El Estado ausente y sus bárbaros
Desde la expulsión de Adán y Eva del jardín del Edén, la búsqueda de un espacio vital de convivencia y cultivo de víveres y hábitos, es decir, la conformación de un Estado, ha sido un paso crucial de la humanidad.
James Scott, en su extraordinario libro “Contra el Estado”, nos relata los desafíos del hombre desde la prehistoria por organizarse: “¿Cómo llegó a vivir el Homo Sapiens en un momento tan avanzado de la historia de su especie, en populosas comunidades sedentarias, con ganado domesticado y un puñado de granos de cereal, gobernado por los ancestros de los que ahora llamamos Estados?”
Este nuevo complejo ecológico y social se convertiría “en el modelo para casi toda la historia de nuestra especie” […] enormemente amplificado por el crecimiento de la población, la energía hidráulica, los animales de tiro, la navegación a vela y el comercio a larga distancia. Un modelo que prevaleció durante más de seis milenios hasta la llegada de los combustibles fósiles y de los bárbaros…
Del Estado temprano al Estado-cereal, central y estratificado
Lo fascinante de la ‘historia del Estado’ es precisar sus factores de vulneración y quiebre. Tanto cae un Estado agrario y rural, en las apacibles riberas del Nilo, como el mega Estado Imperial, Romano o Constantino. Desde la forma de cultivo faraónica hasta los Estados-naciones, legionarios y recientes, el riesgo continuo ha sido la actitud devoradora de “los recolectores saqueadores”.
Claude Lévi-Strauss escribió: “El único fenómeno que la escritura ha acompañado fielmente es la formación de ciudades e imperios; la integración de un número considerable de individuos en un sistema político y su jerarquización en castas y en clases […] lo que parece favorecer la explotación de los hombres antes que su iluminación».
Esta explotación es el origen de todas las tensiones. ¿Cómo aliviarlas? Pasaron casi seis milenios para que Grecia lanzara al mundo la república democrática.
La conformación comunal, la servidumbre, la esclavitud, el hacinamiento, son los fenómenos sociales y patológicos que caracterizan a los Estados tempranos, frágiles y propensos al colapso. Enfrentamientos entre el sedentarismo agrario, feudal y aluvial -propio de los Estados tempranos-vs. las civilizaciones bárbaras [vecinas, montañosas] rompían los Estados, hasta la aparición de ciudades amuralladas que abrieron paso a faraones [El Obeid], emperadores [Grecia/Roma], dinastías [Qin y Han de China] y principados del nuevo mundo.
6,600 años de domesticación, siembra, adaptación y comprensión de ecosistemas; dominio de castas, enfermedades, colapsos, asaltos de los recolectores bárbaros, donde los Estados tempranos como Mesopotamia [entre ríos/Tigris y el Éufrates], desaparecieron en el reloj de la historia por hacerse débiles a la hostilidad de los cazadores, recolectores-saqueadores [externos].
Sugiere Scott que la permanencia del Estado en sus orígenes no era posible sin la servidumbre [Aristóteles], sin un diseño centralizado, estratificado, que diese rendimiento al Estado-Cereal de diversificación alimentaria y defensa contra los asaltos.
La modernidad, el vapor, la revolución industrial, no ha quedado a salvo del barbarismo propio de tiempos faraónicos. La industria también aceleró “la filosofía”, un pensamiento más libre, creativo, autosuficiente, positivista, donde el poder de la manufactura y el ajuste de distancias sustituyó al estado cereal, sedentario y famélico, forzando una visión más holística, orgánica y normativa, para contener la amenaza del antropoceno o actividades de los hombres para la alteración de ecosistemas y la atmósfera mundial.
