Carlos Andrés Pérez: cien años con energía
La brisa acariciaba las plantaciones de café. Era un viento que silbaba cuando descendía entre colinas protuberantes. En algún trazo de la ciudad de Rubio, estaba la huella profunda del mecenas, Gervasio Rubio Vargas, quien la fundó un 9 de diciembre 1794. Después de adquirir las tierras del Valle de Canea.
En esos días el viscoso petróleo, anegó la ranchería, en donde pernoctaba el precursor. Fue apenas un claro aviso de lo que sucedería después. La primera explotación de petróleo en Venezuela comenzó en 1883, en La Petrolia, en la localidad de Rubio, por la «Compañía Nacional Minera Petrolía del Táchira» y el primer pozo se le denominó Salvador. Aquella primigenia explotación trajo consigo la construcción de puentes que facilitaban el trabajo.
Los años deterioraron las grandes oportunidades del progreso. La comarca volvió a recorrer los verdes caminos del café. Sobre los fieles lomos de asnos iban las cosechas con rumbo al mercado de San Cristóbal. Un viernes 27 de octubre de 1922.
Antonio Pérez Lemus, próspero comerciante colombiano, regresaba de la capital del estado para estar pendiente del parto de su esposa doña Julia Rodríguez. Un tímido llanto anunciaba la llegada de nuevo miembro de la familia. El pequeño fue llamado Carlos Andrés Pérez, un ser que con el tiempo se transformaría en uno de los venezolanos más prominentes del devenir histórico nacional.
El discurso de Rómulo Betancourt
Corría el año 1938. Con tan solo dieciséis años el joven Carlos Andrés Pérez escucha en la emisora Ecos del Torbes, un discurso de Rómulo Betancourt, en donde hace un sesudo diagnóstico de la realidad venezolana. Aquellas palabras calaron hondo en aquel desgarbado muchacho, que entendió que su razón de ser estaba supeditada a la política.
Los caminos lo condujeron hasta militar en el Partido Democrático Nacional, que fue la génesis de Acción Democrática. Su ascenso fue meteórico. Todos hablaban de un joven intrépido que estaba ganado para sembrarse en el alma popular.
Leonardo Ruiz Pineda, lo había auspiciado para que dirigiera movimientos juveniles en el estado Táchira. En aquella tarde del 13 de septiembre de 1941, Carlos Andrés Pérez, estaba en el Nuevo Circo de Caracas, para ser testigo excepcional, del bautismo del partido del pueblo.
Era presidente del Centro de Estudiantes del liceo Andrés Bello. Fue impactado por la grandeza verbal de Andrés Eloy Blanco, la genialidad idiomática del maestro Rómulo Gallegos, pero Rómulo Betancourt, era quien soplaba sus velas. Aquel hombre electrizante; tenía el mapa del país en cada partícula de su privilegiado cerebro. Era el gran arquitecto de un proyecto político con una inmensa raíz popular. Su liderazgo estaba más allá de unas palabras, encarnaba el ideario de un programa visionario.
La Junta Revolucionaria de Gobierno
El 18 de octubre de 1945 la vida venezolana agitó las aguas. Un golpe cívico- militar derroca al gobierno del General Isaías Medina Angarita. Figuras emergentes de uniforme conformaron una alianza con Acción Democrática para dirigir los destinos nacionales.
Todos concluyeron que quien poseía las condiciones para ser el guía de aquel experimento era, sin lugar a dudas, Rómulo Betancourt. Venezuela deseaba una democracia, el hartazgo por regímenes militares, hizo que aquellos jóvenes de ese mundo, entendieran que su papel era secundario.
La sagacidad de Rómulo Betancourt para manejar las contradicciones, lo mostraba de cuerpo entero. Gozaba del olfato político que se requería para encauzar al país hacia una democracia que borrara del recuerdo la añoranza por Juan Vicente Gómez. Testigo de excepción de aquellos decisivos instantes fue su secretario privado Carlos Andrés Pérez. Ver el manejo magistral de su maestro, en los momentos cumbres, fueron llenándolo de una forma extraordinaria de conducir los procesos, mejor maestro no pudo tener.
El gran despegue
Carlos Andrés Pérez es electo como diputado a la Asamblea Legislativa del estado Táchira en el año 1946. Posteriormente logra ser escogido como miembro de la Asamblea Nacional Constituyente presidida por el eximio poeta cumanés Andrés Eloy Blanco en 1947.
En noviembre de 1948, y tras permanecer un año en la cárcel modelo de Caracas, fue expulsado a Curazao, desde donde se trasladó a Bogotá. En el exilio se preocupó por trabajar en favor del derrocamiento de la dictadura venezolana. Tendió puentes con presidentes de naciones amigas a la causa nacional.
Esas jornadas fueron ganándole una membresía entre los líderes emergentes de la nación, que venían después de: Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Jóvito Villalba, Raúl Leoni y Luis Beltrán Prieto Figueroa. El delfín blanco del líder histórico logró andar en la élite nacional.
Todos sabían que Carlos Andrés Pérez tenía las agallas para en el futuro lograr la presidencia. Al caer la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez, se abría el mundo de posibilidades. Ya no era simplemente la mano derecha de Rómulo Betancourt, su liderazgo comenzaba a brillar con luz propia, solo era cuestión de tiempo.
