Un autogol para Estados Unidos
El mundo democrático se vio sorprendido con el anuncio de un supuesto «intercambio de prisioneros» entre Estados Unidos y Venezuela, como resultado de una negociación bilateral y excluyente entre ambos gobiernos.
Fue una operación legal y nadie duda de su legitimidad, pero es un acto muy cuestionable. Como todos los países del planeta, EEUU actuó a partir de sus intereses. En la diplomacia «no hay amigos ni enemigos, solo intereses»: una trillada frase que pudiéramos extender a la política, tal como Clausewitz hacia la analogía entre ésta y la guerra.
Así, siendo infinitas las similitudes entre la política, la guerra y la diplomacia, son sus límites los que marca la diferencia y es la ética -como valor esencial de la política- el referente para definir tales fronteras y establecer “lo bueno y lo malo», lo que puede o no hacerse.
En Venezuela desafortunadamente nos hemos acostumbrado a la falta de referentes morales en el ejercicio del poder, pero el mundo civilizado aspira que la fortaleza institucional de la democracia norteamericana continúe siendo un faro en medio de las tinieblas del autoritarismo.
Por desgracia, la operación deja en tela de juicio un principio fundamental de la democracia: la autonomía de los Poderes Públicos y particularmente de la justicia. Primero, no estamos ante un «intercambio de prisioneros» pues este concepto aplica cuando en medio de un conflicto bélico, hay un acuerdo entre las partes beligerantes para liberar un número determinado de personas de manera equitativa: prisioneros de guerra, espías, rehenes, etc. Para decir que esto fue un canje de prisioneros, habría que asumir que todos los presos eran rehenes políticos y eso deja mal parada a la justicia norteamericana, no a la venezolana donde es crónica la ausencia de Estado de Derecho.
Por otra parte, ciertamente existe la figura del «indulto presidencial» pero ésta aplica ante incuestionables razones humanitarias y jamás cuando los beneficiarios están incursos en delitos graves como el narcotráfico u otros de Lesa Humanidad. Mucho menos si existen vínculos con el terrorismo internacional, tal como ha afirmado EEUU con relación a Venezuela. En fin ¿Cómo queda la potencia norteamericana como paradigma de la democracia?
Cuando liberan a presuntos narcotraficantes y supuestos corruptos norteamericanos, saltándose todas las consideraciones que forman parte de la tradición democrática y la ética, no es la cuestionada democracia venezolana quien sale perdiendo. Obviamente, termina muy vapuleada la institucionalidad democrática estadounidense, incluso podemos inferir un impacto más allá de sus fronteras o al menos, en el hemisferio occidental. En efecto, estás decisiones tienen un costo político a mediano y largo plazo que un estadista debe considerar. Por cierto, en Venezuela, tenemos más de 2 décadas sin gobernantes con talante de estadista y ahora, gracias a este trueque, lamentablemente se confirma tal carencia en el país del norte.
Si un Jefe de Estado actúa con excesivo pragmatismo y sin valorar los referentes antes mencionados, con certeza estará lesionando la genoestructura de esa nación y sentando un grave precedente. Por ejemplo, si se puede indultar por igual a un narcotraficante o un preso político, en el futuro cualquier cartel de drogas, dictadura o movimiento subversivo en el mundo podrá secuestrar a empresarios para intercambiarlos por los suyos. Los efectos pudieran extenderse a otras esferas, dando al traste con la política norteamericana de “no negociar con terroristas”, lo cual nunca ha sido cierto pero el enunciado –mil veces repetido- busca evitar una escalada de los sectores extremistas.
Otro ejemplo: quien confíe en la justicia norteamericana asumirá como cierta la presunción de que los venezolanos presos en EEUU eran narcotraficantes. A partir de ese supuesto y luego del indulto ¿Cómo se ve afectada la lucha internacional contra el narcotráfico? ¿Qué pensarán los agentes de la DEA que arriesgan sus vidas en esta lucha, si después en una negociación política son liberados? Y una pregunta adicional, después de esta negociación ¿Tendrá vigencia la recompensa que ofreció la DEA por algunos personeros vinculados al gobierno venezolano? La bola pica y se extiende….
Aspiramos que los EEUU recupere su solidez institucional y restablezca su compromiso con la democracia en el mundo, también en tela de juicio luego de esta operación. Ya veremos cómo impacta esta decisión presidencial en la política interna norteamericana, seguramente los Republicanos le sacarán punta al asunto: seguro será un tema en la próxima campaña electoral y un pesado fardo para los Demócratas.
Por eso, sin dudas, este trueque fue un autogol para EEUU, un suicidio político para Joe Biden y una victoria pírrica para un gobierno dizque revolucionario que privilegia los intereses del entorno familiar y termina negociando con “el imperio”. Si por esos predios quedaba algún verdadero revolucionario, hoy debe estar muerto de vergüenza.
Twitter: @richcasanova