La irrelevancia del candidato único
Para tratar de animar el fúnebre ambiente en las primarias de la falsa oposición hay quienes insisten en la falacia del candidato único como mágica vía que conduciría a la salida del régimen chavista en Venezuela.
Según esta tesis tan solo si la falsa oposición fuese capaz de ir unida con un solo candidato a las elecciones del 2023 entonces podría ganarle a Nicolás Maduro. Y si este candidato (o candidata) es el resultado de unas primarias mucho mejor para sus posibilidades. Esta concepción pertenece más al ámbito de la propaganda que al de la política y presenta muchos problemas y contradicciones para sustentarse a sí misma como una tesis viable que confronte exitosamente contra el Estado chavista.
El primer problema es que se habla de escoger un milagroso candidato unitario que, con el apoyo de todos los componentes de la falsa oposición y el voto de la mayoría de los venezolanos, sería electo presidente.
Esta tesis se aferra a una calidad cuantitativa y matemática según la cual para ganar solo hace falta contar con la mayoría de los votos lo cual podría funcionar en otros países pero no en la Venezuela chavista. Aquí lo que vale es quien cuenta los votos o mejor decir quien anuncia los resultados finales. La tesis del candidato único se abstrae deliberadamente del tema fundamental de las garantías y condiciones electorales que deberían ser establecidas preliminarmente para unas elecciones con un mínimo de transparencia.
Pero regresar al viejo e incómodo tema de las condiciones electorales cuando ya todos están embarcados en campañas presidenciales sería echar por tierra el entusiasmo que inspira la tesis del candidato único. Mejor seguir hablando de un candidato unitario que de cambios sustanciales en el sistema electoral tales como la despartidización del Consejo Electoral, el voto manual y el derecho al voto de los más de 7 millones de venezolanos que hoy están en el exterior.
La flacidez de la postura política de la falsa oposición se aprecia justamente en un tema que debería ser innegociable para sus propios intereses electorales. El voto de los venezolanos en el exterior podría decidir un resultado electoral sin margen de duda y este sería abrumadoramente en contra del régimen chavista, si tan solo fuese posible contar con un sistema electoral justo y transparente.
Pero este no es el caso. El chavismo impedirá basado en su pseudo legalidad el voto de estos venezolanos. ¿Qué hará entonces la falsa oposición frente a esto? ?retirarse de un proceso electoral cuyo resultado ya está previamente decidido? ¿O continuar con la farsa para pagarle tributo al régimen chavista?
Hay incluso quienes se atreven a asegurar que hasta un 70% de electores podrían votar si se logra confianza en el sistema electoral chavista. Pero, ¿quién podría confiar en un sistema que opera como una caja negra para manufacturar resultados que luego resultan inapelables precisamente por la ausencia de garantías políticas y jurídicas?
Y aquí está otro grave problema con la tesis de los poderes mágicos del candidato unitario de la falsa oposición. Es el tema del régimen político vs. gobierno. La postura de la falsa oposición a lo más que puede llegar es a plantearse un mero cambio de gobierno por la vía electoral, sólo si el propio chavismo lo permite.
Pero el régimen político, esto es el Estado chavista, con todas sus estructuras militares, judiciales, legislativas y electorales se mantendría intacto. Ante un hipotético triunfo de ese candidato unitario de la falsa oposición que tanto podría hacer esa sola persona para gobernar desde las entrañas del Estado chavista con sus normas y leyes. Pero se trata de un escenario imposible porque al chavismo no le gustan esas fórmulas puntofijistas de alternabilidad para dar la apariencia de cambio.
El candidato unitario que escoja la falsa oposición tendrá que hacer un esfuerzo supremo en explicarles a los venezolanos exactamente a qué se opone. Sobre todo si va a hacer campaña arropado en la Constitución chavista de 1999 y aferrado a las reglas de un régimen político diseñado para impedir el cambio.
Ese candidato o candidata tendrá que explicar cómo renunciando a las más elementales condiciones de transparencia electoral es posible ganarle al chavismo, pero además explicar cómo se defendería ese triunfo frente al tinglado judicial del régimen. Y, ultimadamente, si otra derrota en estas condiciones es algo que vale la pena como un esfuerzo distinto al que ya ha intentado en los últimos 20 años.
Las respuestas evasivas o ambivalentes para atender a estas legítimas inquietudes de los venezolanos confirmarán las sospechas de muchos quienes piensan que la falsa oposición sabe de antemano que no se trata de escoger a un candidato presidencial sino a quien le tocará el dudoso honor de reconocer públicamente el triunfo del candidato oficialista, aunque sea a regañadientes y bajo protesta. Tal será el irrelevante y episódico papel del candidato unitario de la falsa oposición. Y la razón por cual millones de venezolanos seguirán viendo con escepticismo y desconfianza los llamados falaces de la falsa oposición frente a los cuales es preferible atrincherarse en la abstención militante.
@humbertotweets