Del foquismo al poder: la transición de la izquierda latinoamericana
Con la llegada de los barbudos de Sierra Maestra a la Habana en 1959 se generó el embrión de la cosmogonía de la izquierda latinoamericana que solo tenía como referencias de la épica revolucionaria del siglo XX la revolución rusa de 1917, la extensión del bloque soviético a la Europa Oriental en 1945 y la cabalgata del Junan maoísta de 1949.
Los latinoamericanos necesitaban una utopía autóctona, la cual tuvo en la revolución cubana su punto de partida, esa tropicalización ideológica asumió al guevarismo como emblema continental, y al foco guerrillero como el método para tomar el cielo por asalto, complementando la liturgia con la celebérrima fotografía de Korda del guerrillero heroico, como puesta en escena para la chispa que incendiara el prado de las febriles mentes de las juventudes y la intelectualidad del continente.
De tal manera que en las facultades de las universidades latinoamericanas en la década de los 60, 70 del siglo XX miles de jóvenes devoraban la bibliografía identificada entre otras, por las Venas abiertas de América Latina, de Eduardo Galeano; Mi campaña junto al Che, de Inti Peredo; el Mini-Manual del guerrillero urbano, del brasileño Carlos Marighella, o las Fábulas chinas de Mai Tsien Te, un singular marino chino quien él solo derrotó a la escuadra del «malvado Chiang Kai-shek».
Entre centenas de obras de una literatura que arrastró a la aventura y a la muerte a decenas de miles de jóvenes, quienes soñaban mediante la guerra de guerrillas surgiera un nuevo Vietnam en estas tierras, o la versión criolla del socialismo real soviético, y por el lado de los divergentes maoístas pensaban en una revolución cultural china pero en el trópico.
Toda esta parafernalia guerrillera estaba imbuida en el teatro y la música, algunos manoseaban el arte titiritero para denunciar la agresión imperialista en las barriadas, otros trashumaban las canciones de Carlos Puebla, la nueva trova cubana, Alí Primera, Alfredo Zitarrosa, Quilapayún, para inspirarse entre bebidas espirituosas el fervor revolucionario que los animara al combate así fuera imaginario.
Así transcurrió para la izquierda continental el siglo XX cuya experiencia trágica, determinó profundas reflexiones que desecharon paulatina y mayoritariamente la aventura del foquismo, y la búsqueda del poder mediante la participación en los procesos electorales de la democracia burguesa así fuera con un pañuelo en la nariz.
Y no le fue mal en el siglo XXI al punto que en la actualidad desde México hasta la Patagonia el mapa latinoamericano se ha teñido de rojo, con el control de las 5 principales economías de la región: Brasil, México, Argentina, Chile y Colombia, y otras adicionales al redil del Foro de Sao Paulo. Lo cual no traduce una postura uniforme ante los graves problemas socioeconómicos del continente, más bien es similar a una medusa de decenas de tentáculos sin coordinación, que no sean medidas populistas para mantenerse en el poder.
Ahora bien, ¿Cuál ha sido su principal enemigo?, paradójicamente no han sido los «tan odiados imperios americanos o europeos», ha sido su permisividad venal ante la corrupción, al punto que han perdido el poder por ese cáncer estructural que les ha corroído ante el robo descarado de los tesoros públicos, y en el caso de Venezuela adicionalmente por sus demostrados vínculos con el narcotráfico.
La tragedia que se cierne sobre la izquierda latinoamericana se ubica en la pretensión de condicionar el futuro económico de los países que gobiernan al mayorazgo de China y Rusia, como una vez lo fue la Cuba Castrista con la URSS, cuyos sistemas políticos orgánicamente son dictaduras expansionistas que no reconocen la pluralidad de la democracia ni la soberanía de los pueblos, como es el actual dramático caso de la martirizada Ucrania.
América Latina es el continente más desigual del planeta en materia de distribución de la riqueza, lo que convierte el ejercicio del poder en la oportunidad de progreso y desarrollo, por tanto, no ejercerlo en ese rumbo consagra otra oportunidad perdida, para una región que aspira un mejor destino, donde están descartados los tiranos y sus ambiciones de poder.
Movimiento Laborista