Y eso que todo estaba arreglado

Opinión | septiembre 1, 2022 | 6:24 am.

El disfraz siempre termina perdiendo el dispositivo que lo hace ocultar su verdadero rostro.  El inefable gobierno venezolano construyó una narrativa, indicándonos que la realidad había cambiado, que entrabamos a disfrutar de un crecimiento económico, sin precedentes en el Hemisferio. Que rápidamente desaparecerían  los años de sobresalto, para hacernos unos privilegiados, capaces de nadar en las procelosas aguas del progreso. Que el esplendor regresaba hasta llevarnos al cenit de las naciones de mayor trascendencia.

Desalentadoramente, los orfebres de la falsedad gubernamental, no contaron con el liliputiense detalle que indica que la verdad siempre termina imponiéndose. La propaganda que nos vendió un cuento, quedó ensartada en cada familia venezolana, que recibió su dosis patria con la furia de dos espuelazos.

El drama nacional lo marca un régimen totalitario que se entronizó en Venezuela para llevarnos al despeñadero. El linchamiento paulatino del espíritu democrático, nos colocó en desventaja frente a la pretensión hegemónica de un gobierno. Los venezolanos entramos en un abismo desconocido.

Que vuelve a reflejarse por esta coyuntura que recalentó la semana. Donde quedó al desnudo la realidad con sus miserias. Una nación convertida en el escenario de un sistema: que muele nuestros huesos para hacernos cada día más necesitados.

La gran mentira del renacer venezolano quedó al descubierto. La realidad es que la nación vive una crisis sin precedentes, que más allá de la exhibición ostentosa de bodegones y otras expresiones del bienestar consumista, el ciudadano padece de los rigores de una recesión económica que nos hace más pobres cada día. Vivimos en una Venezuela pulverizada por un modelo hambreador que necesita de un pueblo subyugado para poder mantenerse. No existe área del país que no esté destruida.

El totalitarismo requiere que los ciudadanos perciban que estamos condenados a tener como gobierno a semejantes trogloditas. Que todo está perdido irremediablemente. Una especia de maldición gitana que alzó sus banderas sobre nuestro destino.

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@alecambero