El agua como amenaza
El agua es fuente de inspiración para muchos artistas. Pintores plasman en sus lienzos el mar, los ríos, las cataratas. Poetas y escritores le dedican páginas que pueden reflejar sosiego, disfrute, fuerza, ira, sentimientos del humano manifestados a través del agua. También el cine proyecta su fuerza en las tormentas con rayos y truenos que nos estremecen.
El agua es nuestro líquido vital, sin ella no hay vida. Nuestro cuerpo está constituido por un 60 % de agua. Disfrutamos del agua, con ella nos limpiamos y recreamos. Sin embargo, los venezolanos estamos sometidos a un régimen de racionamiento que nos priva de su goce.
Para este país resulta una paradoja que el agua signifique una amenaza y cause tragedias de la magnitud de la ocurrida en Las Tejerías y Los Castaños, ambas poblaciones en el estado Aragua. Y digo paradoja porque la falta de agua en el país es el pan nuestro de cada día.
Un alto porcentaje de las protestas que se suceden a diario es porque no llega agua potable por las tuberías. Poblaciones del interior del país trancan carreteras y en la ciudad autopistas por ese grave problema que no ha solucionado el régimen. Están conscientes que es un derecho humano contar con este servicio, que satisfaga las necesidades y que llegue de manera continua. Eso en este país es un sueño.
Una amiga me contaba que estando en Barcelona, España, visitando a su hijo, comenzó una conversación con un señor que se identificó como comunista y este le decía con mucha seguridad, que él no percibía al gobierno que había en Venezuela como ineficiente y que las informaciones que se recibían eran exageradas. Ella no entró en discusión, pero le respondió con una pregunta: ¿usted sabe cuál es el mayor placer de estar aquí? Le dijo no, y ella le respondió: meterme debajo de la regadera y que el agua limpia corra por mi cuerpo, tengo años bañándome con un tobo seis días a la semana y en la regadera el día que nos toca que el agua llegue. Detrás de la cortina de mi baño hay una colección de tobos y poncheras. No dijo más nada.
Para colmo el agua que llega a cada hogar venezolano, además de ser racionada, está turbia, parece un “guarapo de papelón”, no puede usarse sin el riesgo de contraer una enfermedad, en un país con escasez de medicinas o sin dinero para comprarlas. No importa si vives en una urbanización o en un barrio, el servicio de agua es caótico en todo el país.
El Observatorio Venezolano de Servicios Públicos refleja que el 89,7 por ciento de las casas están conectadas a la red de tuberías y solamente un 25 por ciento tiene agua de forma continua. Aproximadamente más de 13 millones de venezolanos tienen la necesidad de almacenar agua.
Los problemas con el abastecimiento del agua se remontan a 23 años. A partir de 1999 los directivos de Hidroven, empresa estatal responsable del servicio de agua, y los de las empresas estatales, fueron removidos y suplantados por personas que no tienen la preparación profesional ni técnica para operar esos sistemas tan complejos, a esto se suma la falta de mantenimiento de toda la infraestructura. Resulta una ironía que uno de los países con mayores recursos hídricos sufra de escasez de agua.
Si volvemos al inicio de este artículo y a la gran paradoja del agua en Venezuela, donde hay escasez en las tuberías y exceso en la lluvia que cae del cielo, la primera es atribuible a la ineficiencia de quienes administran las empresas del Estado y la segunda a la naturaleza, al cambio climático, a la variación del curso de los ríos y quebradas, a las construcciones de viviendas muy cerca del cauce. Pero estas últimas razones no eximen de responsabilidad a las autoridades encargadas por velar de la seguridad de los ciudadanos.
¿Por qué no podemos crear una cultura de la prevención? ¿Tenemos en Venezuela un mapa de zonas de riesgos? ¿Nos han enseñado a cómo actuar ante emergencias como un deslave, un terremoto, una tormenta? Porque esperar a tener 50 muertos en Las Tejerías, 400 casas destruidas y 400 con daños. Multipliquen eso por 5 personas por familia, son cuatro mil víctimas en un estado de mucha vulnerabilidad. Si se sabía que los suelos estaban saturados por qué no desalojaron a la gente. Son preguntas que hacemos con el ánimo de despertar conciencia.
En El Castaño, también en el estado Aragua, se produjo el desbordamiento de quebradas con pérdidas materiales y humanas. También en Anzoátegui el río Unare se salió de su cauce invadiendo hasta la carretera nacional y a parte del pueblo Clarines, grandes pérdidas materiales más no humanas. Y así en varios estados del país.
El agua que tanto necesitamos nos hace un llamado a la reflexión a protegernos de los embates de la naturaleza a prepararnos para sobrevivir y también a exigir que por nuestras tuberías salga agua potable. Es escandaloso que en pleno siglo XXI los venezolanos clamemos por este derecho.