La revolución industrial, el hormigón y el petróleo
Scott: “Medido por el lapso de aproximadamente 200.000 años de nuestra especie, el Antropoceno comenzó tan sólo hace unos minutos”. Y de qué manera. En tan sólo “esos minutos’ brota el movimiento histórico más profundo y disciplinado de la humanidad, donde pasamos en segundos de cuevas y tribus a ciudades-estados. Del sedentarismo, artes domésticas y artesanales a la producción masiva. De lo aluvial y rural a lo urbano. ¿En libertad? Hasta hace “segundos” vivimos en esclavitud. Y seguimos con ella.
El colapso de los Estados es la falta de razón contra la tiranía y la dominación. Le acompañan [Contra los Estados] la aspereza del ecosistema, las enfermedades y la rudeza de los bárbaros.
A pesar de los enormes progresos del cambio climático, los cambios demográficos, la calidad del suelo, el rendimiento laborioso y hábitos alimentarios; de la Politeia de Platón; de la era industrial, la tecnología, el vehículo, el tren, el avión, el fax y la internet, seguimos siendo vulnerables a la ferocidad de los bárbaros.
Después de 8.000 años de domesticación de los granos y los frutos, pasar de la esclavitud cuadrúpeda a la declaración de los Derechos Universales del Hombre; del ganso y la gallina de las cosas, al internet de las cosas, aun subyace la amenaza contra el Estado.
El Estado ausente… ausente de carácter para contener el reformismo igualitario, ausente de voluntad política para fortalecer la coerción a la barbarie, ausente de liderazgo para derribar la sociedad de súbditos, clientelar y populista. Ausente de carácter para derrotar la tiranía y ausente de consenso para expulsar al dictador. Y los pueblos se convierten en ciudadanos a famélicos. Así cae el estado ausente, industrial, petrolero y de hormigón, pero sin alma y razón.
La dieta es la democracia
Parafraseando a Scott: La democracia es como una red alimentaria a la que todos deben acceder. En ella todos deben beber y comer. El alimento básico es el conocimiento, la diversidad y la oportunidad. El Estado ausente es el Estado injusto, sin orden y sin ley. Es el estado mal-proveedor, vulnerable al asalto de los bárbaros… por cierto, muy eficientes en sus “estrategias” itinerantes, caóticas y atrincheradas. Los bárbaros se meten en las estructuras de los estados, los arruinan y se apoderan de sus riquezas e instituciones. Es el estado ausente el preludio de la escasez, la anarquía, la anomia y la nada.
En el mejor de los casos, los bárbaros iban pendientes de la captura, y en el peor del exterminio. La misión es la dominación y domesticación, y de no ser posible, la solución final es el leger, el aislamiento, que puede conducir al holocausto.
Las civilizaciones y su penumbra bárbara
Hemos visto como el estado temprano resultó radicalmente inestable por causas estructurales, epidemiológicas, políticas y ecosistémicas. Y observamos como la amenaza primitiva de los bárbaros, persiste…
El Estado [por ausente, vacío] se hizo mercadeable. Dice Scott que “con él convirtieron [al Estado] en algo mucho más viable y lucrativo de lo que podía haber resultado su ausencia”. Saquear y comerciar no fueron simples formas de apropiación. Fueron modos más eficaces de dominio por generar la falsa percepción de estabilidad [Dixit H. Arendt]. Nace el fundamento del totalitarismo.
Los bárbaros, en palabras de Bronson, “están simplemente ahí fuera, mirando hacia dentro, controlando y recolectando todo”. Los bárbaros no pagan impuestos. Los tasan, los cobran y confiscan, generando su propio pueblo, su 1984; precario, hambriento, incapacitado…Sin jardín y sin espacio, como quedaron Adán y Eva.
Concluye Scott: “Las levas bárbaras tienen tanto que ver con el saqueo de los Estados como con su construcción. Al reponer sistemáticamente la base de mano de obra de los Estados por medio de la esclavización, y al protegerlos y ampliarlos con sus actividades militares, los bárbaros cavaron su propia tumba”.
Y en ese Estado Ausente, en ese edén -en ese «jardín» sin Adán y Eva- los bárbaros resisten la rebelión en la granja y cavan…
@ovierablanco