La lección de la dura derrota
La derrota de Gonzalo Barrios frente al Doctor Rafael Caldera, en los comicios de 1968, fue un cisma. En los últimos cuarenta días la campaña del abanderado socialcristiano arreció tan marcadamente, que logró robarle la iniciativa al candidato adeco.
Rafael Caldera recorrió al país con mucha fortaleza, rompiendo con la visión de un hombre distante. Se metió en los barrios de Caracas, en escenarios distintos al pensamiento socialcristiano, le impuso la agenda. Infructuosas fueron las recomendaciones de Carlos Andrés Pérez, para dar un golpe de timón. La derrota estaba cantada. El hombre de Rubio entendió que quien encarnaba el regreso era él. Los tiempos obligaban a tener un mensaje más contundente. Una estrategia basada En mayor relación con los humildes.
Ese hombre sí camina
Como se esperaba Carlos Andrés Pérez logra ser el abanderado presidencial socialdemócrata para los comicios de 1973. Inmediatamente impuso un estilo arrollador a su campaña. Varios actos políticos al día. Marchas gigantescas por las principales ciudades. Visitas trepidantes por sectores populares en donde daba saltos espectaculares sobre charcos. Un hombre con un dinamismo que cambió la forma tradicional de hacer política.
Su discurso rompía con los cánones. La gente lo percibía como un hombre inagotable tan parecido al venezolano que lo asumió como suyo. Su candidatura no solo cuestionaba la tradición respingada, era un huracán, un torbellino imparable que arrasaba, dueño de un modelo, en donde cada detalle se medía, atrás quedaba las experiencias de lo mismo, llegaba la modernidad. Se comenzó por cuidar los detalles. Un brillante equipo asesor, lo último en campañas electorales, discursos guiados por especialistas. Ante la enorme ventaja, era indiscutible que su victoria estaba asegurada, como en efecto pasó.
Desde Miraflores
Otro andino en la presidencia del país. Su primera orden fue solicitar un buen café para recordar sus raíces. El mundo estaba expectante, mientras recibía una llamada del presidente norteamericano Richard Nixon. El canciller Henri Kissinger había entablado conversaciones preliminares, quince días antes de la elección. Su gestión fue toda una cruzada.
La nacionalización del petróleo y el hierro son dos hechos tan trascendentales que ni siquiera gobiernos progresistas lo hicieron, con la honrosa excepción del presidente mexicano Lázaro Cárdenas del Río, que nacionalizó su petróleo el 18 de marzo de 1938, cuando acabó con el monopolio que mantenían diecisiete compañías extranjeras en menoscabo de los intereses aztecas.
La nacionalización venezolana trajo consigo la constitución de Pdvsa. Empresa que se transformó en la segunda más importante del mundo. Carlos Andrés Pérez, recorre el mundo con dos banderas: nuestro principal producto de exportación y una democracia sustentada en el respeto y en alianzas con todos los centros de poder mundiales.
El plan de becas Gran Mariscal de Ayacucho. Hizo posible que los menos favorecidos pudieran tener la posibilidad de estudiar en las principales universidades del mundo, este es un hecho inédito. Igualmente la política de pleno empleo en donde los venezolanos lograron tener un trabajo digno. El vaso de leche escolar vino a contribuir a darle fortaleza a la escuela como rectora de vidas.
Ya el niño gozaba de un alimento para su desarrollo. La ayuda a la mujer embarazada, los créditos para que ellas pudieran tener su propio emprendimiento. El sistema de orquestas nos llenó de reconocimientos universales, otra experiencia única en el planeta. La creación del Ministerio de Ambiente para la defensa de nuestros recursos naturales.
Se dio un gran impulso al desarrollo agrícola. Como pocas veces se apoyó al campesino, se impulsó la instalación de grandes complejos industriales en: Carabobo, Aragua, Lara, Anzoátegui. Se construyeron gran cantidad de hospitales, represas, carreteras, liceos, canchas deportivas etc. Su política internacional fue sumamente audaz.
Logró impulsar la democracia en un continente lleno de dictaduras. Su imagen se agigantó tanto que factores de la izquierda radical lo terminaron aceptando como un hombre de ideas progresistas.
De carne y hueso
La traición hiló fino en su segunda presidencia. Un grupo de militares deshonran el uniforme y dan un golpe certero a la institucionalidad democrática. Carlos Andrés Pérez no se amilana y sale en defensa de la libertad.
Un Congreso aterrado recibe tres golpes muy fuertes en su puerta principal. Nadie quería abrir por miedo. Hasta que un portero lo hizo. Era Carlos Andrés Pérez quien atravesó el Hemiciclo, llamándolos a tener coraje, que era tiempo de actuar con grandeza. Aquellos instantes lo mostraron de cuerpo entero. Un animal político que supo sobreponerse a las dificultades, sufrió el duro revés de ser abandonado, por varios que medraron de su gobierno.
Un hombre que es historia viva de la nación. Con muchas luces y pocas sombras de un tránsito vital apasionante. Para poder entender la contemporaneidad venezolana, tendremos necesariamente que detenernos en este personaje que hubiera preferido otra muerte.
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