Maduro, el autócrata
«Mi profesión ha sido siempre el culto popular y la veneración a las leyes y a los derechos» Simón Bolívar
Una autocracia es un sistema de gobierno que concentra el poder en una sola figura, cuyas acciones y decisiones no están sujetas ni a restricciones legales externas, ni a mecanismos reguladores de control popular. La monarquía absoluta y la dictadura son las principales formas históricas de autocracia.
El término “autocracia” proviene de la antigüedad griega, y apareció en la obra de Platón en el siglo V a. C., en la que se hablaba de autokráteia como sinónimo de poder absoluto (derivada de autos, “por sí mismo”, y kratos, “poder”).
Más adelante lo emplearon también los zares rusos para referirse a sí mismos y a su poder, distinto al de los monarcas constitucionales de la Europa occidental. Pero el término autócrata comenzó a popularizarse a partir de 1803, cuando el poeta inglés Robert Southey (1774-1843) lo rescató para referirse a Napoleón Bonaparte.
El origen del poder de quien gobierna suele ser la fuerza. Pero una autocracia también puede tener su origen en un gobierno inicialmente democrático y luego devenido en autoritario. Sus características son:
La duración del mandato de un autócrata es incierta, pudiendo llegar a ser vitalicia.
No existen leyes ni mecanismos legales que límite la autoridad de quien ejerce el poder.
No hay libertad de expresión, de prensa, ni derecho a la asociación.
No hay elecciones libres ni posibilidad alguna de ejercer derechos políticos.
La represión y la violencia suelen ser los mecanismos utilizados, para eliminar cualquier tipo de oposición.
Visto los elementos antes señalados, no hay duda alguna de que, en Venezuela, estamos en presencia de una férrea dictadura. Las crisis social y económica de Venezuela son tan profundas, y su dictadura tan obstinada que, de milagro, ninguna facción de la oposición, ha recurrido a la violencia.
Responsable de docenas de muertes durante violentas represiones, el régimen de Maduro ha puesto a trabajar horas extra a los distintos cuerpos policiales, durante los días posteriores a estos hechos.
Por esta y otras razones, la administración de Trump, primeramente, y ahora la del presidente Biden continúa condenando los excesos del régimen de Maduro y mantiene las sanciones financieras en su contra, pero hay límites, arraigados en la historia, a cuánto puede o debe intervenir cualquier administración de Estados Unidos.
La esperanza de Venezuela depende de una firme y determinante oposición, que debe continuar su resistencia constante, y la ayuda de los vecinos latinoamericanos, para recibir a quienes huyen del régimen, a fin de encontrar nuevas y más efectivas formas para presionarlo.
Concluimos el presente artículo subrayando el lapidario informe de la Misión internacional independiente de determinación de hechos sobre Venezuela de las Naciones Unidas, que en su tercer informe ratifica a Nicolás Maduro y sus órganos represores (Sebin y Dgcim), como «criminales de lesa humanidad y violadores de los Derechos Humanos de los venezolanos».
Miembro fundador del Colegio Nacional de Periodistas (CNP-122)
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