las estaciones de radio locales que son clausuradas, en un país que en la amplia mayoría de su territorio es rural, de los 23 estados existentes, en 17 de ellos la única actividad relevante es la agricultura, en ese mundo la radio pueblerina o comunitaria es el rayo de luz que los conecta con el acontecer de cada día.
En estos espacios el gobierno ha aplicado con saña el cierre total y progresivo de sus estaciones de radio, un medio que los conectaba con el mundo y a través del cual resolvían grandes urgencias: traslados a hospitales, denuncias de asaltos a la propiedad, riesgos climáticos, actos de violencia, fallas de servicios públicos, pero también las buenas noticias, los cumpleaños de algún vecino ilustre, las fiestas parroquiales, los eventos deportivos, los actos culturales y pare de contar.
A esta red de instituciones que cubrían todo el país el régimen madurista le ha aplicado con mucha inquina el alicate mortal que significa suspender sus servicios. Vale la pena preguntarse, un presidente con el poder total que tiene el señor presidente y su corte ¿por qué coloca, de forma callada y silenciosa, pero tenaz, el objetivo político de privar a nuestras comunidades en su mayoría rurales de sus estaciones de radio? luego de haber cumplido solapadamente la ingrata tarea de cerrar sus periódicos estadales, municipales y locales.
Si tratamos de reflexionar sobre esta acción gubernamental las conclusiones son asombrosas, la pretensión no puede ser otra que aislar una gran parte del territorio, descolgarlo de su conexión con lo que acontece en las ciudades, en los centros urbanos y dejar esta población aislada en el tiempo y en el espacio.
Es necesario entender que no es una acción caprichosa, en Venezuela hay buenas carreteras, aunque abandonadas, que permiten comunicarnos con facilidad, pero no hay gasolina, lo cual nos arrebata la posibilidad de participar, concurrir a actos cívicos ciudadanos, no hay prensa escrita (destruida por la Corporación Maneiro [1]) que nos informe sobre los hechos que agitan el país y para colmo como remate se han dedicado a clausurar todas las emisoras locales, pequeñas empresas que a lo largo y ancho informaba a los ciudadanos de los hechos que conmovían el país y su vida cotidiana.
Con esta acción de cierre de emisoras locales se coloca a una parte de los venezolanos, más de 4 millones de personas, habitantes de ese mundo rural, semi rural o conurbanizados, al margen de cualquier evento o suceso que impacte al país. Hay que entender que esto no es algo casual o caprichoso de un funcionario que pretende ejercer un poder que lo sobrepasa, es por el contrario algo muy bien pensado, es parte del fraccionamiento, la separación, que necesita un gobierno sin respaldo popular para mantenerse en el poder.
En tal sentido podemos entender que en Venezuela hay dos grandes espacios de represión, la que practican en cárceles, centros militares y cualquier centro nuevo de tortura y represión, como las casas sin dueños en poder del régimen.
El otro espacio de represión, esta vez subjetiva, es la que aplica Conatel cuando utiliza el alicate contra las redes de estaciones de radio local que han servido siempre como conexión del mundo rural, semirrural con el medio urbano y con el país en general. Así podríamos decir que entre los centros de represión que deben ser examinados en Venezuela además de Sebín, Dgcim y los nuevos centros de tortura, se encuentra esa malévola institución llamada Conatel, el centro encargado en dejar a ciegas, sembrar la ignorancia, separar al mundo rural del resto del país, labor que también realiza en las zonas populares de los principales centros urbanos del país.
Hoy estos pueblos están sin estaciones de radio, sin periódicos, porque todos desaparecieron y sin escuelas por que los maestros se vieron obligados a iniciar un movimiento de protesta para salvar su profesión, sus escuelas, a los estudiantes y a la sociedad en general.
Una sociedad sin maestros, sin prensa, sin radio es una nave sin rumbo porque el sentido de la vida se pierde en el mar de la ignorancia y del oscurecimiento que produce, no aprender, no conocer, no informarse. Cerrar estaciones de radio es parte de una estrategia que aplica con saña este régimen para permanecer en el poder.
Como nos dice Milan Kundera: «Para liquidar a los pueblos se empieza por privarlos de la memoria. Destruyen tus libros, tu cultura, tu historia. Y alguien más escribe otros libros, les da otra cultura, inventa otra historia; después de eso, la gente comienza a olvidar lentamente lo que son.
En Venezuela estamos apoderándonos de la idea de que no defender un derecho bien logrado es perderlo, lo destruido pasa a formar parte del cementerio cultural que patrocinan los gobiernos totalitarios en el mundo. Acaban con sus figuras y episodios históricos, con las manifestaciones de libertad de pensamiento, con la posibilidad de crear, imaginar y esforzarse que tienen como principal patrimonio todos los seres humanos.
El gran objetivo es convertirnos en un rebaño obediente, uniformado, silencioso que acate todas las órdenes y soporte las torturas sin protestar. Afortunadamente la convulsión que agita el país con sus maestros, trabajadores, empleados públicos protestando, reclamando, exigiendo el cese de la represión y la miseria nos llena de fe en un futuro marcado por la posibilidad de que el país subsista como una muestra del poder del ser humanos de su energía moral para cambiar la opresión por libertad. Auguramos un nuevo futuro para los trabajadores de los cientos de estaciones de radio locales cerradas alevosamente por este régimen. Aspiramos a un fin cercano de esas instituciones edificadas contra la libertad como son Conatel / Sebín / Dgcim.
La invasión de conciencia a partir de la destrucción y sustitución de los medios de comunicación legítimos es un nivel de represión aplicada por los regímenes socialistas, es un área de investigación que debe ser incorporada por la Corte Penal Internacional (CPI) como espacio de ataque a los derechos humanos de los ciudadanos en cualquier sociedad.
Nota
[1] La táctica de la Corporación Maneiro para acabar con la prensa fue distinta a la que aplicó Fidel Castro en Cuba, cayéndole a martillazos a las rotativas de los periódicos de la oposición cubana.
En Venezuela se aplicó una estrategia perversamente calculada:
– Cerrar todas las posibilidades a los periódicos de obtener los insumos y el capital necesario para poner en marcha sus rotativas. Dilatar, sin negar la tinta, la provisión de papel, los repuestos a las maquinarias
– Negar las divisas para la importación de papel. Todo manejado fríamente. no se negaban las peticiones de los periódicos solo se dejaba transcurrir el tiempo para llevarlos a la imposibilidad de funcionar y de allí a la quiebra económica.
– Amenazar a los anunciantes, en un país estatizado, con el cierre de financiamiento y del apoyo público si publicaban en algún medio opositor.
– Cancelar la publicación de las instituciones públicas en los periódicos opositores al régimen.
– Una táctica unida a la feroz represión contra los periodistas, atacarlos, amedrentarlos y obligar a los dueños de los medios a prescindir de sus labores.
– La aplicación de la ley contra el odio, Una herramienta jurídica que busca “silenciar y castigar opiniones que resulten incómodas para el Estado”.