La propiedad de nuestras vidas y libertad
Mucho ha costado comenzar a comprender la importancia de la propiedad en la configuración de nuestro mundo, en la percepción de cada uno de nosotros como seres libres y en su carácter sobre determinantes en la relación entre Estado y sociedad.
Si vamos a la génesis del concepto de propiedad enunciada por John Locke en 1689 podemos intuir la importancia de este derecho humano. “La propiedad es poder decidir sobre mi vida, mis bienes y mi libertad, cosas que constituyen la esencia de la propiedad”, una idea que choca con una concepción distinta, a la propiedad sólo desde un ámbito restringido, material, puramente objetivo, la propiedad de la tierra, de las cosas creadas por el ser humano.
Pero al intentar desentrañar su profundidad vemos con claridad algo esencial: expropiar, robar, confiscar tus bienes materiales es apoderarse de aquello que decidiste imaginar, crear, producir. Es tu obra. Por ello, lo que está en juego en la concepción de la propiedad es nuestra vida, nuestra existencia, aquello que nos identifica como seres humanos, como nos mostramos al mundo o participamos.
Se trata entonces de la propiedad de nuestra vida y libertad o el derecho inalienable de tener un proyecto de vida.
Si bien en estas tierras las decisiones políticas han refrendado la apropiación de los bienes materiales, tal como pauta la Constitución de 1999 en sus artículos 302 y 303, aun permanecen rebeldes nuestras decisiones sobre la vida y la libertad, hasta hoy continúan en la batalla
“Art. 302 Artículo 302 El Estado se reserva, mediante la ley orgánica respectiva, y por razones de conveniencia nacional, la actividad petrolera y otras industrias, explotaciones, servicios y bienes de interés público y de carácter estratégico. El Estado promoverá la manufactura nacional de materias primas provenientes de la explotación de los recursos naturales no renovables con el fin de asimilar, crear e innovar tecnologías, generar empleo y crecimiento económico, y crear riqueza y bienestar para el pueblo.
Art 303: Por razones de soberanía económica, política y de estrategia nacional, el Estado conservará la totalidad de las acciones de Petróleos de Venezuela, S.A., o del ente creado para el manejo de la industria petrolera, exceptuando las de las filiales, asociaciones estratégicas, empresas y cualquier otra que se haya constituido o se constituya como consecuencia del desarrollo de negocios de Petróleos de Venezuela, S.A”.
Artículos que aparecen en una dimensión contrastante o mejor calificada como en oposición esquizofrénica con el art 115: “Se garantiza el derecho de propiedad. Toda persona tiene derecho al uso, goce, disfrute y disposición de sus bienes. La propiedad estará sometida a las contribuciones, restricciones y obligaciones que establezca la ley con fines de utilidad pública o de interés general”.
Es cierto que, con base en estas razones, el Estado se ha apoderado de los sectores generadores de riqueza, expropiando de hecho o dejando en la intemperie al ciudadano libre. Sin embargo ha sido imposible capturar y arrebatarnos la propiedad sobre nuestras vidas y mucho menos engolosinarse engullendo nuestra libertad, tema en el cual están hoy inmerso la gran mayoría de los venezolanos, ansiosos de recuperar los espacios de libertad invadidos por el insaciable régimen, tales como la libertad de expresión y creación, la libertad política y la libertad económica, todos frutos de algo mayor como es la libertad de conciencia, de nuestra visión ética del mundo: contribuir o destruir, aportar o enajenar.
El gobierno se apodera de las fuentes de generación de riqueza de cualquier forma licita o ilícita como es el caso del oro en contraste con la estatización petrolera. Queda sin embargo un margen, un resquicio infranqueable como es la propiedad de nuestras vidas.
Al respecto es imprescindible recordar a Martha Nusbaum cuando pregunta:»¿Qué actividades típicamente realizadas por los seres humanos son tan centrales que parecen definitivas de la vida verdaderamente humana?» «¿Qué cambios o transiciones son compatibles con la existencia continua de un ser como miembro de la clase humana y cuáles no?» «¿Qué tipo de actividad debe haber si vamos a reconocer que una vida determinada es humana?»
Surge esta inquietud cuando encaramos la amenaza del control de nuestra posibilidad de estar vivos, como evidencia de un asalto a la médula de nuestra existencia, un ejercicio expropiatorio de nuestra esencia de ser humano. Nusbaum nos reta, nos conmina, a explorar, buscar, conocer cuán libres, y cuán propietarios de nuestras vidas somos. Se trata de calibrar capacidades que sólo como seres humanos podemos ejercer o perder:
1. Ser capaces de sumergirnos en nuestra vida. Ejercer el derecho de estar vivos. Vivir hasta el final una vida humana de longitud normal o morirnos prematuramente. Puede alguien tomar una decisión en contra de nuestra voluntad de estar vivos. ¿Qué representa un poder con esta capacidad de determinar nuestra presencia en la tierra, contribuye al crecimiento, al exterminio o a la dominación?
2. Cuidar nuestra salud corporal. Qué injerencia, cuáles decisiones tomar, qué oportunidades existen de tener una buena salud, incluida la salud reproductiva; nutrirnos adecuadamente; tener cobijo, un refugio adecuado, enfrentar peligros como la pandemia, o las entidades que intervienen autoritariamente.
3. Preservar nuestra integridad corporal. Poder movernos libremente de un lugar a otro; estar seguro contra las agresiones violentas. ¿Qué nos protege y qué nos acecha?
4. Liberar nuestros sentidos, imaginación, pensamiento. Ser capaz de usar los sentidos, imaginar, pensar y razonar, ejercer la libertad de expresión con respecto al ámbito político, artístico y al ejercicio religioso.
5. Desplegar nuestras emociones. Construir apegos a las cosas y a las personas fuera de nosotros mismos; poder amar a quienes nos aman y cuidan; libres para llorar por su ausencia, anhelar, sentir gratitud y enojo justificado; convivir sanamente con el miedo o ansiedad…
6. Aceptar el ámbito de la razón práctica. Crear, construir a partir una concepción del bien y tener valor para reflexionar críticamente sobre la ruta de la propia vida.
7. Afiliarnos. Decidir voluntariamente la posibilidad de participar, vivir con los otros y por los otros, tener capacidad tanto para la justicia como para la amistad… Ser tratado con dignidad, valorado igual que los demás.
8. Relacionarnos con otras especies. Poder vivir con preocupación por y en vinculación con los animales, las plantas y el mundo de la naturaleza.
9. Ser capaces de jugar. Liberar nuestro mundo lúdico, reír, jugar, disfrutar de actividades recreativas.
10. En el entorno. A nivel político: participar en las decisiones políticas que rigen la vida; libertad de expresión y asociación. A nivel material: crear y ser propietarios legítimos de bienes materiales e inmateriales; generar riquezas, empresas, trabajar…
Todas estas visiones de Martha Nusbaum están relacionadas entre sí de manera compleja. Sólo se pueden descubrir desde y dentro de nosotros mismos. Cuáles podemos hacer, cuáles están bloqueadas. ¿Quién y cómo nos roba nuestra vida? ¿Por qué muchos venezolanos huyen de Maduro y deciden enfrentar el desafiante tapón del Darién ante que aceptar el robo de sus vidas?
Enfrentemos con osadía a quienes pretenden ejercer un poder ilimitado, dictatorial, convertirse por vías malsanas en propietarios de nuestras vidas.