Torcuato Fernández Miranda, un ser humano
Acercarnos, rozar la imagen de Torcuato Fernández Miranda es entender la infinitud del ser humano. Es la superación de los mitos sobre los límites que nos sumen en una vida ordinaria, doblegada, donde lo extraordinario, lo divino, aparece veladamente, desafiando nuestra posibilidad de percibir y comprender.
Nuestro Torcuato nace muy lejos de los centros de poder, en un pueblo asturiano y desde allí inicia un viaje que cambiará la historia de España, con un credo propio, desechando la violencia, venganzas y odios. Imbuido de ideas liberales que confían en la fuerza de la responsabilidad individual para dirigir sus destinos, tras el empeño de abrir puertas a la democracia, devolver la soberanía negada al pueblo español.
Resumir su historia es casi imposible en dos cuartillas, pero sí podemos mostrar quizás algo de la épica de la vida de Torcuato Fernández Miranda.
Avanza desde la racionalidad de la geometría, las matemáticas, hacia el territorio donde desplegará todos sus poderes: el estudio de la ley, la filosofía y las letras. Pero sobre todo en la comprensión de la imprevisibilidad de la naturaleza humana culpable de los actos más hermosos, pero también de los más horrendos, aprehender el significado de poder decidir, actuar acorde con el pensamiento de Ludwig von Mises: la persona que actúa, como epicentro de sus postulados. Los ciudadanos pendientes más de derechos civiles que de derechos sociales costeados por estados autoritarios.
Torcuato Fernández Miranda vive la violencia del inicio de la guerra civil, el incendio de su universidad, la persecución política de su familia, momentos en que decide ser un intelectual que busca comprender y para ello busca la mejor compañía, el pensamiento de otros que le preceden, se sumerge en lecturas que le ayudan a vencer la noción de encierro obligada por el designio de la guerra civil que fractura a España. “La lectura es evasión y refugio. Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás o Kant son sus compañeros en ese viaje entre cuatro paredes”.
La versión de Torcuato Fernández Miranda en el medio de un camino de reflexión y aprendizaje es la de convertir su conocimiento, su decisión de comprender el momento de España en acción, no le bastaba entender la raíz de la diferencia que dividía su país, era necesario ser consecuente con su visión de una España de individuos libres e iguales, responsables de su destino. Una dimensión de ser intelectual que lo lleva a la militancia política, curiosamente en el seno de lo que aspiraba a combatir, pero que quizás considera el lugar privilegiado para llegar a una versión de la ley desde la ley. Basado en el poder humano de cambiar y transformar realidades aparentemente duras e inamovibles.
Torcuato Fernández Miranda decide sumergirse en la política y allí ocurre algo inexplicable desde una mirada puramente racional, su encuentro con el futuro rey de España, quien será más que un alumno, un amigo, un compañero de ruta en la difícil tarea de implantar la democracia en su territorio.
Podríamos quizás llamar este encuentro como la apertura o posibilidad real venida por azares inexplicables a vincular la comprensión de España con la gran aspiración de fundar en su país un régimen distinto, al estilo del admirado ejemplo de la monarquía parlamentaria que caracteriza la historia de Inglaterra.
El camino es tortuoso, lleno de zancadillas, en choque con la pétrea voluntad de Francisco Franco de convertir España en una sociedad cerrada, dominada por el miedo, el autoritarismo, el poder militar sobre el civil, todo expresado en el atado y bien atado legado de las 7 leyes, el código de vida que intentó Franco imponer en el destino de los españoles apartándolos de los aires de libertad que se respiraban en otras sociedades de Europa y de América.
Su consigna es derrotar las 7 leyes de Franco como legado inamovible y avanzar hacia una Constitución fruto de una elección libre, garante de la libertad política de los españoles, para ello libra todas las batallas posibles, convence al rey, a pesar de su oposición, de la importancia de conservar el acuerdo con Franco y declarar su aceptación de la fuerza del movimiento franquista, como espacio apropiado para mover el cambio, integra comando de buscadores de la libertad con Adolfo Suárez y otros españoles en acuerdo discreto pero invencible con el heredero de la corona española.
Con esta decisión de abrir paso a la democracia, sin violencia, sin odios, sin venganzas, con armonía, Torcuato Fernández Miranda se convierte en la fuerza racional, espiritual y moral que logra incorporar España y a los españoles en el nuevo mundo abierto de valorización de la persona humana, con sus responsabilidades, derechos y sobre todo participes de la posibilidad de ser felices en un mundo donde todos sean iguales ante la ley, donde las oportunidades sean propicias para los que aspiran a alcanzar logros independientemente de su magnitud y trascendencia, sujetos de una justicia conmutativa donde se recibe en relación a lo que se aporta, a lo que se da.
Torcuato Fernández Miranda abre la oportunidad a los españoles de asumir un proyecto de vida, ser propietarios de sus vidas, de sus bienes y de su libertad, escoger ser religiosos o no creyentes, pero sobre todo tener la capacidad de decidir y actuar como lo más preciado de la vida humana, en acuerdo con su conciencia.
Para los venezolanos, en estos momentos críticos de fractura, separación, miedo, hambre y huidas masivas, es un ejemplo incomparable conocer la hazaña de Torcuato Fernández Miranda, nos enseña un camino distinto, se trata no de vencer sino de convencer, comprender cuáles son las raíces de nuestros problemas y encontrar la mejor solución con la ley y en paz. Especialmente confiar en las fortalezas y posibilidades de todo ser humano de construir un mundo y un proyecto de vida que resuma sus mejores aspiraciones.
Invito a mis compatriotas a conocer la vida y obra de Torcuato Fernández Miranda para entender que todo es posible si nos lo proponemos con responsabilidad y confianza en los otros. Gracias Antonio Ecarri por propiciar estos eventos y a Juan Fernández Miranda por escribir ese texto fundamental para entender España y entendernos nosotros los venezolanos.