Abajo cadenas… de la ignorancia
Ante no poca apatía nacional el poeta Rafael Cadenas acaba de obtener el premio más importante otorgado a un escritor venezolano, el Premio Miguel de Cervantes, llamado por muchos el Nobel de literatura hispano.
El premio coloca a Cadenas en el exclusivo olimpo de Borges, Vargas Llosa, Fuentes, Alberti, Delibes, Carpentier y otras luminarias de la literatura hispana. Y si aunamos el Premio de Poesía Reina Sofía otorgado a él en 2018, no es difícil plantear que Rafael Cadenas es hoy por hoy, uno de los poetas más importantes del mundo.
Sin embargo, en Venezuela su figura es poco conocida, y sus libros, mucho menos. Rafael Cadenas dista del milagro comercial del Nobel García Márquez – quien por cierto no ganó el Cervantes – que en una ocasión expresó que no le perdonaban ser un escritor que vendía muchos libros, como perros calientes, en un continente donde nadie lee.
Tal vez si Cadenas fuera un pelotero o un cantante, el premio hubiera hecho vibrar a Venezuela. Pero así somos, los atletas mentales parecen no ser tan importantes en nuestro país, y tal vez por allí se cuela la crisis que padecemos.
Ya Rómulo Gallegos va resultando una avenida en el este de Caracas. Uslar Pietri se va desdibujando en el pensar colectivo. Y el gran José Rafael Pocaterra… ¿quién es ese?
Uno piensa que Gallegos es una figura literaria muy conocida en Latinoamérica. Pero no es así. En estos días al pagar, en una librería de Cúcuta, el cajero anotó mi apellido como Gallego, y le dije: Gallegos, como Rómulo Gallegos. Y el dependiente me preguntó: ¿Rómulo Gallegos?, me suena, ¿es un cantante?
¿Qué canción le adjudicarán al nuevo premio Cervantes?
Rafael Cadenas, ¿Flor en el pantano?
Mientras Cadenas es reconocido hasta la saciedad por los centros literarios en el extranjero, en Venezuela la educación deja mucho que desear. Las universidades del estado en su mínima expresión. Las escuelas y liceos públicos ídem.
Los profesores y maestros reciben sueldos de menesterosos. Muchos de los alumnos no asisten porque no tienen comida o transporte. La escasez de profesores de física, química y matemáticas es endémica.
Hace poco oí esta conversación de adolescentes:
-¿Cómo te preparas para los exámenes finales?
– Voy bien, menos en matemáticas que no tenemos profesor… pero no importa porque me van a promediar con las otras notas y apruebo…
Quedé horrorizado. ¿Qué podrá estudiar ese muchacho en el futuro? ¿Podrá competir con los japoneses que cuando salen del bachillerato dominan varios idiomas y leen 52 libros al año? Y si agregamos que los miles de niños desnutridos de Venezuela estarán sub capacitados para laborar en el futuro y no podrán agregar valor a la sociedad… ¿a dónde vamos?
¿Quién le pone el cascabel al gato? Grandes pensadores venezolanos han advertido que nuestra prioridad es la educación. Bolívar dijo que moral y luces son nuestras primeras necesidades. O sea, los valores y la educación. Luis Alberto Machado cuando fue candidato presidencial expresó que la educación no era nuestro problema principal, sino nuestro “único” problema. Don Simón Rodríguez lo vio clarito cuando expresó que la democracia para ser viable necesita demócratas. Y pidió a los niños más pobres para educarlos…
Uno de los grandes éxitos de la república civil venezolana fue la formación de miles y miles de profesionales y técnicos. Millones de ellos hoy agregan valor a otros países. La democracia los hizo y la “revolución”… los exportó. Ahora en lugar de barriles de petróleo… exportamos cerebros. ¿Lesa humanidad?
Es urgente diseñar un plan estratégico para la educación venezolana. De lo contrario seguiremos nuestra ruta hacia Trucutrulandia mientras las potencias desarrolladas, que sí educan a su gente, avanzan hacia el siglo XXII.
Y mientras más atraso… más hambre.
El premio otorgado a nuestro Rafael Cadenas lo coloca a la cabeza de nuestra prolífica intelectualidad. Los venezolanos tenemos grandes escritores. Sucede que nuestra baja autoestima y escaso conocimiento, nos hacen mantenerlos en un casi anonimato. Rómulo Gallegos, Uslar, Otero, Meneses, Pocaterra, Picón Salas, Adriano González León, Andrés Eloy, Ramón J. Velásquez, Garmendia, Ana Teresa Torres, José León Tapia, Orlando Araujo, Herrera Luque, Federico Vegas, Francisco Suniaga, Juan Liscano, Blanco Fombona, Gallegos Ortiz, Domingo Alberto Rangel, Antonieta Madrid, Lucila Palacios, Teresa de la Parra y muchísimos otros, constituyen una pléyade que no tiene nada que envidiarle a ninguna de ningún país del mundo. Deberían ser sacados de la sombra para utilizarlos como una guía para el futuro próspero de Venezuela.
Es hora de reflexionar acerca de la importancia de la educación y de la cultura como eje del desarrollo. Dejar de observar al hombre culto como un quijote obnubilado por la luna, y sacarle provecho como valiosa persona que tiene en su mano la semilla de la prosperidad nacional.
Nos conviene poner de moda la cultura
Por otra parte, Churchill, Betancourt, López Contreras, De Gaulle, Villalba, Caldera, el líder demócrata guatemalteco Juan José Arévalo, el padre del milagro brasileño Fernando Henrique Cardoso, el argentino Domingo Faustino Sarmiento, el checo Váklav Havel, Kennedy y muchos otros estadistas, fueron avezados intelectuales y en general compartieron visiones de futuro que generaron prosperidad en sus pueblos.
Caso contrario es la presencia de tanto incapaz en el poder que solo genera zozobra, cuya sola mención agotaría el espacio. Sin alusiones personales. No es exagerado afirmar que así como a los médicos se les exigen títulos, a los políticos se les debería solicitar aunque sea una lista de libros básicos leídos… ¡Hasta cuando!
Es la hora de los líderes cultos, que hagan simbiosis con los intelectuales, que sirvan de modelo y de maestros, que nos enseñen el camino hacia un futuro mejor. Lo demás… es más de lo mismo.
El maravilloso premio a Rafael Cadenas- más grande de lo que podamos imaginar- es un hito para Venezuela, que deberíamos usar para dar un giro estratégico en la educación y la cultura, para salir de esta ignorancia generalizada que es – no lo dude- el factor número uno de este fracaso colectivo que padecemos.
¿Qué tal un espacio, podría ser una plaza, Plaza Poeta Rafael Cadenas, en cuyo seno se estudie, de manera muy didáctica su obra y que sirva de base para otros homenajes – activos y nutritivos- a nuestros intelectuales?
¿Una locura? Más locura es este larguísimo “muera la inteligencia” a que está sometida Venezuela. Moral y luces – son más que nunca – nuestras primeras necesidades.
Salve, Poeta Rafael Cadenas.