Aduladores y tiralevitas
Antístenes, filósofo griego, vivió 400 años antes de Cristo y perteneció a la Escuela Cínica. Entre sus alumnos estaba Diógenes, el de la linterna. Cuando Diógenes llegó a Atenas y lo conoció, quiso ser su discípulo. Este lo rechazó alegando que no admitía discípulos. Fue tal su insistencia que Antístenes le amenazó con su bastón, pero Diógenes le dijo: «No hay un bastón lo bastante duro para que me aparte de ti, mientras piense que tienes algo que decir».
No vestían ni comían bien como suele pasar hoy en día, pero tenían un discurso cálido y excelso respetado por los emperadores. Tan pronto se conocieron y tantearon la situación política de Atenas, Antístenes le dijo: “Es mejor caer en poder de cuervos que en el de aduladores, pues, aquellos devoran muertos, estos a los vivos». Sobre Antístenes dijo Sócrates que hacía gala del descuido y desaseo en su vestido; con los pies desnudos; largos y abandonados la barba y el cabello. Solo usaba un manto y un bastón, queriendo de este modo convertir a los demás a una sencillez primitiva. Para liberarse de toda atadura, no aceptaba nada que no pudiese llevar consigo.
Plutarco, escritor, filósofo y sacerdote griego del siglo I d.C., conocido por una serie de biografías de personajes famosos de la antigua Grecia y Roma, sostenía que los aduladores eran tan dañinos que podían producir la caída de un Estado. A este nivel de análisis llegó el escritor en su obra, Como distinguir a un amigo de un adulador. En su obra, insistió el escritor en que se debía hacer una clara distinción entre un amigo y un tiralevitas.
En la Venezuela actual, han disminuido dramáticamente los amigos y han crecido exponencialmente los «póngame donde haiga”, mal histórico que ha perseguido, como la lepra, a los personajes públicos de todos los tiempos.
Plutarco les recordó a los seguidores de Nerón que, mientras los cazadores atrapan las liebres con los perros; muchos hombres atrapan a los ignorantes con la adulación. El sacerdote griego también criticó la falta de libertades impuesta por los emperadores y desarrolló el problema de la falta de información y la incertidumbre que ello genera. Sugirió que las personas debían actuar como los pájaros, que tienen la capacidad de maniobrar con rapidez, inteligencia y sensibilidad.
Designado como sacerdote de Apolo en el Oráculo de Delfos, se convirtió en el principal responsable de la interpretación de los augurios que emitían las pitonisas del Oráculo. Parece que el intérprete se adelantó en el tiempo para visionar las palabras del periodista Louis Dumur que escribió: “La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”.
No quiero terminar este escrito sin antes definir a los dos funestos personajes de quienes él trata. El adulador es alguien que muestra excesivo elogio o adulación hacia otra persona con el objetivo de ganar su favor o beneficio. A menudo, esta conducta es insincera y la realiza con fines egoístas. El término «levita» se refiere a un sacerdote del antiguo Israel, que se consideraba una clase superior en la sociedad, de allí que, el tiralevitas es un individuo que se comporta de manera similar, creyéndose superior a los demás.
El mundo entero sufre una peste de personas arrogantes que se creen centro del universo: siempre listos para lanzar sus cañones contra sus adversarios.
Estos sujetos gobiernan, y conducen los asuntos de Estado como seres predestinados para transformar al mundo y al igual que dioses, pretenden crear hasta un hombre nuevo: un individuo modelado a su imagen y semejanza.
A lo largo de la historia, esos seres mesiánicos han terminado por hundir a sus países en terribles desgracias: guerras, éxodos y hambrunas. Pero la verdad es que, estos “superhombres”, al final de cuentas, son individuos extremadamente débiles, que sucumben ante las manipulaciones de sus aduladores o grupos de interés, quienes, tras bambalinas, son los que terminan conduciendo los asuntos de gobierno.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE