El voto como obligación moral
El voto de la democracia, una obligación moral, es un libro escrito por el politólogo y economista norteamericano Anthony Downs, donde sostiene que el voto y los costos de la información son demasiado altos y que una sociedad efectiva debe hacer que sus ciudadanos crean y sepan que el voto es una obligación moral. Una alta votación en cualquier evento político ayuda a que las democracias sigan funcionando. Caso contrario, la desconfianza hacia las organizaciones políticas seguirá creciendo y las crisis de los partidos se transformará en crisis de los gobiernos, ante la ausencia del electorado.
Downs señala que la sociedad es bombardeada por mensajes no siempre confiables, que, por lo general, intentan mostrar aspectos seleccionados, cuando no distorsionados, de la realidad política cotidiana. Para muchos, la democracia consiste en votar, y por el mero hecho de haber sido votada, cualquier decisión debe quedar ya legitimada, santificada. Otros son amenazados si no acuden a las urnas. Pareciera que la finalidad para la que nació la democracia, como conjunto de instituciones orientadas a garantizar y proteger las libertades personales frente a los abusos del poder político o de terceros, es ya irrelevante, lo importante es que todas las decisiones se acomoden a un sistema procedimental, mecánico, de toma de decisiones colectiva y participativa.
Anthony Downs, quien murió en octubre de 2021, en sus trabajos, analizaba la adopción de decisiones atendiendo metodológicamente al interés económico de los individuos burócratas y políticos profesionales. Sostuvo que el autoritarismo supone una autoridad llevada al extremo, una autoridad que aplasta la libertad y una de sus características es la restricción del pluralismo político. Tiempo atrás, en una conferencia en la Universidad Sergio Arboleda, en Colombia, el catedrático estadounidense señaló que “a algunos políticos les interesa determinados asuntos, pero el deseo de ser reelegido es el factor dominante. Los votantes van a seguir mal informados por los altos costos de la información y los políticos seguirán buscando la reelección”.
Una de las definiciones más famosas de “partido político” proviene, justamente, de Downs, quien escribió: “es un grupo de personas que buscan el control del aparato de gobierno a través de obtener puestos en una elección llevada a cabo de forma correcta. Tiene como fin hacer posible la convivencia conjunta en una sociedad y deben cumplirse algunos valores como la libertad, la justicia y la solidaridad”.
En la década de los 70, el escritor italiano Pier Luigi Zampetti en su libro, Democracia y poder de los partidos, se adelantaba a las opiniones de Downs sobre las actuaciones cuestionables de las organizaciones políticas, al señalar: “en la situación política actual parece que se cierne sobre el Estado y sus instituciones un ambiente general de desconfianza, tanto en Italia como en el resto del mundo”.
Para corroborar lo expresado por Zampetti, basta tomar un solo ejemplo, aunque estoy seguro de que existen muchos más. En la sociedad serbia, manejada férreamente por el entonces dictador Slobodan Milošević, cuya prensa se mantenía secuestrada, descubrieron que la dictadura compartía el poder con muchos de los principales opositores que le hacían el juego político, al “Carnicero de los Balcanes”. Frustrados con los líderes políticos que protegían solo sus intereses personales y de partido, los cuales a menudo degeneraron en luchas internas, el grupo que luchaba para expulsar a la dictadura del poder, decidió que «no tendría líderes”. Renegaron de cúpulas y cogollos.
Gene Sharp sostiene que el llamado a negociar, cuando se trata de cuestiones fundamentales de las libertades políticas, puede ser un esfuerzo por parte de los dictadores para inducir a los demócratas a rendirse pacíficamente, mientras que la violencia de la dictadura continúa. En semejantes conflictos, las negociaciones solamente podrán jugar un papel apropiado al final de una lucha decisiva, en la cual el poder de los dictadores haya sido destruido y ellos estén buscando pasaje seguro para llegar a un aeropuerto internacional.
En todas partes, a ciertos movimientos políticos les gusta venderse como la solución, lanzando medias verdades o mentiras, distorsionando argumentos con el pretexto de “rescatar el país de manos de los malos”, cuando la verdad es que lo único que les interesa es ganar el poder para enriquecerse. Sin importarles que la violencia se recrudezca, al fin y al cabo, los muertos los pone siempre el pueblo llano. Manejan perfectamente la psicología de masas y la demagogia. Saben que la masa se deja guiar como ovejas y se vuelve incapaz de pensar individualmente. Hay que tener mucho cuidado con ellos, sobre todo en los escenarios electorales.
Coordinador Nacional del Movimiento Político GENTE